Jaque mate

12 0 0
                                    

Viernes, 11 de Mayo del 2018.
12:35 p.m

Estaba caminando por los pasillos del tercer piso del edificio de mi preparatoria. Considerando la hora, era bastante tarde, siempre suelo llegar temprano, ese día fue una excepción. Con desesperación me asomaba a cada uno de los salones, con la esperanza de ver a mis compañeros de aula, ya había revisado del 17 al 15, pero no había rastro de ellos. Llegué a las escaleras, aún no había rastros de ellos, opté por bajar al segundo piso, de no haber sido interrumpida y arrasada por una notable fuerza que hizo que cayera al suelo.

- ¡Hola! - me saludó.

- Vaya, es el bastardo que no puede recibir bien a una amiga.

- Cálmate Ale, anda, te ayudaré a levantarte nada más por que me caes bien. - se levantó y rápidamente extendió su brazo hacia mi.

- Gracias, Daí. -me levanté y sacudí mis ropas- ¿Qué? ¿por qué te lanzaste contra mi, eh?

- Súperalo. Iba a avisarte que los de tu salón no están en tu salón, en él siguen los de la mañana.

- Demonios. - maldecí.

- ¿Cómo vas? ¿todo bien?

- Yo siempre estoy bien, Daí. - alardeé.

- Ja, mentirosa.

Una mueca se figuró en mi rostro. Daí me observó dolido.

- Ya pues, ven aquí. -me abrazó- Perdón.

- Tranquilo. -dije y me separé- Gracias.

De reojo observé una silueta conocida.

- Hola Ale, Daí.

- Hola Adriana. - saludó Daí.

Los tres comenzamos a platicar, Daí nos presumía una playera de SpiderMan que le habían regalado en su fiesta de cumpleaños.

- ¡Ale! El profesor ya encontró salón. - nos avisó Itzel.

- Bueno, yo me voy ya. - se despidió Adri.

Daí y yo seguimos platicando un rato más.

- Ya me voy, no quiero cantar La Chona. -le dije- hasta luego.

Giré para ir al salón pero no pude avanzar por su agarre.

- ¿Qué traes tú? - pregunté confundida.

- No te vas a ir.

- Tengo que, suéltame.

- No, tú vas a comer a la cafetería conmigo.

- Aja, ¿y luego?

- ¡Vamos! Si no, no te dejaré entrar. - amenazó.

Comenzaba a hacer presión en mi muñeca.
Consideré la idea de comer con él, tenía que contarle muchas cosas.

- ¡No puedo, tengo clase! - comencé a reír de nervios y tratando de zafarme.

- Bueno. - se rindió y me soltó.

- ¡Hasta luego! - se despidió con una sonrisa.

- Hasta luego.

2:17 p.m.

- Vamos a la biblioteca. - lo animé.

- ¿Para qué?

- Tengo que platicar contigo.

- Ya estamos en eso, de hecho.

- Vamos.

- No. - se negó rotundamente.

La adolescencia de una chica mexicana Donde viven las historias. Descúbrelo ahora