STRAWBERRY FRAPPUCCINO ━ HYUNMIN

¡ diez !

Changbin entró corriendo al baño. Su vista era borrosa por la cantidad de lágrimas que había soltado en el trayecto de su universidad al colegio de su hermano; estaba tan preocupado que apenas podía esperar en los semáforos. 

Allí estaba Seungmin, su pequeño hermanito, la flor que se le había encomendado cuidar. Los brazos de Felix lo rodeaban, lo acariciaban, lo mimaban. El australiano le estaba dando todo el amor y las fuerzas que necesitaba. 

Cuando Lee lo notó, se corrió. Changbin se arrodilló al lado del menor y lo abrazó.

—Ya estoy, amorcito. Binnie ya está acá. No va a pasarte nada; todo está bien, corazón. 

Las pequeñas lagrimas volvieron a salir de los ojos chocolate del Kim menor. Changbin odiaba ver a su hermano llorar, odiaba esos ataques que le agarraban a veces, odiaba las voces, odiaba el insomnio. Odiaba todo lo que no dejaba que Seungmin fuese un chico feliz y sano.

—Tranquilo, Minnie —susurró en su oído cuando sintió los espasmos del menor—, respirá tranquilo y no te alteres. Ahora vamos a ir a casa, ¿sí? —giró su cuerpo para dirigirse al australiano, que estaba parado en una esquina mordiéndose las uñas— Felix, ¿podrías comprar una botella de agua o jugo? Hay dinero en mi mochila. 

—Ya vengo.

Buscó en la mochila la billetera del mayor, y le pareció muy tierno que al abrirla, se encontró con varias fotos. Algunas de Seungmin, otras con sus amigos, y una de ellos tres, Felix y Changbin en los costados, y Seungmin en el medio. El pelinegro era como un hermano mayor también para Lee. 

Hizo lo más rápido que pudo, corrió por los pasillos y casi que le pedía la botella de jugo a los gritos al vendedor del quiosco. No tardó más de cinco minutos, y cuando volvió al baño, Seungmin seguía en la misma posición que antes, llorando, abrazando a su hermano con todas las fuerzas que tenía. Changbin susurraba una canción en el oído del castaño, mientras acariciaba su espalda, y poco a poco, fue capaz de calmarse.

Felix le entregó la botella a su amigo y ayudó a ordenar las mochilas para que pudiesen irse. El australiano cargó la de Seungmin, para librarle el peso a Bin. 

Las pisadas de Kim eran lentas y cansadas, avanzaba despacio y se negaba rotundamente a soltar la manga del buzo de su hermano mayor. Una vez subió al auto, se colocó los auriculares y cerró los ojos. 

Changbin se acercó a Felix.

—Gracias —susurró al abrazarlo, dejando atónito al menor—. Seungmin te adora, yo te adoro. No te haces una idea de lo importante que sos para nosotros, en especial para Minnie. Gracias por cuidarlo, Lix. 

Felix correspondió al abrazo, acariciando suavemente los omóplatos del peliengro.

—Seungmin se merece el mundo, voy a cuidarlo siempre.

Soltó al rubio, y con una sonrisa se despidió antes de entrar a su auto.