"En primavera,
las flores de cerezo florecieron
tal cual hermosas son.
Un sol resplandeciente
se alzaba sobre el cielo azul.
Y a pesar de ello,
frío viento hacia revolotear los pétalos por doquier"
Los niños cantaban felizmente mientras jugaban en el campo no muy lejos de casa.
Tome dos pequeños abrigos y una manta.
Me dirigí hacia el árbol de cerezo donde Etsu se encontraba sentado a pies de este, contemplando a los niños jugar.
- Kai, Zen – los llame pero no me escucharon – Kai, trae a tu hermano para que se abriguen, no quiero que se enfermen...
- Ya vamos, mamá.
Solté un suspiro.
- Déjalos ser, que se diviertan – dijo Etsu tomándome la mano.
- Pero no quiero que pesquen un resfriado...
- No hace tanto frío, amor mío – me beso el dorso de la mano – Son niños fuertes.
- Aun así...
Esta vez fue Etsu quien suspiro.
- Niños – los llamo.
- ¡Siii! - respondieron ellos de vuelta.
Se acercaron corriendo sin soltarse de las manos y me abrazaron las piernas, el choque hizo que me cayera de bruces.
- Niños, tengan más cuidado. Recuerden que su madre tiene una salud delicada – les reprendió.
- Si, padre – contesto Kai, el mayor.
- Lo siento – contesto Zen, el menor.
- No se preocupen, estoy bien – los abrace a ambos – Ahora a colocarse los abrigos.
Cada quien se puso el abrigo que le correspondía mientras Etsu colocaba en mi regazo la manta que había traído.
Kai se sentó a mi lado y Zen se recostó sobre el regazo de su padre quien este a su vez le acariciaba el cabello.
- Mamá - llamo Zen.
- Dime.
- ¿Nos puedes cantar una canción? - pregunto casi dormido.
- Por supuesto que sí, cariño – le bese en la mejilla.
- Mamá, mejor recita ese poema que tanto nos gusta - dijo Kai bostezando para luego abrazarme.
- Por supuesto, amor... - lo estreche entre mis brazos - Seré el sol que te ilumine, la luna que irradie en noches de pasión, la estrella que te guíe en tiempos de tristeza, la brisa que seque tus lágrimas, el beso de amor de cada día. Te amare por cada latido de mi corazón, por cada respiro de mi vida, jamás te traicionare, esta es mi promesa – recite en un arrullo mientras acunaba a un niño y Etsu al otro hasta que ambos se quedaron dormidos por completo.
- Son hermosos ¿No te parece? - dije apoyando mi cabeza en su hombro.
- Si, igual que tú.
Sonreí.
Etsu tomó mi barbilla y alzo mi cabeza para unir nuestros labios.
- Hace tiempo casi te pierdo – me miro a los ojos – Y no solo eso, casi los pierdo a ellos también.
- Mi amor...
- Pero no sucedió – dirigió la mirada hacia el cielo – Gracias al cielo que no sucedió... - cerró los ojos intentado no soltar las lágrimas.
Cinco años habían pasado desde que perdí mis poderes tras dar a luz.
Hace cinco años tuve que otorgarles toda mi fuerza y poder para que nacieran y crecieran sanos y fuertes.
Mi cabello después de la transformación perdió por completo el blanco que lo caracterizaba, y con el tiempo paso de un castaño claro a un tono oscuro.
También causo que mi salud se deteriorara un poco.
Y aun así, desde hace cinco años no me arrepiento de ello.
- Ahora estoy aquí – tome su rostro con mis frías manos – Contigo – le bese en los labios – Y con ellos – lo abracé lo más fuerte que pude – Ahora soy muy... muy feliz. No puede haber mejor regalo que el ahora que estamos viviendo.
Etsu me abrazo de vuelta, pude sentir como sus lágrimas caían en mi hombro.
- Te amo con todo mi corazón – susurro.
FIN
ESTÁS LEYENDO
Hakuryuu (yaoi)
Fantasi"El mundo esta lleno de cosas misteriosas". Japón - Era Meiji. Ryutaro, un niño de ojos azules y cabello blanco, criado por un sacerdote en un pequeño pueblo, ha vivido siendo despreciado por las personas a su alrededor por su inusual aspecto. En su...