CAPÍTULO 24: SON MIS HIJOS

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CAPÍTULO 24: SON MIS HIJOS

Los días pasaron y los nervios en Kurt eran más que visibles. Blaine intentaba tranquilizarlo pero no lo conseguía. El castaño estaba obsesionándose y no perdía a su hijo de vista. Había ido a hablar con la profesora que se hacía cargo de él en la escuela y le había dado órdenes expresas de que nadie salvo ellos y Cooper o Jessica se acercaran al menor. Le había contado a la mujer lo sucedido y ella se había mostrado comprensiva.

El moreno también estaba intranquilo, pero no se podía dejar llevar por los sentimientos negativos. Debía ser fuerte por su familia. Pero también estaba pendiente de sus hijos, tenía miedo por ellos. Su hermano y él hablaban todos los días, todos estaban asustados. Esperaban el golpe de los señores Anderson y que tardaran tanto no era algo reconfortante para ellos.

Una mañana, Kurt estaba trabajando en casa porque Liz había enfermado. La niña tenía gripe y estaba en la cama mientras su padre elegía telas en el muestrario que le habían mandado para decidir los colores para la nueva colección de vestidos de noche. Cuando el timbre sonó, sintió un escalofrío en todo el cuerpo, casi como si su cuerpo sintiera lo que estaba a punto de ocurrir. Abrió la puerta para encontrarse a un hombre de gafas, de origen latino, de unos cincuenta años y aspecto serio.

– Hola. Soy el señor Perez. Soy asistente social. Hemos recibido una demanda contra ustedes. Según eso, ustedes no serían buenos padres y no estarían cuidando como deben a sus hijos. He venido para ver si es cierto o no.

Hola. Yo soy el señor Hummel-Anderson. Pase por favor. – Kurt guió al visitante al salón y le ofreció algo de beber, pero él lo rechazó cortesmente. – Ahora mismo mi marido está en el teatro con su nueva obra. No sé si lo sabrá pero Blaine es uno de los compositores y escritores más exitoso de Broadway.

– Sí, lo sé. Además sé que usted es un gran diseñador con fama en todo el mundo. Ahora bien, con carreras tan exitosas yo me pregunto... ¿Tienen tiempo para sus hijos?

Sí, lo tenemos. Lo que pasa hoy es un claro ejemplo. Normalmente trabajo en la oficina hasta que mis hijos salen de la escuela, donde voy a buscarlos y venimos a casa los tres juntos. Poco después se nos une mi marido. Sin embargo, hoy Liz se levantó con fiebre, por lo que me quedé para cuidarla.

– ¿La niña está aquí? ¿Dónde? – El señor Perez miró a su alrededor buscando a la pequeña.

En la cama. Tenía fiebre, fuimos al médico que me recetó los medicamentos y me dio algún consejo para ayudarla a sentirse mejor, volvimos a casa, le preparé un vaso de leche con miel, se tomó sus medicamentos y se fue a dormir. – Kurt dijo sin siquiera pensarlo, no era mentira.

La mirada del visitante recorrió la sala. En un estante alto del mueble, fuera del alcance de los niños, había una bote de jarabe y una caja de pastillas para aliviar los síntomas de la gripe. Todo estaba ordenado y limpio, el hombre que tenía en frente parecía equilibrado y un buen padre. No entendía el motivo de la denuncia.

¿Puedo preguntarle algo? – Indagó Hummel.

– Puede preguntar lo que quiera. Si no puedo darle información, simplemente evitaré responderle.

¿La denuncia es de mis suegros? Bueno, si es que a estas alturas puedo llamarlos suegros...

– La denuncia es de los Señores Anderson, así es. ¿Por qué lo pregunta?

Kurt se encontró a sí mismo explicándole al señor todo lo ocurrido con los padres de Blaine. No omitió ningún detalle, desde como echaron de casa a su esposo cuando éste contaba con tan sólo quince años y las consecuencias que tuvo en su vida, lo que pasó en el juicio contra el violador de su marido hasta su último encuentro con ellos en el parque.

– Veo que su relación con ellos no es buena. – Comentó el mayor.

No, no lo es. Llevábamos más de diez años sin saber nada de ellos. Mi sobrino, hijo del hermano de mi esposo, no ha conocido a sus abuelos y tiene nueve años. No somos sólo nosotros los que nos hemos distanciado de ellos y los que no tenemos buena relación. Cooper, mi cuñado, dejó de hablar con ellos cuando se enteró que habían dejado a Blaine en la calle.

– Será importante la declaración de su cuñado en el juicio.

¡¿Juicio?! – El ojiazul se alarmó.

– Sí, así es. A lo largo de una o dos semanas, les haremos varias visitas para tener un informe que presentar sobre la vida de los niños. Además, entrevistaremos a sus familiares y amigos, profesores y otros padres de compañeros de los pequeños. La demanda incluye una petición de custodia hacia su hijo menor, William Finn Anderson...

Pero no de Liz.

– No, en caso de que les quitemos la custodia, Elizabeth Susan Anderson pasaría a estar custodiada por el Estado hasta que se entregue en adopción o acogida.

No me pueden quitar a mis hijos, por favor... – Suplicó Hummel.

– Si usted es buen padre y su esposo también, no tiene nada que temer.

***

Cuando Blaine llegó del trabajo, se encontró a Kurt llorando en brazos de Cooper en el salón mientras Jessica intentaba distraer a John, Liz y Will. Se notaba en la mirada de la rubia que tampoco era feliz. Les dio un rápido beso a sus hijos y sobrino antes de correr hacia su esposo.

– Amor, que ocurre. – El moreno se arrodilló frente a él.

– Nos quieren quitar a nuestros hijos. – El llanto del castaño aumentó mientras se abrazaba a su marido, los ojos color miel buscaron a su hermano para encontrar la respuesta a todas las preguntas que tenía.

– Cortesía de papá y mamá. Una demanda de custodia. ¿Por qué no se nos ocurrió? Han alegado que sois malos padres, ellos se ofrecen a cuidar de su nieto biológico. – El mayor estaba desesperado.

Para Blaine era como si un terremoto, un huracán y un tsunami hubieran arrasado su mundo a la vez. Kurt siempre había sido el fuerte y verlo tan derrotado, tan asustado no era nada reconfortante.

– No se los van a llevar. Somos buenos padres... ¡Somos los mejores padres! No tenemos nada que temer. Tenemos a Cooper, Jessica, Rachel, los profesores de la escuela de Liz y Will... Ellos pueden confirmarle al juez que somos buenos padres y que quitarnos a nuestros hijos es un error.

– Hemos hablado con un abogado. – La rubia comentó después de proponerles a los niños que jugaran solos. – Si existe la mínima duda de que sois buenos padres, se llevarán a los niños hasta el juicio para evitar que les hagáis daño. ¿Hay alguien a parte de vuestros padres que puedan declarar en vuestra contra?

– ¿Hacerles daño a Liz o Will? ¿Quién puede pensar eso? – Gritó Hummel, asustando a los otros tres.

– Piensa que estas medidas están pensadas por el bien de los niños. Hay padres que no son buenos y no hablo de que no sepan educar a sus hijos o que sean despistados y dejen tijeras cerca de ellos. Hay personas que no deberían tener niños. – La mujer aclaró.

– Rachel y vosotros vais a declarar a nuestro favor. La profesora de Will también, nos conoce desde el primer día de clase de Liz y sabe que los niños están bien cuidados. El profesor de Liz creo que también sabe que la niña está bien con nosotros... – Blaine comentó, más para su tranquilidad que por otra cosa.

No pudieron seguir conversando porque los niños llegaron pidiendo la cena. Así que Cooper y Jessica se pusieron a preparar algo rápido mientras Kurt y su marido se abrazaban e intentaban tranquilizarse. No debían perder la esperanza. Eran buenos padres y, de una manera u otra, eso lo notaría el juez para permitirles quedarse con sus hijos. Pero hasta ese día, ellos vivirían con la incertidumbre y el miedo. ¿Qué harían si les quitaban sus hijos? ¿Cómo sobrevivirían sin esa familia que habían formado?

SI Hay Motivos Para Seguir (Klaine boyxboy)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora