EPÍLOGO

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EPÍLOGO (10 AÑOS DESPUÉS)

– No me lo puedo creer. ¿Dónde está? – El ojimiel se paseaba nervioso por la casa, mirando todo lo que su hija se había llevado.

– Tranquilo Blaine. Aparecerá y podréis aclararlo todo. Es una adolescente que acaba de descubrir que es adoptada. Es normal que esté confundida. – Cooper intentaba tranquilizar a su hermano. Los dos estaban en casa de la familia Anderson-Hummel.

– ¿Qué esperaba? Somos dos hombres. Biológicamente es imposible que tengamos hijos. – Protestó el menor.

– Pero es muy evidente que Will es tuyo. Sois dos gotas de agua. Es impresionante lo que hace la genética. – El ojiazul intentó razonar con su hermano.

– ¿Y cree que por eso la quiero menos? – El más bajo preguntó.

– No lo sé, es una adolescente... Y muy rebelde, déjame decirte. – El mayor intentaba estar tranquilo por los dos.

El timbre sonó y Blaine corrió a abrir. Sin embargo, se decepcionó al ver a Jessica y a Junior. Cooper Anderson Jr, conocido por sus familiares como Junior, era un niño de ocho años, once años menor que su hermano John. Todo lo que su primo Will se parecía a su tío Blaine era poco para el parecido que él guardaba con su padre. Aunque más tranquilo que su progenitor, eran exactamente iguales tanto en el físico como en la personalidad. Sus padres habían perdido la esperanza de tener un segundo hijo cuando se enteraron del embarazo. Nueve años buscando darle un hermano a John harían que cualquiera se rindiera. Kurt siempre bromeó que lo de la diferencia de edad era algo de familia, alegando que a su esposo y su cuñado también les separaban varios años. El mayor de los Anderson siempre contra-atacaba diciendo que si tenían a Liz era porque la adoptaron. Los Anderson no conciben hijas. Porque durante esos diez años la relación de las dos parejas no había cambiado.

El menor se quedó con su tío en casa mientras sus padres fueron a buscar a la adolescente. John, Kurt, Rachel y su marido también la buscaban por la ciudad.

***

Un joven apuesto, de ojos azules y una melena rubia rizada se acercó a una chica que lloraba ocultando su cabeza en sus brazos, que estaban apoyados en sus rodillas flexionadas. El pelo rizado negro de la joven caía descontrolado en todas direcciones. A su lado había un bolso de viaje y una mochila.

– ¿Liz? – John dijo en tono suave, la menor levantó la mirada para dejar ver sus ojos azules hinchados de tanto llorar. Sabía que se la encontraría en ese rincón de Central Park, un punto donde no se veían rascacielos y en el que los árboles la refugiaban de miradas indiscretas. Era su lugar favorito y donde normalmente se escondían ambos para estar a solas. Su amistad había sido inquebrantable en esos años y estaban muy unidos.

– ¿Qué haces aquí? – Preguntó la joven.

– Te buscaba, todos están preocupados.

– ¿Sabías que soy adoptada? – La chica sollozó.

– Sí, hace un par de años decidí hacerle preguntas a mi padre. Me hizo prometer que no te lo contaría porque eras tú quién debía preguntar. – El joven frunció el ceño. – Pero tú debías saberlo ya. Dos hombres no pueden tener hijos.

– ¡No soy estúpida! Además, ya hablé de eso con mis padres hace mucho. Nos dijeron que habían recurrido a una mujer, eso era evidente. Que éramos sus hijos, de los dos, sin importar nada.

– Entonces... ¿Por qué todo esto?

– Will sí es hijo de Blaine. ¡Son exactamente iguales!

– ¿Y?

– Yo no soy hija de ninguno. – La chica suspiró. Su primo la rodeó con sus brazos.

– Eres hija de mis tíos Kurt y Blaine, eres hermana de Will y mi prima, sobrina de mis padres, de la tía Rachel y del tío Jesse. El que diga lo contrario, miente.

– Pero... Will es más hijo de Blaine que yo.

– ¿Qué? Pero si eres la princesita del tío Blaine. Está en casa esperándote muy preocupado. Aun no sé como le han convencido para que se quede, pero papá tenía razón. No puede salir a la calle tal como está.

– ¿Está triste? – La chica miró a los ojos de su primo.

– Creo que si no volvemos a casa, le va a dar un infarto. Así que, señorita, recoge tus cosas y vámonos de aquí.

A pesar de la orden que le había dado a la joven, él colgó el bolso de viaje de su hombro ya que era lo que más pesaba. Después de eso, ambos se cogieron de la mano, como otras tantas veces habían hecho.

***

La puerta se abrió y Liz y John entraron a la casa de los Anderson-Hummel. Blaine apenas los dejó pasar cuando se abrazó a su hija.

– No me vuelvas a dar este susto, princesa. – Dijo el ojimiel. La chica vio por encima del hombro de su padre como su primo le guiñaba un ojo.

– Vamos enano. He avisado a los papás. Te llevo a casa antes de volver a la residencia de la universidad. Los tíos tienen que hablar con Will y Liz. – John avisó a su hermano y ambos salieron de allí.

***

Cuando Kurt y Will llegaron se abrazaron a Liz. Los adultos sabían que tenían que explicarles a sus hijos todo. El castaño preparó té, iban a ser unas horas muy largas. Hasta ese día habían evitado contarles toda la historia a sus hijos. No querían que eso les afectara ni que pensaran que ellos podían cometer alguno de sus errores, sobre todo el del intento de suicidio. Además, temían que la chica pensara que la querían menos por no llevar sus genes. Pero con dieciséis y trece años ya tenían más capacidad para entender. Se sentaron los cuatro en el mismo sillón, Kurt y Blaine en el medio, la chica apoyada en el hombro del moreno y el niño abrazado al más alto.

– Lo primero que debéis saber es que los dos sois nuestros hijos. No importa como llegarais a nuestras vidas ni lo que queríamos. ¿Eso está claro para los dos? – El ojiazul miró a los adolescentes que asintieron. Blaine suspiró.

– Después de casarnos queríamos ser padres. Bueno, la verdad es que aceleramos la boda porque estábamos ansiosos por tener un bebé. Queríamos adoptar pero ninguna agencia nos dejó... Y en ese momento, conocimos a tu madre, que estaba embarazada. – El moreno señaló a Liz.

– ¿Por qué una adopción? Es más complicado que una madre subrogada. – La joven argumentó.

– Nuestras vidas no habían sido fáciles y queríamos darle una oportunidad a un niño o niña que no tenía a nadie. – Hummel respondió.

– Entonces... ¿Por qué yo si llevo los genes Anderson? – Preguntó Will.

– Cuando Liz tenía dos años, sentimos que estábamos preparados para ser padres otra vez pero ninguna agencia nos daría un bebé, así que buscamos una madre sustituta.

– ¿Tan homófobos eran en esa época? – La chica entrecerró los ojos. – La tía Rachel tiene dos papás y evidentemente nació antes que nosotros.

– Eran homófobos, pero en otras circunstancias habríamos sido padres. El problema era nuestro pasado, un pasado lleno de dolor. Todo comenzó cuando yo tenía quince años... – Anderson comenzó a contar toda su historia, sus hijos debían saberlo.

Por fin Kurt y Blaine les contaban a sus hijos como se conocieron, como habían avanzado hasta llegar a ser esa familia perfecta. Porque a pesar de ese problema, la familia había sido feliz. Los niños amaban a sus padres y se amaban entre ellos. Esa tarde hubo lágrimas e incluso Liz reconoció tener algún recuerdo de los días que estuvieron custodiados por los servicios sociales. Los adolescentes no podían creer que sus padres habían pasado por tantos problemas pero, para ser sinceros, eso hizo que los admiraran más. La chica entendió que sus padres la amaban y que la habían querido incluso antes de nacer. Porque no es necesario compartir genes para amar a alguien y en esa familia, sobraba amor.

SI Hay Motivos Para Seguir (Klaine boyxboy)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora