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Si algo he aprendido en ésta vida, es que una de las peores cosas que pueden ocurrir, es que aquella persona que te a dado tus mejores recuerdos...

Acabe siendo también un recuerdo.

Y no pensaba dejar que mi mejor amiga y mi hermana se vaya de mi lado. Aparco el coche de cualquier manera en el bordillo y corro por las escaleras que llevan al hospital.

-Fa... Fátima Hudgens- jadeo apoyándome en la mesa de la secretaria.

Ésta me mira confundida y sin dejar de mirarme coje una libreta.

Me dice un número y yo esquivo el ascensor al ver que suben una camilla con un herido.

Un grito de alivio acompañado de un sollozo sale de mi boca y me importa una mierda que la gente a mi alrededor me mire raro, corro hacia mi mejor amiga y la atraigo hacia mí para abrazarla.

Afortunadamente mis lágrimas siguen en su sitio, sin bajar, y me separo de ella para ahuecar su cara entre mis manos.

-Fátima cariño... ¿Estás bien, estás herida?

Mi propia voz me falla al verla taparse la boca con la mano para sollozar.

Se aparta de mi y yo la sigo sujetando del brazo. No pensaba soltarla. Algunos de sus familiares están presentes pero yo sólo tengo ojos para la muchacha asustada que tengo delante de mí.

-Sácame de aquí, Annie, por lo que más quieras.

Y no tiene que repetirlo dos veces.

Corremos hacia la salida cuando lo que parece ser un doctor la grita que debe permanecer tumbada un rato más.

Subimos a mi coche y no hablamos en todo el trayecto que conllevaba salir de la ciudad.

De vez en cuando la miraba de reojo, para verla morderse las uñas nerviosamente, mientras las lágrimas salían sin ruido alguno de sus ojos.

Me comí la cabeza sobre lo que podría haber ocurrido en todo el trayecto, hasta que aparco delante del bosque.

Nos bajamos en silencio y la hecho un brazo por encima de sus hombros para atraerla hacia mí en silencio.

Llegamos al lago y nos sentamos juntas en la orilla, como siempre. Ninguna habla, solo mamtenemos la vista al frente.

No le preguntaré nada. Ella me lo dirá en su momento. Ella sabe lo que hace. Ella...

-Cáncer de pulmón- susurra de repente.

¿Alguna vez habéis sentido un dolor agudo en el estómago? ¿Tan fuerte que apenas podéis respirar bien? ¿Cómo si alguien hubiese lanzado una patada a vuestro estómago mientras estabais dormidos?

Eso.

Eso fue exactamente lo que sentí en aquel momento. No aparté la vista del frente, ni mi posición con mis brazos sobre mis rodillas.

Pero sí lloré. Mis labios empezaron temblando, y en cuanto las lágrimas cayeron, acabé temblando entera.

Apreté los ojos y sollocé con rabia cuando escuché su llanto. Apoyó su cabeza en mi hombro y yo me llevo las manos a la cabeza, tirando de los pelos de mi cabeza.

Permanecimos en silencio, en aquella posición, hasta que el sol empezó a ponerse.

Las lágrimas ya se habían secado en nuestras mejillas, pero el dolor aún yacía allí. Me dí la vuelta para levantar su cara y volver a ahuecarla entre mis frías manos.

Le limpié con mi pulgar una lágrima rebelde.

-Pu... ¿Pueden hacer algo? - pregunté, temerosa de la respuesta.

GITANA✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora