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ELIZABETH

Tuve que agarrarme a la pared por apoyo mi mundo se empezó a mover de repente en el pasillo, lo último que habia echo era gritarle a la cara y sin saberlo por las mejillas las lagrimas ya se estaban derramando.

David y Steve me agarraron por algún motivo y de pronto tenía una multitud viéndome pues dos enfermeras se acercaron y me preguntaron si estaba bien, creo que jamás había sentido como tus propias rodillas te fallaran de pronto; hasta ese día.

Intente pararme y les aseguré que estaba bien, pero no era así, agarre el brazo de David cuando pude recomponerme dije:

—¿Puedo entrar?

—No sé, debería preguntar pero, ¿segura que eso quieres? —dijo viéndome fijo.

—Quiero, por favor David.

—Déjame preguntar, espera.

Volvió después de unos 5 minutos dentro de la habitación y me asintió no sabía si exactamente estaba lista ni en qué condiciones lo encontraría pero tenía que verlo, tragué saliva y entré.

Era tan sombrío que hasta la luz era poca, tuve miedo ya no tenía padre o madre y él estaba allí solo, había una enfermera que al parecer estaba revisando sus signos vitales al verme dijo:

—No lo toque y no se le acerque mucho, no debe molestarlo.

Me asuste no estoy de broma quería salir de allí, tenía una cobija encima una via en el brazo y un respirador en la nariz y boca, me senté en la silla a su lado estaba vendado de la cabeza tenía un olor como a alcohol o desinfectante, se me revolvió el estomago, pero cuando la enfermera cerró la puerta tras David mirándome salté a su lado y me arrodillé junto a él. Agarre su mano estaba algo fría, un par de lágrimas más se me escaparon.

Y ahora estábamos solos y las palabras se me salieron solas.

—Yo...lo lamento tanto perdóname por todo lo que te dije y lo siento, no sabes cuanto lo siento...

—No sé porque no puedo parar de llorar así que no prestes atención ok, aun lamento no haber estado con tu padre y ahora tu... ahora al menos puedo estar contigo.

Como una tonta espere respuesta, pues no la habría así que continué, justo ahí se me salieron un par de lagrimas sin control.

—Nunca te lo dije pero solo quería que triunfaras, te lo juro yo creo en ti, además necesitas saber que yo... yo no soy...bueno eso no importa ahora.

Agarre su cara lo más gentilmente posible y casi parecía dormido, exhale y lo besé en la frente, aún con venda y todo.

—No estás solo, —dije mientras se me cortaba la voz—estoy aquí y tus amigos también están aquí—susurré una lagrima cayo en su mejilla pero antes de poder limpiársela abrió sus ojos y me vio directamente y se quitó el respirador, solo dijo una cosa:

—¡Elizabeth! —gritó de pronto riendose.

Me eche para atrás un muerto se había parado sentado y estaba viéndome y yo lo presenciaba todo.

—¿Qué? —alcancé a decir.

Quito la sabana que le cubría y dijo:

—Esto si no me lo esperaba de ti.

— ¿Que está pasando?

Ate cabos y lo vi de nuevo.

— ¿Estas bromeando? ¡Como pudiste hacer esto! ¿estas loco? ¿es esto una broma? como puedes jugar con una cosa así, cuando dejes de jugar vuelves a la oficina en plan serio, jamas te voy a perdonar por esto.

Caminé a la salida y justo antes de salir dije:

—¡IDIOTA!

Su cara no tuvo precio se quedó como si me hubiera llevado la última lata de coca cola en la tierra, me limpié las lagrimas y salí de ahí, muy enojada dándole una mirada de odio a David y Steve no mas salir.

—¿Por que hizo esto? —dije señalando la habitación—¿Por que ustedes hicieron esto?

—Este—murmuro Steve.

—Mmmm—dijo David.

Steve iba a decir algo, pero David se le adelantó.

—¿Regresarías a la oficina Liz? Mañana tenemos lo de Japón y...—esto me hubiera gustado escucharlo de James Hammer, y de nuevo le estaba costando a David algo que hizo James. Se los hice fácil.

—Mañana los veo en la oficina, temprano y avísale que ya no le voy a llevar un café ¡en la vida!

—Perdona Liz—dijo David.

—Ya sabes como es. —dijo Steve.

—¡EN LA VIDA! ¡ME ESCUCHARON! —grité por el pasillo atrayendo la atención de enfermeras y pacientes, al salir.

Después me fui toda enfurruñada y con ganas de asesinarlo de verdad ahora si que quería una enfermera que me tomara el pulso pues mi corazón parecía estar a mil, tomé un taxi y ya de camino a casa tenía que gritar:

—¡Maldito, idiota!

El taxista me dio una mala mirada a través del retrovisor y me dejo apresurado en mi departamento tal vez pensando en las personas raras y locas que tenía que soportar, hice mi rutina habitual lavándome la cara, comí lasaña recalentada y traté de dormir, trate es la palabra clave aquí, seguía pensando en ello y soltando un ¡ahhhhhh idiota!, creo que lo pensé y dije hasta que me dormí. 

ESE DEMONIO ES MI...JEFEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora