¿Qué pasa conmigo?

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¿Qué me esta pasando? ¿A caso anda algo malo en mí? ¿Cómo he llegado a esto? ¿Es lo correcto? ¿Soy raro? ¿Más personas lo hacen? Se preguntaba Adam mientras su razón se iba disminuyendo con el rose de esos labios.

La verdad es que ni él mismo sabía que responder a todas esas preguntas, su mente estaba totalmente en blanco en ese momento, tenía a un hombre, que por cierto es realmente atractivo, besándolo, y él... Pues le estaba correspondiendo. Esos labios lo embriagan, Rain recorre toda su cavidad bucal con su lenga, al menor le parecía un increíble besador.

Su cuerpo no obedece a su cerebro que le está gritando que se detenga, que se aleje de ese hombre, que no saldrá nada bueno de eso... Pero... No siempre hay que hacerle caso a lo que diga la razón, a veces, hay que ser rebelde y ¿Quién no lo sería con tremendo semental besándolo?

Mantiene los ojos cerrados correspondiéndole, Rain lo sujeta de las cadera acercándolo a su cuerpo. Ese cuerpo despampanante que tiene, volvería loca a cualquier mujer y está volviendo loco Adam que es hombre.

Sus manos recorrían sus caderas y se deslizaban por debajo de su camisa, su tacto hace que el cuerpo del más joven se estremezca. ¿Cómo lo hace con una simple caricia? Si que soy raro, me estoy excitando mientras soy tocado y besado por un hombre, pero no un hombre cualquiera, es mi jefe. Le dijo su subconsciente y terminó apartando a Rain.  

El ceño del mayor se frunció ligeramente al ver la acción de Adam pero no dijo nada, se alejó y acomodó su ropa, le dio una última mirada al más joven y se retiró del apartamento con toda tranquilidad.

Adam suspiró profundo al escuchar la puerta cerrarse sintió un alivio salir de todo su cuerpo. Esa noche se fue a dormir pero no lo consiguió, su mente era una traicionera y lo martirizaba con los pensamientos de ese Dios griego que lo había besado momentos atrás.

Al llegar al trabajo al día siguiente ya su jefe estaba en la oficina, revisaba algunos documentos y levantó la vista al ver a Adam llegar, le dio una pequeña sonrisa y Adam se la devolvió nervioso, se fue a su escritorio y comenzó su trabajo de ese día.

El día transcurría con normalidad solo hasta que llegó la hora del almuerzo, Adam se preparaba para ir a la cafetería más cercana.

—¡Adam!— escuchó que lo llamaron, al levantar la mirada vio que era su jefe y en ese mismo instante su nerviosismo volvió, trató de disimularlo y al parecer lo logró ya que Rain continuó hablando. — Necesito que ordenes estos documentos por número de folio y los selles.— dijo poniendo un montón de papeles sobre el escritorio de Adam. — Cuando termines mandalos a archivar.— finalizó con seriedad y Adam asintió con la cabeza.

Rain volvió a su escritorio cerrando la puerta que dividía ambas oficinas. Adam se levantó de su asiento y fue por algo rápido de comer para luego concentrarse en lo que debía hacer.

Se tomó más tiempo del que había pensado en organizar esos documentos, en realidad eran muchos, y no se dio cuenta de la hora hasta que  vio que los demás empleados se iban retirando. Ya había oscurecido y debía irse a casa.

Como no pudo llevar los documentos al archivo decidió ir a comunicárselo a su jefe, cosa que no le agradaba ya que se ponía nervioso de solo verlo.

Tocó la puerta y al escuchar un pase, entró. Vio al pecado hecho hombre concentrado en sus documentos que tenía sobre el escritorio. Tardó unos segundos en poder hablar hasta que al fin lo hizo ya que Rain no dijo nada.

— Dejé los documentos que me entregó para ordenar y sellar en mi oficina, los acabo de terminar y al parecer las personas de archivo se marcharon.— le comunicó y Rain asintió con la cabeza sin desviar la mirada de sus documentos. — Entonces me retiro por hoy.— anunció y no escuchó respuesta por parte de mayor. Se giró e intentó abrir la puerta por la que había entrado pero esta no se inmutó.

No te enamores de míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora