C A P Í T U L O 1

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×The start of something new×

Y ahí estaba yo, sola enfrente de la casa de mis abuelos con un par de maletas y con la intención de desconectar del mundo mientras disfrutaba de la playa.

La casa de mis abuelos estaba en la costa de Long Island, era antigua y pequeña, en ella había pasado todos mis veranos desde que era niña pero nunca había venido sola como entonces. Entré en la casa y descubrí que todo estaba como lo recordaba, al entrar un largo pasillo que daba al salón, un salón grande con una acogedora chimenea de leña, una escalera que cuando subias crujía y daba la sensación de que se iba a caer bajo tus pies. En la planta de arriba varias habitaciones y la entrada a la buhardilla, donde estaba mi habitación.

Lo primero que hice fue instalarme en mi habitación, dejé la ropa en los armarios y me tiré en la cama para ver si seguía rebotando igual que antes, y lo hacía. Pasado un tiempo bajé a la cocina y me preparé un rico sándwich. Miré por la ventana y ahí la vi, la hermosa y enorme playa. Esa playa era preciosa, la arena totalmente blanca, el agua cristalina y la menor cantidad de gente posible. Decidí ir ahí, me puse mi bikini, cogí la toalla y bajé.

En la playa no había nadie, eso es lo mejor que me podía pasar ese día o eso creía yo. Puse mi toalla cerca de la orilla y me metí en el agua. A decir verdad el agua estaba bastante revuelta y si no tenía cuidado el agua me arrastraria hasta las rocas.

-Señorita, no debería meterse ahora en el agua, es peligroso. -me giré a ver quién me había dicho eso y para mi sorpresa vi a un chico joven y a decir verdad era bastante guapo, mejor dicho parecía un maldito dios griego...

-Pues parece que usted tiene las mismas intenciones que yo.

-Pero yo soy un nadador experto.

-¿Ah sí? -y sin responder a mi pregunta se quitó la camiseta y empezó a meterse en el agua, me quedé embobada mirando sus abdominales, porque... ¡Menudos abdominales!

Antes de que me diera cuenta él ya estaba justo enfrente de mí con su sonrisa encantadora y sus impresionantes músculos.

-¿Y podría decirme su nombre encantadora señorita? Si quiere por supuesto.

-Sally. - lo dije rápido y sin pensar en nada más, este chico tenía un efecto sobre mí que no tenía ningún otro.

-Un nombre bonito para una chica aún más bonita. - me sonrroje, en serio Sally, ¡¿en serio?! Te acabas de sonrojar porque un tío que ni siquiera conoces te acaba de llamar bonita, estoy cayendo muy bajo.

-Y supongo qué me dirás tu nombre ¿no? Yo te digo el mio y tu me dices el tuyo.

-A parte de guapa es lista, ¿qué más se puede pedir? Mi nombre es Percy, por cierto.

-¿Percy? No es un nombre muy común.

-No soy un chico común.

-Un nombre poco común para un chico aún menos común ¿no?

-Aprendes rápido listilla.

-¿Listilla?

-Me gustan los motes. -levantó los hombros en señal de indiferencia.

-Pues debería buscarte yo uno.

-Me encantaría, listilla.

Seguimos hablando durante varias horas hasta que empezó a anochecer, decidimos salir del agua y se ofreció a llevarme a casa, el camino hacia casa lo pasamos hablando y riendo. A parte de ser guapo no era el típico insoportable que no te dejaba en paz, sino lo tuviera delante habría pensado que era todo un sueño, el mejor sueño de mi vida. Llegamos a la puerta de mi casa y yo me iba a despedir con una simple despedida pero cuando iba a abrir la puerta él se acercó a mí, levanté la cabeza para poder mirarle a los ojos, esos increíbles ojos del color del mar, me sonrió y acercó su cara a la mía como si fuera a besarme, ¿le dejaría o me apartaria? Pero antes de que pudiera decidir algo me besó pero no en la boca sino en la mejilla pero muy pero que muy cerca de los labios. Después se marchó sin decir nada, me quedé ahí como una idiota viéndolo marchar, desapareció del camino y me metí en casa. Cené pero no podía dejar de pensar en ese increíble chico que me había hecho pasar una de las mejores tardes de mi vida.

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