Descripción ajena

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La mirada del chico me decía todo, él no comprendía mis palabras y eso yo no lo entendía... ¿Acaso no ve...?

- Un momento... ¿por qué no te has ido corriendo? ¿Por qué no has vomitado al verme? ¿Por qué no tienes la misma cara de disgusto como los que me han visto?- Con cada pregunta que salía de mi boca daba un paso atrás mientras buscaba la manija de la puerta y estar listo a tirarle la puerta en la cara.- ¿Qué eres?

El rostro del muchacho solamente empeoró y en lugar de recibir una mirada de asco recibí más y más confusión. Era fácil de decir que en su mente salían pensamientos como "Este crío está loco" "¿Que demonios está hablando?" ó "¿En qué me metí?"

- Escúchame niño no tengo ni la mínima idea de lo que estás hablando.- ¡bingo!- Pero sé una cosa, tu padre sí es un monstruo por dejarte aquí con al saber quién sin embargo no es como te lo imaginas. Tu padre es apuesto, alto y todas las tonterías que busca una mujer pero por dentro está podrido, me envió aquí a buscarte porque por milagro se le ablandó el corazón... ¡Ah! Y por cierto no le digas que te dije esto que me costará mi puesto de trabajo.

No esperaba esas palabras que barrieron por completo mis pensamientos dejándome la mente en blanco. Pensé que diría que mi padre sería grotesco al igual que lo soy yo, se supone que los hijos deben parecer un poco a sus padres pero yo sé que no me parezco a mi madre porque muchos hombres la buscan y la llaman bella, yo no soy bello por la manera grotesca en que ella me describía. Y ahora está este chico diciendo que mi padre es apuesto... ¿Será qué heredé la fealdad de su corazón? ¿Es eso posible?

- No, no, no... Yo no puedo ser hijo de quién hablas. Eso es imposible, has encontrado al tipo equivocado.

Estuve a punto de cerrar la puerta cuando su mano me detuvo y puso un pie evitando que la volviera a cerrar. Este muchacho era muy persistente.

- ¡Que no seas terco! Si no te llevo con mi jefe estaré despedido ¡entiéndeme! Además sé que eres tú porque te pareces mucho a él... físicamente quiero decir aunque tú eres una versión huesuda y pálida de él pero ya verás que engordarás unos kilos y te broncearás cuando te instales en su penthouse.

- Dijiste que mi padre es apuesto y yo no puedo serlo, soy un monstruo y aparte ¿qué demonios es un pent...hah? ¡Ugh! olvídalo que no iré contigo.

- ¡Que no eres un monstruo! ¡Eres un niño terco! ¡Igualito a tu padre!

- ¡Deja de compararme con alguien que nunca he visto!

Me coloqué detrás de la puerta y empecé a empujarla con mi cuerpo tal vez así sería capaz de cerrar la puerta. Ahora me arrepiento mucho de haberle abierto la puerta, pensé que tendría una muerte instantánea y no una discusión con un muchacho que no mostraba señales de rendirse.

- ¡Igualito! ¡Eres su reflejo pero más flaco que un palo! Tienes los mismos grandes ojos de color verde pálido, la misma fina nariz y el maldito lunar debajo del ojo derecho, también tienen las mismísimas mechas negras y cejas gruesas ¿no te suena a ti?

Dejé de intentar cerrar la puerta y en su lugar me recargué sobre la pared tratando de no caer al escuchar su descripción... Yo no sabía cómo lucía pues jamás estuve delante de un espejo. Esto era algo nuevo para mí pero aún no debía confiarme de sus palabras porque es posible que solo me esté mintiendo.

- No me suena a mí, nunca he visto mi reflejo.

- Estás jugando niño ¿que edad crees que tengo?

- No estoy jugando, yo soy el bastardo sin reflejo.

Aproveché que bajó la guardia y finalmente cerré la puerta pensando que así ya podía sentirme tranquilo sin él pero resultó todo lo contrario me sentía completamente inquieto y ya no sabía ni qué hacer conmigo mismo. Estaba perdido.

- Regresaré mañana niño y otra cosa ¿cuál es tu nombre?... El mío es Kaled.

- No tengo nombre Kaled, y te pido que no regreses y olvídate de mí.

- Olvídate de eso, si me propongo algo lo termino además mi pellejo está en juego con esto. Vendré por ti mañana.

Esas fueron sus últimas palabras antes de marcharse, creí una vez más que con él lejos mis pensamientos se reorganizarían pero sucedió lo peor: el miedo tomó posesión de todo mi ser al ver a mi madre frente a mi con la botella en su mano.

- ¡Bastardo asqueroso! ¡Te he dicho que esa puerta no la debes abrir!

Justamente cuando dejó de gritar ella estrelló la botella en el mueble provocando que varios fragmentos de vidrio salieran esparciéndose por todo el lugar. Supongo que era hora de mi castigo por desobedecer.

Bastardo Sin ReflejoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora