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-¡VOY A SER ABUELA!

-¡SHHT!

-¿Desde cuando tienes una hija, Dora?

Un cubo de agua fría cae sobre mí al escuchar la voz de Matt bajar por las escaleras.

La mujer disimula y coge la fregona.

-En realidad es una amiga muy cercana a mí y bueno, para mí es como una hija- sus ojos se llenan de lágrimas y yo me tapo la cara con las manos mientras lloro.

Ella me abraza y la correspondió, mientras ambas lloramos, emocionadas.

-Mujeres- escucho a Matt bufar- No hay quien las entienda.

Vuelve a subir las escaleras y Dora se encierra conmigo en el baño del vestíbulo, ya que en mi cama sigue Tristán, durmiendo.

Le cuento todo con detalles y me toca la fibra sensible cuando empieza a inventar nombres para la vida que yo llevaba dentro.

Por no mencionar el ataque de besos que le proporcionó a mi barriga.

-¿Cómo que tu no tienes ningún nombre favorito? - me encojo de hombros.

-El día en que nazca, yo sabré cómo se llamará al mirarle a la cara, Dora.

Eso sólo la emociono más y nos pasamos minutos en el baño las dos llorando.

Ella por la emoción y yo por la angustia de no saber cómo decirle la noticia al padre. Cuando fui a despertarlo, se me ocurrió una idea y volví silenciosamente sobre mis pasos para después cerrar sigilosamente la puerta.

Subí arriba a trote pero al sentir malestar en mi estómago, me detuve. Hay muchas actividades las cuales ahora tendré que dejar hacer.

Tomé la llave de emergencia de debajo de la alfombrilla de su apartamento y entré sin dudarlo.

Observé que ésta vez no destruyó tantas cosas como la última vez, por lo cual no me demoré tanto tiempo recogiendo.

Y mientras entraba a la cocina y me ponía manos a la obra con las cosas que le dije a Dora que saliese a comprar, me puse a pensar en mi vida en general.

En el fondo no me quejaba. La estabilidad emocional que tanto me costó hacer que tuviese Fátima, la a obtenido por fin aunque la culpa sigue en mi interior.

Las cosas con Tristán van bien aunque creo que ya me voy acostumbrando a éstos cambios. De repente, de la nada, podía surgir una pelea, pero después ambos estaríamos tumbados, desnudos y agotados.

Me encanta cuando jugamos a tentarnos.

Me encanta.







-¿Gitana?

-¡En la cocina!

Sus pasos acercándose me hacen quitarme el delantal a tiempo y sentarme en la mesa.

Él abre la boca de la sorpresa al ver lo que tenía montado en la cocina. Sí, había hecho un desastre al cocinar la tarta que ahora estaba encima de la mesa, pero había merecido la pena.

Sonrío y le señalo la silla que tengo enfrente de mí. Dudoso, camina y se sienta, mirando la mesa con una sonrisa.

-He querido tener éste detalle contigo porque a la vez también quería un poquito de paz, para que ambos hablemos de lo nuestro- asiente de inmediato, haciéndome sonreír.

Le sirvo un trozo grande del pastel de chocolate y hago lo mismo conmigo.

Empezamos comiendo y masticando lentamente. De vez en cuando lo miraba, pero al ver que el no diría nada, decidí ser la primera en abrir la boca.

GITANA✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora