CAPÍTULO XV ¿PEDIMOS UN DESEO?

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"El amor nace del deseo repentino de hacer eterno lo pasajero". -Ramón Gómez de la Serna.


Luego de un largo recorrido por las calles de Nueva York, por fin llegamos a lo que será mi nuevo hogar temporal. 

Pecas, como siempre, procede a abrirnos la puerta del vehículo, Ethan se baja de primero para ofrecerme su mano como gesto de caballerosidad, el cansancio por el trayecto me ha apacigüado un poco, por lo que he decido en esta oportunidad aceptar su generosidad.

Al bajarme del coche me topo con la increíble entrada del Hotel "Mandarín Oriental" Su inmensa estructura tan perfectamente detallada me ha dejado perpleja, si adentrarme en el "Eleven Madison Park" me había intimidado, imagínense como estoy de desconcertada, al entrar en este lujoso hotel.

Nuevamente cuestiono mi vestimenta, me quedo además mirando por largo rato a mi fiel canino, y noto que tampoco tiene muy buena pinta, dejo escapar un ensordecedor resoplido antes de que me ahogue de la vergüenza, y sin más, procedo en seguir los pasos de Ethan, quién al parecer posee muy buenas amistades en este lugar, y es que, hasta las mucamas lo saludan con muchísima amabilidad.

Mozart se encuentra muy serio, caminando a nuestras espaldas, parece estar atento a todo lo que acontece. Por el contrario, Pecas, como cualquier hombre joven alborotado hormonalmente, anda sonriéndole y tonteándole a cualquier mujer que pasa por nuestro frente.

Nos dirigimos hacia el majestuoso elevador, ahí adentro Ethan marca el piso número 52, no sé cuántos pisos con exactitud tiene este edificio, pero estar en un lugar tan alto me aterra un poco, me parece extraño que no nos detuviéramos a hacer algún tipo de reservación en el Lobby, pero la confianza de Ethan y sus secuaces me hacen pensar que están como en su casa.

Tras llegar a nuestro destino, se abre el ascensor, y nos sorprende una pequeña niña rubia con preciosos ojos verdes, quien se abalanza sobre Bagui para acariciarlo.

—¡Mira mami! un perrito -dice la niña con entusiasmo mientras acicala a Baguira. Su madre parece ser una de las mucamas del hotel-. ¿Puedo quedármelo? -pregunta mirándome a los ojos.

Cautivada por su inocencia procedo a sonreírle antes de responderle:

—No puedo obsequiártelo mi linda. -digo en tono sutil, pero al mirar su expresión de tristeza, se me rasga un poco el corazón-. Pero... ¿Qué te parece si vienes mañana, y juegas con él? -pregunto tras un guiño.

—¡SÍ, SÍ! Mañana jugaré con mi nuevo amiguito -responde con entusiasmo, mientras se va de la mano con su mamá en un pequeño bailoteo.

Ethan sonríe y se acerca para hablarme, al paso que seguimos caminando hasta la habitación.

—Le hubieses regalado el perro a esa niña, nos libramos de él, y asimismo hacíamos un buen gesto de caridad ¿No lo crees? -pregunta en tono bromista.

—Lástima que no pidió un perro más grande para colocarte un lazo y entregarte a ella -respondo con suma odiosidad.

Ethan se carcajea pícaramente por unos segundos. 

—No deberías ser tan odiosa con quien compartirás habitación desde hoy -inquiere en tono seductor.

¿QUÉ? ¡Alucino

Este hombre no pretenderá dormir en la misma habitación que yo, me rehúso a tenerlo cerca de mí, no quiero verlo ni tan siquiera merodeando cerca de la cama en donde dormiré.

—Exijo una habitación sólo para mí y, por supuesto mi perro. De no ser así, me voy a mi departamento ahora mismo -le advierto.

—No puedes quedarte sola en una habitación, Laurent podría encontrarte, dime... ¿Quién te defenderá entonces? Porqué, no creo que tu perro sepa manejar un arma -dice en tono sarcástico.

Atracción Infernal © (En Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora