Capitulo II: Demonio de ojos plateados

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Tuve un sueño, me encontraba en medio de una pradera donde había todo tipo de flores, el sol brillaba y pequeñas aves surcaban por el cielo azul. A lo lejos en las montañas se encontraba un enorme Castillo Japonés al estilo Hirayamajiro[1] con muros de piedra y paredes recubiertas de cal.

Iba vestido con un Kimono blanco con degrade de tonos azules y el cabello tan largo que me llegaba a la cintura. Llevaba los pies desnudos, podía sentir el suave pasto al caminar. Me encontraba corriendo por la pradera en busca de una persona, no sabía quién pero tenía que encontrarlo sin importar que.

Me detuve al escuchar una melodía, miraba a todos lados buscando cuando al fin le encontré.

Estaba sentado en una roca, vestido con un kimono blanco y gris azulado complementado con un kanmuri[2] de tonos azules y otros accesorios que lo hacían ver como un rey o un príncipe. En sus manos sostenía una flauta, la cual producía una melodiosa canción.

El hombre al percatarse de mi presencia, me observo con sus ojos plateados y sonrió.

"Te estaba esperando" - dijo. Se puso de pie y extendió su mano hacia mí, sentí una felicidad como nunca antes y justo en el momento que di un paso hacia delante para salir corriendo a abrazarlo, desperté de mi sueño.

Abrí lentamente los ojos, alguien me acunaba en su pecho.

- ¿Ya despertaste? - me aparte lentamente para poder mirar sus ojos plateados - ¿Dormiste bien? - pregunto con una sonrisa.

Nos quedamos así por un momento, pensé que estaba soñando de nuevo, pero no tarde mucho en darme cuenta y me aparte lo más rápido que pude.

- Disculpe - dije sonrojado - No era mi intención molestarlo.

- No te preocupes, no eres ninguna molestia en absoluto - sonrió y acaricio mi cabello, no pude evitar sonrojarme de nuevo. Baje la vista inmediatamente.

- ¿Me tienes miedo? - pregunto posando su mano en mi mejilla.

- No, por supuesto que no - negué una y otra vez con la cabeza - Es que nunca nadie me ha tratado así antes - le explique mirando de reojo.

- ¿Cómo? - dijo mientras acariciando de nuevo mi cabello.

- Bueno... - tartamudee - Las personas no muestran ningún tipo de afecto hacia mí, casi ni me dirigen alguna palabra amable - mi voz sonó un poco quebrada - Siempre me llaman demonio o monstruo - estuve a punto de romper en llanto de nuevo.

- Mmm... - murmuro pensativo. Con un suave movimiento me atrajo hacia él y tomo mi barbilla entre sus dedos - Ante mis ojos se encuentra unos fanales tan azules como el cielo y cabellos tan blancos como la nieve. Solo un alma tan inocente como ninguna otra - sin dejar de sonreír, poso sus labios sobre mi frente dándome un pequeño beso. Luego volvió a mirarme a los ojos - Yo no veo nada de lo que dicen aquellas personas tan repugnantes - eso último lo dijo con desprecio.

Era tan cariñoso conmigo, y sus brazos se sentían tan cálidos que de nuevo me aferre a él. Después de un rato me percate de algo.

- Señor - me eche hacia atrás para mirarle de nuevo - ¿Cómo se llama usted? - pregunte. Tenía la sensación de que ya nos conocíamos.

De pronto puso un rostro serio, en sus ojos podía ver tristeza.

- Parece que no me recuerdas - susurro algo que no llegue a entender.

- ¿Disculpe?

- Etsumori.

- ¿Eh? - pregunte confundido.

- Mi nombre es Etsumori - miro hacia el cielo, en el cual revoloteaban pétalos de cerezo - Pero puedes llamarme Etsu - me miro de reojo y sonrió, de nuevo volvió a mirar hacia el cielo.

Me le quede observando como un idiota, su perfil se veía tan bello, las flores de cerezo parecían brillar a la luz de la luna al igual que sus ojos.

- ¿Que eres? - pregunte inconscientemente. Me miro sorprendido - Oh, disculpa, no debí preguntar eso.

Se veía serio, luego sonrió.

- Soy un demonio Kodama - dijo.

- ¿Koda...ma? - dije pensativo.

- Sí, soy un tipo de espíritu que vive en el bosque.

- Pero... ¿no se supone que los demonios son aterradores?

Se echó a reír.

- Bueno, nosotros los Kodamas por lo general tenemos apariencia humana y cada uno es único en aspecto y personalidad. Podemos presentarnos tan hermosos o tan terribles como deseemos - me explico - Pero yo no doy miedo ¿o sí?

- No - negué con la cabeza sonriente - Entonces... ¿vives aquí en este bosque? - pregunte emocionado.

- Por los momentos sí, pero mi verdadero hogar se encuentra en otro lugar. Tal vez algún día podremos ir juntos ¿qué te parece? - asentí con la cabeza felizmente y Etsu acarició mi mejilla.

- ¡Ah! - grite levantándome enseguida - Lo olvide, mi padre debe estar buscándome en estos momentos - dije con preocupación mientras miraba hacia el bosque - Creo que debería irme - cuando di unos cuantos pasos en dirección por donde había llegado me gire automáticamente.

- ¿Te veré de nuevo? - no pude evitar preguntar.

- Ven todos los días a este lugar, a esta misma hora - dijo sonriente.

- ¡Sí! - grite de felicidad. Cuando me dirigí de nuevo al bosque, unos fuertes brazos me rodearon.

- Dime tu nombre - me susurro al oído.

- Ryutaro - dije sonrojado.

- Ryutaro... que hermoso nombre - me abrazo aún más fuerte y apoyo su cabeza en mi hombro - Prométeme que si un día no puedes venir a nuestro encuentro o si estas en problemas me lo harás saber - ordenó.

- S-si - estaba tan cerca que me ponía nervioso.

- Solo tienes que decir mi nombre y llegare a ti - asentí con la cabeza lleno de felicidad.

Me gire para darle un beso en la mejilla, para eso tuve que ponerme de puntillas.

- Si - le dedique una sonrisa.

Me abrazo de nuevo y nos quedamos así por unos momentos.

- Ahora ve - me soltó y me adentre en el bosque.

Corrí apresurado hasta el pueblo, cuando llegue a la iglesia mi padre estaba sentado de rodillas, orando.

- ¿Papá?

- ¡Ryoutaro! - se levantó y corrió a rodearme en un abrazo - Me tenías tan preocupado hijo - dijo entre sollozos.

- Lo siento papá - lo abrace - no volveré hacerlo.

Después de hablar un rato se tranquilizó.

Me fui a mi habitación sin cenar, no tenía hambre, tenía que idear un plan para escabullirme al bosque sin que nadie se enterase. Ya me imaginaba el desastre que eso causaría.

Me acurruque como una bola en la cama, no paraba de sonreír, me sentía muy feliz. En lo único que pensaba era en encontrarme de nuevo con Etsu.


[1] castillo en montañas de poca altura o grandes colinas. Un ejemplo es el Castillo Himeji.

[2] tocado japones que se coloca sobre la cabeza utilizado por hombres adultos cortesanos (incluyendo al emperador) y samuráis.

Hakuryuu (yaoi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora