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ELIZABETH


UNA SEMANA DESPUES...

Es el caos.

Todo el mundo en la oficina solo me observa ya sea a escondidas o abiertamente, los proveedores me llaman sin cesar uno tras otro para asegurar que sus pagos "no pueden retrasarse", las fabricas llamaban para hacer un informe de presidencia, (es decir solo llamaban para ver quien era el presidente), yo sólo les daba la orden de no descuidar el trabajo y seguir con los tiempos y productos en forma, el buffet de abogados de la empresa ahora estaban a cargo y me dieron el cargo de sub-directora provisional, como resultado del intermedio entre la citación de la empresa y el testamento de Arthur.

En pocas palabras podía hacerme cargo de todo, pero ahora nadie lo hacía de buena cara y con seguridad.

Ahí es cuando empecé a ser más dura con todos, las secretarias cometían errores de principiantes, los ejecutivos se atrevían a decir que tenían ofertas de trabajo con la competencia, en las cámaras de seguridad veía a algunos que se fueron totalmente a deshoras de la jornada laboral y bueno ya no era la brillante empresa a la que se dedicó Arthur Hammer toda la vida. Y además ¿quién era yo para sermonearlos? una más de ellos una asalariada, literalmente al parecer habían olvidado hacer bien sus deberes y aunque no lo quisiera aceptar ya nunca sería lo mismo.

Ahí fue cuando se me ocurrió hacer el Memorándum.

En él citaba que sí, el presidente de la empresa había fallecido pero sí estuviera solo enfermo núnca se esperaría este comportamiento de sus empleados, "de su mano derecha" como él decía, también los animaba a creer que todo esto era pasajero y cuando todo se arreglara lamentarían su holgazaneo, de hecho pegué uno a mi propio cubículo para que tampoco a mí se me olvidara.

Desde ese día apoyé a cada departamento pasaba por Diseño, Contaduría, Servicios o en papelería más de una vez, iba a cada rato a la revista por si a alguien necesitaba algo yo se los facilitaba, terminaba rendida al punto de tocar cama y dormirme sintiendo que no había descansado nada, pero lo hice.

Así pasó un mes completo de ello.

Por suerte la revista tenía los proyectos ya programados para su publicación pero la voz del director no estaba aprobando nada y al yo decir que si, solo era para ellos una sugerencia, no sabía que pasaría si no había una solución para el mes siguiente.

Casi estuve a punto de llamar a mi madre y pedirle un consejo.

Pero no fué hasta que cumplimos un mes sin noticias que por fin al día 32 ocurrió, se leyó el testamento de Arthur Hammer y no me esperaba ser citada al juzgado pero era su testamento y si ahí se me solicitaba no podía faltar.

Al llegar al edificio me sorprendió ver un Audi KOBRA azul y gris aparcado, ese modelo aún no habían salido de nuestras fabricas pero sabía que no era una casualidad seguro le pertenecería a alguien de la familia Hammer, después de todo solo ellos tenía acceso a los autos de colección.

La entrada estaba llena de periodistas así que me escabullí por la entrada de atrás los esquive a todos, no quería que me notaran. Entré y me identifiqué en la oficina, al verme el abogado Joe Sprausse se paró y me dijo:

—Te esperaba.

—¿Mucho?

—No, acabo de llegar.

—¿Estas listo?

—Vamos—me dijo.

En cuanto pasamos la puerta, se hicieron de podría decir todas las formalidades pero simplemente llegamos a la parte crucial del asunto.

—Gracias por asistir, ustedes son las personas que el testamento solicita estén presentes, por lo que me limitare a darle lectura. —me dijo el que se identificó previamente como el juez Cole.

Citó la fecha y la disposición de acelerar la lectura de testamento para proteger la empresa A&H, especifico la presencia de los accionistas, (tres caballeros vestidos con un surtido de grises con maletines a juego que se quedaron al lado en la apretada oficina) los abogados (tanto él como el señor Sprausse, a quien yo llamaba Joe) lógicamente yo y lo primordial ahí estaba su único hijo, James Hammer quien traía un extravagante traje si no me equivocaba Valentino o Hugo Boss en azul metálico con chaleco gris perla y camisa blanca y (era la primera vez que lo veía) por lo que no me extraño demasiado pero no movió su cara más que para ver al juez tras sus enormes lentes de sol, en fin ahí estábamos esperando se dictara el destino de la empresa.

"Dejo mis posesiones, tanto como mi cargo en A&H junto con todo lo que tengo a James Anthon Hammer mi hijo".

Mis abogados se encargaran de todo el papeleo, que según me informa Joe Sprausse es bastante ahí es donde entra mi única condición.

Me entregó una carta y una más en las manos de su hijo.

—Deseo que la señorita Elizabeth que se desempeñaba como mi ayudante en relaciones exteriores se desempeñe como sub-directora de la empresa A&H por el lapso de tres años.

Ahí le entregó una carta a él y me sorprendí yo.

Con esto finalizo la sesión se les entregara una copia a cada parte, el original se guardara en estas oficinas.

A ninguno de los asesores legales les pareció una tontería por el contrario creo que vieron que al conocerme solo saldrían beneficiados siendo así se fueron solo después de darle sus condolencias a James Hammer; salieron de la oficina solo tras ponerse a sus órdenes. 

Justo cuando me acerqué e intentaba decir "no nos conocemos" o presentarme formalmente sólo dijo: —Estas despedida. —ni siquiera me vio a la cara al decirlo y me congelé, ciertamente esto rompía la única condición de su padre, el juez solo me vio con lastima.

No dije nada me quedé sin habla, ahí estaba a punto de ofrecerle mi mano en un "hola mi nombre es" así que me detuve. Decidí pensar primero un plan de acción, mientras me iba de esas oficinas con un descuidado:

—Con permiso.

Joe sólo se me quedó viendo.

Al salir me encontré con dos tipos sentados justo enfrente de la oficina, uno era totalmente un bombón todo él decía dinero y atracción tenia una camisa rosa y traje negro con zapatos como espejos, el otro un poco más robusto tampoco estaba mal pero daba una mirada como de bulldog enojado, su traje iba más bien arrugado pero tenia el encanto de un hombre en sus treintas usando chaleco, eran tan diferentes que resaltaban entre secretarias y oficinistas me vieron y al no ser la persona que esperaban volvieron a sentarse.

Tomé el ascensor y luego un taxi sin pensarlo le dí la dirección a casa; es que digo oficialmente estaba despedida así de buenas a primeras y sin objeciones, después me dispuse a leer la carta.

Hija, o como siempre te llame Lizzy, lamento solo una cosa contigo y eso es que...

No había acabado de leer, cuando me limpié las lágrimas que no dejaban de caer y no podía parar. ¿Cuando Arthur habría escrito esto? ¿Acaso se sentía mal? Bueno...ya nunca lo sabría.

Además que diría la otra carta... la de su hijo.

Lo pensé por el resto de la tarde, lo único que Arthur me pedía como última voluntad es que apoyara a James Hammer  y que su hijo triunfara pero sabía que aún no estaba preparado, quería que lo ayudara, seguí pensando incluso mientras llegaba mi pizza, mientras la comía, mientras cambiaba de canal en la televisión, mientras me bañaba y me ponía la pijama estaba dando vueltas alrededor de mi cama mientras le daba otra mirada a la carta, tenía sin intentarlo una táctica para el día de mañana pero si lo intentaba seguro sería la única oportunidad que tendría y de no hacerlo tal vez me arrepentiría así que era mañana o núnca.

Me paré de la cama y señalando la carta dije:

—Tengo un mal presentimiento de esto Arthur, pero al menos lo intentaré.



ESE DEMONIO ES MI...JEFEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora