La vida no le podía haber dado mejor suerte: popularidad, travesuras sin límites y dos fieles compinches. Shaoran era ese tipo.
Una fiesta no planeada y, peor aún, la llegada repentina de sus padres esa noche, lo llevará a conocer a Sakura Kinomoto...
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SHAORAN ---------------------------- Los alumnos de últimos año de secundaria estábamos en clase de educación física, las mujeres competían con los hombres en velocidad.
Cuando me di cuenta que competiría contra Kinomoto me confíe, después de todo soy el más rápido de la clase, ni ella, ni nadie podrá ganarme.
Cuando fue nuestro turno nos preparamos.
-¡Ánimo Sakura! -gritó su mejor amiga Daidouji con una cámara de vídeo.
-¡TÚ PUEDES LI-KUN! -gritaban un par de chicas que ni siquiera conocía. Al ver que mis amigos se reían me enojé un poco.
'¿De qué se ríen estos dos?'
-Oye niña, lamento que tengas que perder -sonreí muy arrogante y seguro de mi victoria.
-El único que perderá eres tú ogro -me dijo muy confiada.
-Preparados... listos...
-Oye ogro, tus agujetas están desatadas -luego yo miré confundido a mis pies y al ver mis agujetas intactas entendí que lo que ella había dicho era mentira.
-¡YA! -Kinomoto por su mentira salió unos segundos antes que yo.
-Maldición... -susurre y luego traté de alcanzarla. 'Es muy rápida' pensé desesperado.
Para cuando por fin pude alcanzarla estábamos a unos centímetros de la línea de llegada, pero ella pasó antes que yo, ganando la carrera.
-¡SÍ! -gritó saltando de felicidad.
-Mal... Maldición -susurro un poco agitado, ella me miraba con una sonrisa malvada y me enfureció demasiado.
-Vaya amigo, te gano una chica -dijo Eriol llegando hasta mí.
-¡No es eso!, ¡me engañó y tomó ventaja!
'Hoy realmente no es mi día'.
Kinomoto y yo llegamos a mi casa, ella libremente les contó a mis padres como me había "ganado" en velocidad, ellos la felicitaron y a mí me dijeron que no era malo ser segundo.
Y tienen razón, soy muy consciente de eso... sí, no es malo ser segundo... ¡ES HORRIBLE!
Luego ellos nos despidieron y se dirigieron a su trabajo.
-Dime... ¿Era necesario decirles a ellos también? -le pregunto molesto.
-¿Por qué no? -pregunto muy contenta.
-¡Ahg!... ¡Deja de sonreír así!... Estoy harto de tus burlas, tus risitas fastidiosas, estoy harto de que seas mi niñera. Ni siquiera sé para qué quieres este trabajo.
