Park Chanyeol sabe que corregir textos no es precisamente la ocupación más sencilla del mundo, no obstante, no va a negarse a hacerlo cuando recibe un correo electrónico equivocado donde un chico de palabras tan dulces como su persona le solicita ay...
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Para Chanyeol es simplemente una locura.
Una locura que no quiere darle cabida en su corazón sin saber que es allí el sitio donde se origina.
Ha pasado el fin de semana escondido en las paredes de su habitación revolviéndose el pelo, sin ducharse, apenas cambiándose de ropa interior con tantísima pesadez que a veces prefiere no traer nada debajo.
La atmósfera al otro lado de las ventanas se comporta indistinta de sus emociones, haciendo mecer con liviandad su cabello cada vez que él se asoma a tomar un poco de aire fresco. El exterior sabe apacible. A veces le dan ganas de salir a caminar un poco por las veredas con la simpleza de su andar y las manos al interior de los bolsillos despreocupadamente, como solía hacer desde que conoció a cierto alguien que ama los árboles y las flores.
En ocasiones le entran unas ganas profundas por volver a respirar esa auténtica tranquilidad al lado de quien la propaga, ese alguien de sonrisa pequeña y brillante, maldita sea, increíblemente brillante que incluso un pequeño rayo de sol haría crecer un brote de felicidad en sus bonitos labios.
Chanyeol nunca ha tenido una vida complicada. Simple, podría ser. Demasiado simple y común y sin chiste. Se había limitado a ver las estaciones cambiar mientras él corría para estar a la par de la universidad y no deber ninguna materia, apenas logrando pasarlas con un promedio que ya le da igual mencionar. No tiene aspiraciones y, a decir verdad, no es como si le preocupara. Recuerda ser bastante listo a los nueve años, la forma en que se motivó hacia la música y la pintura gracias a que pudo apoyarse en un muy querido amigo que conoció en el colegio. Pero desde que el viento despedazó las hojas y se lo llevó, Chanyeol perdió su razón de ser. Desde que era un niño.
Hoy en día no duele, es más bien como una pulsación seca que le ha creado un hueco en el pecho al paso de los años, impidiéndole sentir algo más allá de lo convencional o sentir motivación por cualquier cosa. Había procurado no prestar atención al sentimiento, pero no va a negar que hace muchos años solía visitar un árbol que era especial, ese cerezo de su infancia que representaba lo que en otros tiempos fue una preciosa amistad que se quebró con la llegada de la muerte. No lo hacía con regularidad, pero incluso sin darse cuenta sus pies le guiaban a ese sitio, permitiéndose sentir el consuelo que en ese entonces necesitaba.
Por otra parte, dejó de visitarlo mucho antes de conocer a Baekhyun. Probablemente desde que cumplió los catorce fue reduciendo sus visitas y, asimismo, olvidando los recuerdos que ya de nada valían, pero que continuaban sumiendo su corazón en un lecho de bruma. La calle fue cambiando con el paso del tiempo, se construyeron casas alrededor hasta que se volvió un sendero irreconocible. Un joven y solitario Chanyeol creció, entró al instituto, el antiguo trayecto que lo llevaba a su árbol se convirtió en una ruta alterna para llegar a la escuela, sin percatarse de los suelos por donde caminaba. Alguna vez notó un gran árbol por completo seco en el camino, pero jamás conectó algún parecido con sus memorias.
