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— Lo lamento mucho, en serio... No quería vomitar tus zapatos nuevos.

Pidió disculpas el menor, arrepentido de verdad por ensuciar los zapatos del mayor que habían sido un regalo que le dio su esposa hace dos días. Lo peor no era eso, sino que el único día que decide estrenar los sucede esto.

— No importa, yo tampoco debí taparte la única salida — suspiró frustrado.

Ahora estaba descalzo, pero con unas medias negras en sus pies. Con uno de ellos golpeaba el talón frenéticamente contra el piso casi inconscientemente. Evans se había ido ya que le había surgido algo importando sobre la grabación de Infinity War, ahora estaban ellos tres cuidando a Holland.

— En primer lugar no debí encerrarme en mi pieza, fue algo tonto ¿Verdad?

Preguntó con un tono algo lastimero, sin poder evitarlo se comenzó a formar un nudo en su garganta al igual que sus ojos se cristalizaron, tragó duro para quitar aquel molesto nudo que solo le causó irritación al intentarlo.

— No, esta bien — se apresuró a decir aquello al ver como Tom temblaba un poco, pero era notable — No nos echemos la culpa y vayamos a la cocina en lo que tus novios terminan de limpiar al piso donde vomitaste.

Le sonrió con aquella sonrisa tan segura, tan seductora, tan marca Stark, como su personaje. Era algo que le agradaba de Robert, que él no fingía.
Se frotó con el dorso de su mano ambos ojos para quitar el picor y con ellos las lágrimas que aun no salían quedaron sobre esa parte.

— Listo — avisó Hiddleston apareciendo donde ellos estaban, mirándolos con una sonrisa al ver al menor sonreír — Hola, guapo, ¿Tienes pareja?

Le coqueteó con un tono muy seductor, subiendo y alzando las cejas. Holland no pudo evitar soltar una risa por eso.

— Lo siento, bombonazo, pero ya tengo dos — le mostró su mano con dos dedos arriba indicando la cantidad.

— ¿No te gustaría tener tres?

— Depende..

Comenzó a acercarse al menor hasta estar cerca de este y su boca, robándole un pequeño beso antes de hablar.

— ¿De qué?

— De si aceptarías tenerme para toda tu vida — llevó su vista hacia los ojos del mayor, estos iban desde sus labios hasta su ojos.

— ¡Yo si lo acepto!

Casi gritó Sebastian, apareciendo por el pasillo que llevaba a la habitación del joven. Tom se alejó riendo para ver al recién llegado, ignorando el ceño fruncido del rubio.

¿Qué Tom está qué..?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora