Sueño con Batman.

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Habían pasado varios días desde que Bruce decidió internarse al psiquiátrico. Hasta el momento creyó llevar la situación bajo control, la confianza entre Harvey y Enigma había mejorado llevándolo a otro nivel.

Dentro del comedor, los tres hombres se encontraban comiendo en una mesa muy apartada de los demás pacientes.

- Entonces... - continuó Enigma. – Si logramos hacer que los guardias nos cambien la hora de la ducha en la noche, será mucho más fácil infiltrarnos hacia la salida.

- ¿Y qué planeas hacer después que estés afuera del edificio? – lo miró desanimado Harvey. – Sabes perfectamente Edward, que hay más guardias afuera que adentro.

- Es por ello que necesitamos a alguien que los distraiga. – miró a Bruce.

- Pero entonces yo no podré salir.

- Regresaríamos por ti. – dijo Enigma encogiéndose de hombros.

- No participaré así con ustedes.

Y mientras continuaban platicando, John se percató de la presencia de Bruce, y con charola en mano, se acercó al trío.

- ¡Hola Bruce! – saludó colocándose a un lado de la mesa.

Los tres hombres lo voltearon a ver.

- ¡Oh, lárgate de aquí payaso! – Expresó Harvey con tono molesto.

- Hasta donde recuerdo. – habló Enigma. – Esta área no te corresponde.

John no dejaba de mirar a Bruce, sonriendo e ignorando las palabras de los otros dos.

- Me preguntaba si...

- ¿Acaso nos estás ignorando? – se levantó Harvey de su lugar.

- Tranquilo Harvey. – habló Bruce notando el desacuerdo de su amigo.

- Tan patético y agresivo como siempre, nunca cambiarás Dent. – John se dirigió a Harvey dejando de sonreír. – Cuando quiera hablar contigo me dirigiré hacia ti. Por ahora solo quiero saber cómo se encuentra Bru... - guardó silencio al sentir una presencia detrás de él.

Bruce y Enigma también se levantaron de sus lugares, notando la presencia de Waylon Jones.

"El cocodrilo..." pensó Bruce al notar la gran altura del hombre, sin duda John parecía un niño a un lado de él.

- Demonios Cocodrilo, – habló Enigma – ¿qué haces aquí?

- Al parecer los guardias encargados de mí, olvidaron alimentarme, y estoy harto de que se les haga costumbre. En cambio... - miró a John. – Creo que el payaso tiene comida.

John dio media vuelta, encarando al enorme hombre.

- Pues tendrás que buscar tu propia comida, ésta es mía.

- ¡No seas estúpido Doe! – le gritó Harvey – ¡Dale tu maldita comida!

- No lo haré. – se aferró a su decisión.

Bruce dejó de ver la situación, comenzó a mirar a su alrededor, sabía perfectamente que algo sucedería y no sería de mucho agrado. Miró hacia la mesa, y notó que aún tenía suficiente comida en su charola.

- Tendrás que darme tu comida, payaso. Si no quieres que truene todos tus huesos.

- ¡No! – alzó aún más la mirada John, como si con ese movimiento lograra estar a su altura.

Los Renglones Torcidos de Dios.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora