CAPITULO 4

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Hacer Amigos

Había caído ya muy bajo en esta vida. Hace unas horas había enfrentado mis miedos de ver películas de terror e inclusive me acabó gustando, creí que había dado otro paso hacía la madures, sin embargo, gracias a mi lengua viperina y a que mi curiosidad resultó ser mi peor enemigo me hallaba ahora arrinconado por dos chicos que pretendían infantilizarme y empujarme cuesta abajo por la escalera de la madures hacia uno de los últimos peldaños. Y muy a pesar de todo sabía reconocer que todo esto era mi culpa; de no haber intentado ver donde no debía y de descubrir un misterio que ya daba por sentada la respuesta no estaría poniéndome al mismo nivel que el chico del que me burlé alguna vez.

—Vamos pequeño Lucas, hay que prepararte para dormir.

Y para colmo, empezaron a tratarme como si fuera un niño, como si yo fuera todavía más inferior.

Con paso tembloroso me dejé guiar hasta el colchón inflable y me recosté. Desde esta perspectiva ambos lucían más mayores de lo que realmente eran.

—¿No podemos... cambiar el castigo, chicos? Creo que esto es demasiado ¿N-no creen?

—Nada de eso —cortó Alex.

—Me atrevería a decir que estamos siendo demasiado generosos contigo de hecho —comentó el otro.

—Además, no deberías quejarte; seguro ya estás acostumbrado.

No, falso. De eso nada. Nanay nanay. Ni siquiera recuerdo la última vez que toqué una de esas cosas... oh cierto, ese mismo día en el cine.

—Pe-pero no quiero ponérmelo, no los necesito.

Alex se rió entre dientes.

—Eso dicen todos los niños antes justo antes de tener un accidente —susurró al tiempo que me acariciaba el cabello—, nos lo debes, Lucas.

—A ti tal vez ­—logré decir—, te vi y te toqué sin querer,,, lo siento. Pero a Darío no le vida nada intimo —si quitamos claro su diario privado donde esconde todos sus secretos... Oh Dios, soy un asco de persona— puede él al menos... puede...

—Creo que él niño quiere que no lo veas —comentó Alex a su hermano.

—¿Qué?

—Dice que no te ha hecho nada a ti. Y creo que tiene razón. No deberías verle, al menos hasta que haga algo peor.

El niño, no sé por qué no me sorprende esta falta de respeto. ¡Que me llamo Lucas! trátenme como persona, no como...

—Es un bebé chillón —declaró Darío con irritación— Bien, tú ganas. No lo veré si no quiere, pero si lo pesco haciendo algo indebido lo lamentará.

—Eres muy duro con él, hermanito. Sé más gentil.

—¿Por qué lo haría? No se lo ha ganado.

Al oír la forma en que hablaban de mí como si fuera poca cosa no pude evitar que un par de lágrimas silenciosas escaparan de mis ojos, esto desde luego no lo pasaron por alto mis verdugos.

—Mira nada más, lo hiciste llorar, todo porque cree que no lo quieres —declaró el pecoso.

—¿Cómo qué sabes que es por eso? Puede que tenga hambre —se mofó al final con una sonrisita picara.

­—Sabes que los niños se ponen de chillar cuando les dices que no los quieres más.

—Tú entre ellos —comentó el pelinegro.

CHICO EN PROBLEMASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora