Mierda

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Perdí el conocimiento por completo, pero... de repente desperté en el hospital. "Mierda"-pensé.

¿Cómo carajos había llegado ahí? ¿Quien carajos me había encontrado y traído aquí? Pues sea quien sea, lo odio.

Sentía que la cabeza me iba a estallar, me sentía mareada, y con un terrible dolor en el estómago.

Estaba tan enojada conmigo misma, por que había fallado en lo que yo misma me había prometido, que todo terminaría, y no fue así. Que estúpida fui ¿cómo puede fallar?. Entro un médico y me pregunto:

-Hola coroline, ¿cómo te sientes?

-Emmm... "Bien".

-Perfecto. Toma, medicamentos, tendrás que tomarlos muy seguido jovencita, te causaste un muy fuerte daño con lo que hiciste, espero y no vuelvas a hacerlo nuevamente.

-No, seguro que no.-mentí.

-Esta bien. Tienes visitas, ahora vienen.-dijo mientras salía.

-No. No quiero ver a nadie.

-Lo siento, tienen que pasar... ahora, ahora vienen.

El médico salió y guarde las pastillas bajo el colchón de mi cama. Obviamente no pensaba tomarlas. Me quede unos minutos allí sola, pensando en que carajos había fallado, en quién fue quien me trajo aquí, a este horrible hospital ¿quien?

Escuche que alguien venía, así que me tape con las cobijas y fingí que dormía. Escuche que abrían la puerta y se acercaban a mi. No tenía idea de quien era, sentí que me tocaba el hombro, pero no decía nada, nada, absolutamente nada. Escuchaba su respiración, parecía que lloraba, seguía con su mano en mi hombro, por como sentía su mano, estaba completamente segura de que era un hombre, pero ¿quien?. Pasaron unos minutos, y se fue. No dijo nada, sólo se fue. En cuanto salió me destape pero no logre ver de quién se trataba. Entro el médico y me dijo que ya tenía que dormir, que mañana en la mañana mi madre vendría por mi para llevarme a casa.

La noche que pase en el hospital, fue lo peor. No dejaba de reprocharme el haberme fallado a mi misma, haberle fallado a los demás... les falle a todos. Soy una imbécil.

El solo pensar en qué sería de mi cuando saliera de este lugar, me asustaba, me asustaba realmente. ¿Qué le diría a mi madre? Ni siquiera tendré el valor de verle la cara y explicarle el porque hice todo esto. ¿Qué le diré a mis hermanos? ¿Qué le diré a mis amigas?.

¿Qué dirá el colegio entero de mi? ¿Se habrán enterado? ¿Y si se burlan? miles de preguntas pasaban por mi cabeza, no quería salir de allí, pero tampoco quería quedarme, sólo quería desaparecer, solo eso.

Toda la noche transcurrió fatalmente, lágrimas escurrían por mis mejillas sin parar, me tapaba la boca para que nadie me escuchara llorar, tenía frío, miedo, coraje... pero sobre todo miedo, mucho miedo. Nunca me había sentido tan sola como aquella noche, fue una noche el la que te sientes abandonado, esa noche sentí que estaba sola y sola me iba a quedar siempre. Es estúpido que piense eso si solo tengo 16 años, pero créeme, fueron los 16 años más horribles de toda mi vida. La vida me ha golpeado duro, eso es todo.

Por fin me quede dormida. A la mañana siguiente entro el médico, nuevamente me dio un frasco de pastillas y dijo que me cambiara y esperara en el pasillo a mi madre. Eso hice. Espere un largo largo largo rato a mamá, pero nunca llego. Típico de ella. Así que la madre de Melissa opto por venir por mi. Después de unos minutos llego, bajaron rápidamente del auto ella y Melissa, corrieron por el pasillo y al llegar me miraron. Ambas me miraron con una gran tristeza. Melissa tenía lágrimas en los ojos, se veía molesta también. Pero, sólo se acercaron y me dieron un gran abrazo. Fue tan reconfortante el saber que a ellas si les importaba, me sentí querida, y no me sentía así desde hace ya un largo tiempo.

Nos dirigimos al auto y no dijimos nada durante todo el camino, fue muy incómodo. Llegamos a casa y baje del auto.

-Gracias señora Jackson. Adiós Melissa, te veo luego.-me despedí.

-No hay de que linda, cuídate, pasa luego a la casa, será un gusto tenerte allí.

-Claro señora, hasta luego.

Melissa no respondió nada, ni siquiera me miro para despedirse ni nada. Fue muy extraño.

Estaba allí, parada frente a mi casa sin saber que hacer. Pero me armé de valor y decidí entrar y enfrentar a toda esa gente que tengo como familia. Para ser sincera al entrar a casa creí que estarían todos en la sala esperándome, con un cartel de bienvenida, incluso creí que habría una tarta y toda esa clase de hipocresías. Pero no fue asi, no había nadie esperándome, la casa estaba igual que como el último día que la vi. Nadie se tomó la molestia ni siquiera, de estar allí para cuando yo llegara. ¿Porqué? Porqué no les intereso, así de facil. Aveces me hacen pensar que les hubiera encantado que hubiese muerto. A mi tambien me hubiese encantado, pero desgraciadamente no fue así.

Subí a mi habitación y cuando abrí la puerta, allí estaban Emily y Ben. Ambos corrieron a abrasarme rápidamente eso me hizo sentir realmente feliz, ellos son la única razón que tengo para seguir, no pienso dejarlos solos en este horrible lugar, en esta casa con esta gente. Ellos también ya han sufrido demasiado para ser tan solo unos niños.

-Te extrañamos Coroline, ¿a dónde fuiste?-dijo Ben.

-A ningún sitio chicos, a ningún sitio. Ya estoy aquí, no se preocupen, les prometo, que jamás, jamás, me volveré a ir ¿okay?

-¿Lo prometes?-dijo Emily.

-Lo prometo.-los abrace.

Espero no fallarles como le he fallado a todo el mundo.

La historia de CorolineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora