©2©

2.3K 195 65
                                        

-Mamá...maldita sea. Voy a mi primer día de trabajo, no a un desayuno con la reina.

La risa de mi hermana desde la cama me hace fulminarla con la mirada.

-Pero si estás adorable... - ronroneó mi madre anudándome el cinturón alrededor de la falda negra.

-Mary, deja a la niña en paz- suspiro de alivio cuando mi padre entra.

Aunque sé perfectamente que acabaré saliendo con esa ropa de abuela, ya que mi pequeño corazón siempre quiere contentar a mi madre.

Se habían levantado todos a las ocho de la mañana. Intenté ir silenciosa, para no despertar a nadie...

Pero mi sorpresa fue grande al encontrármelos con unas sonrisas de oreja a oreja, sentados en la mesa, con el desayuno preparado.

No les culpo de su ilusión... Me culpo a mí por ocultarle la verdad.

-Cállate Bob- gruñó mi madre, tan maternal y buena esposa.

-Al menos déjame escoger el peinado- susurro haciendo una mueca.

Me mira con desaprobación y suspira, con sus ojos llenándose de lágrimas.

Juro que como empiece a llorar, exploto yo también. Me pone la mano en la cara y me acaricia la mejilla.

-¿La trencita?

Mi sonrisa melancólica me hace darle un beso en la palma d su mano.

-La trencita- afirmo.

Me siento en el sueño, como solía hacerlo de pequeña.

De rodillas, mi madre se sienta en la cama detrás de mi y me empieza a hacer una de sus famosas y hermosas trenzas.

Siempre me encantaron las trenzas que me hacía desde pequeña. En los exámenes, llegué incluso a creerme que hacerme una trenza era mi amuleto para aprobar.

Cuando termina su trabajo, me da un beso en la frente y se pone de pie.

-Te esperamos en la entrada cielo. Queda media hora para las ocho y  media. No querrás llegar tarde- avisa mi madre y echa a mi hermana y a mi padre de mi habitación.

Cuando quedo sola, suspiro.

Me siento en la cama y mi reflejo capta mi atención en el espejo de cuerpo entero que tengo al lado del armario.

No puedo evitar reírme yo sola. Mi trenza con la falda negra larga y la camisa blanca ajustada, me hace lucir como una mujer de cincuenta, con todo arreglado en la vida.

Suspiro y me pongo los zapatos negros de tacón antes de coger mi bolso y salir. Encuentro a mi padre arrancando el coche y de pronto tengo cierta vergüenza de ir por las calles de la ciudad con el capó del coche abollado.

-Hija, ¿quieres que...?

-¡No!

Maldigo ante la cara de impacto de mi padre. Carraspeo y evito las miradas confusas de mi madre y mi hermana.

Sabía perfectamente lo que me iba a decir.

-Quiero ser responsable de mí misma papa. A partir de hoy, una nueva Annie Frall a nacido- parezco convencerles ya que madre empieza a llorar y yo corro hacia el coche.

Les hago un último saludo con la mano antes de salir del rancho para ponerme en la carretera que me llevaría a Sydney.

La radio no funciona así que me tengo que conformar con el silencio y el ruido de las llantas del coche contra el suelo mal formado.

GITANA✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora