Probabilidad.

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Conocí a un chico nuevo, su nombre es Adrián.

Al principio no le presté atención, pasaron los meses y a veces hablábamos. Fue que hablamos bien cuando le mandé mensaje, preguntándole por una tarea. Por fortuna me la pasó y de ahí comenzamos a llevarnos muy bien.

Poco a poco le tomé confianza, y de alguna u otra forma llegó a llamar mi atención, hice caso omiso a esta, ya que pasaba por momentos difíciles y tal vez sólo estaba confundida.
Una tarde en la escuela, jugabamos el famoso "¿Qué probabilidad hay?". Ya habían ocasiones en que lo habíamos jugado, cuando llegó Adrián hicimos una tregua para que cada que me tocara a mi poner reto a alguien, yo lo escogería a él para que pudiera besar a otras chicas.
Desafortunadamente, esa tarde nuestro plan se fue por la borda.

- Adrián-llamaron su nombre y se me erizó la piel- ¿qué probabilidad hay de que beses a Ale por 5 segundos, en los labios?

- ¿Disculpa? - pregunté exaltada.

Me ignoraron completamente, él sólo me miraba, como si dijera "no puedo hacer nada al respecto". Yo repetídamente me negaba, pero como dije: me ignoraron nuevamente.
Y comenzaron a contar.

- 1... 2.... ¡3!

- ¡Dos!

-¡Dos!

Ambos gritaron al mismo tiempo y sentí cómo mi sangre bajó de mi rostro.

Adrián me besaría, eso no puede ser, somos amigos. Los amigos no se besan, él no va a besarme, claro que no.

Adrián se acercaba poco a poco, con resignación.

- Qué demonios estás haciendo. - solté.

- Tengo que hacerlo.

- No, no tienes qué. - expliqué, en frente de todos, y todos me abuchearon.

- ¡Tienes que hacerlo Adrián!

Y se acercó aún más.

- No te atrevas...

Y de repente sentí sus labios junto a los mios, moviéndose suavemente.
Sus ojos completamente cerrados, cómo si disfrutara del momento.
¿Yo? Tenía los ojos abiertos, no pude cerrarlos, solamente escuchaba la manera en que contaban lentamente.

- Cuatro... ¡Cinco!

Y siguió besándome, hasta que me separé, mi rostro estaba muy, muy rojo.

- ¡Basta! - solté torpemente.

Sólo es un beso, como cualquier otro. Nada más. Sólo un beso.

Me repetía constantemente, tal vez quería mentirme a mí misma de que sólo era parte de un juego y que no era nada importante.

La adolescencia de una chica mexicana Donde viven las historias. Descúbrelo ahora