8: [El plan]

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El albino cerró sus ojos como si fuera a dormir, se quedó inmóvil y en su brazo izquierdo apareció en color rojo y como si fuese un tatuaje la barra de una batería que poco a poco iba llenándose.

El príncipe Soraru se quedó inmóvil ante la confesión de su nuevo sirviente. ¿Un androide? ¿El albino era un androide?.

El azabache se agachó para observar el rostro de Mafumafu, sorprendiendose por los rasgos finos y su delicada piel casi de porcelana que poseía. Aceptó al instante que tenía un rostro bello, que todo él era muy bello, y quien lo hubiera creado, se basó en un precioso ángel, sin embargo, él era un androide, un robot, una máquina, alguien incapaz de sentir algo, solo fingirlo.

Observó la imagen de la batería en su brazo izquierdo, el color le había cambiado a uno amarillo por llevar el 50% de carga.

El príncipe azabache suspira largamente, apartando la mirada del albino hacia el amanecer que había llegado y que había disfrutado por los muchos colores que había presenciado, así como el aroma de un nuevo día junto con el sonido de las aves que avisaban que ya era hora de despertar.

---¿Qué debería hacer ahora?--- se preguntó para sí mimo.

De un momento a otro recordó a los dos jóvenes que se encargaban del laboratorio en el reino. Si Mafumafu había llegado por parte del Reino Lunar, Urata y Sakata debieron atenderlo al instante, y así debieron encontrar la manera de como encenderlo.  

El príncipe Soraru le echó una mirada rápida al albino, su batería ya estaba cerca de estar completa.

Organizó sus planes e ideas, y lo primero que iba a hacer era buscar a esos dos chicos para hacerles unas preguntas rápidas. Después se encargaría del androide albino.

[*•°*•°*•°]

---Sa-Sakata...--- el joven de cabellos color castaño claro miraba perdidamente a su compañero de laboratorio.

Nuevamente estaba siendo cortante y distante con él, y eso le afectaba en gran cantidad al chico de ojos esmeraldas.

Cuando llegó al laboratorio esta mañana, como era de costumbre, acarició los cabellos pelirojos de su amigo, pero lo único que recibió fue una respuesta seca y entristecida "Por favor, no lo hagas de nuevo...".

Algo los estaba separando y no sabía que era o quien era el culpable de esa separación.

El corazón de Urata se sentía débil, muy apenas lograba latir para seguir vivo, pero si tuviera la oportunidad para dejar de hacerlo, Urata estaría muerto en estos momentos.

Sintiéndose enfermo, tomó asiento y agarró su taza de café, dándole el ultimo trago para no desperdiciarlo.

Sabía que sus sentimientos por su amigo eran tan fuertes, que a veces le costaba seguir ocultándolos, pero siempre lograba salirse con la suya y actuar como si este no estuviera enamorado. Tal vez y ahora el pelirrojo se ha dado cuenta, y por eso se intenta alejar porque no siente lo mismo que su amigo.

Ese pensamiento solo ocasiona que Urata se ahogue en su propia depresión.

De pronto, las puertas del laboratorio se abren repentinamente, asustando a ambos chicos. Era el príncipe Soraru quien venía acompañado del androide Mafuamafu.

---¡P-príncipe!--- el chico pelirrojo y el chico castaño corren hacia donde se encuentra el azabache, haciendo reverencia como era de ley.--- ¿Q-qué lo trae por aquí, príncipe?--- pregunta Urata con un leve temblor en su voz.

Manos Robóticas [SORAMAFU] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora