Después de que Mariana se devolviera a la ciudad en la que residía, la soledad volvió a invadirlo, no sólo en la casa si no también en su corazón.
Era una casa muy grande como para estar solo y la solicitud de empleo que había hecho, aún no había sido contestada por parte del hospital privado de la zona.
No sabía que más hacer para distraerse y evitar que su mente viajara al pasado, así que se dispuso a seguir limpiando la casa para dejarla tal como le gustaba.
Todo eso con la esperanza de que en cualquier momento, Shownu tocara a su puerta.
Terminó de limpiar una de las habitaciones de la casa que parecía ser una oficina, recordando con mucha tristeza cuan diferente eran todos los aspectos de su vida en esos momentos.
Antes se sentía como un ángel que podía ayudar a todos y que era reconocido por esos actos, pero paulatinamente el amor lo convirtió en humano, llevándolo a pecar por amor y la fama que había tenido por ser aquella linda persona, se esfumaron desde el momento en que partió de esa problemática ciudad.
Pensó que la gente lo recordaría por sus buenos actos para la comunidad, pero en cambio simplemente partió de allí con el cargo de consciencia más grande que alguien puede sobrellevar: el de haberle quitado la vida a otro ser humano.
Y no era fácil asumir una responsabilidad de ese estilo.
Se miró a sí mimo en uno de los espejos del lugar y comenzó a tener odio por el destino, porque pasó toda su vida deseando algo normal para su entorno y le tocó vivir en medio del infierno.
¿Cómo era posible que no pecara algún día? ¿Cómo hubiera podido sobrevivir si no lo hacía?
Se sentó en el suelo, muy abatido y su mente comenzó a emitir esa conocida película imaginaria que lo atormentaba en sus momentos de soledad.
Se podía ver a si mismo en una casa normal, en un barrio normal, con un Shownu normal, con una familia normal, con trabajos normales.
Pero nada de eso era verdad.
Se levantó molesto, sintiendo una furia que hace mucho no sentía, entonces golpeó con toda la fuerza de su puño izquierdo, una puerta de uno de los armarios pequeños que tenía cerca.
Su mano izquierda soltó un crujido ante el fuerte impacto y no pudo evitar soltar un grito de dolor, sabiendo que probablemente se había roto algún hueso por la fuerza desmedida que usó.
Pero no fueron los únicos sonidos que se reprodujeron al momento del impacto, pues un fuerte sonido parecido al del metal se escuchó colisionar contra el impecable suelo de madera, provocando que el grito ya no solo fuera de dolor, sino que también del susto.
Se quedó durante varios segundos en la misma posición y en silencio, asustado por el reciente ruido sin saber que hacer.
Se agarró su mano herida con su mano libre y la apretó intentando apaciguar un poco el fuerte dolor que lo estremecía, mientras luchaba mentalmente por decidir si era correcto abrir la puerta del armario o no.
No sabía que esperar dentro, pero con eso de que Mariana le repitió muchas veces cosas de cadáveres, cuerpos enterrados en las paredes y fosas secretas, ya tenía miedo.
Y la peor parte es que estaba solo.
Aún así, suspiró armandose de un valor inexistente y se acercó a la puerta con lentitud, mientras tomaba el pomo con su mano derecha, girandolo lentamente.
Entrecerró los ojos y comenzó a abrirla poco a poco, dejando que los tenues rayos de sol del atardecer iluminaran la escena con cautela.
Y entonces, cuando se dio cuenta de lo que había encontrado dentro, casi le dio un maldito infarto del susto.
Su cuerpo se estremeció y sus piernas se pusieron flácidas como gelatina.
¿Hace cuanto que no miraba un arma?
¿Por qué tenía que ver tantas ahora, después de un trauma tan fuerte como el que pasó?
Comenzó a hiperventilar mientras echaba un vistazo más detallado al interior de aquel espacio.
A pesar de que era un armario pequeño de una sola puerta, en su espacioso interior contenía muchísimas armas de todo tipo y calibre, cada una con su propia munición.
Todo parecía muy nuevo, incluso reluciente, tanto así que daba miedo solo pensar en el daño que podía hacer alguna de esas armas.
Kihyun sentía que su corazón se iba a salir de su pecho y su respiración estaba entrecortada, realmente estaba asustado, así que cerró la puerta nuevamente y se sentó en el suelo, sintiéndose un poco frustrado.
- Maldito Shownu... - suspiró con tristeza y volvió a echar un vistazo al recordar que algo había emitido un sonido contra el suelo, así que decidió investigar.
Y fue entonces cuando encontró aquella pequeña arma en el suelo, de hecho era muy pequeña.
Con sus manos temblorosas la recogió y notó que tenía una etiqueta con el nombre "Glock 26" y al fijarse mejor, notó que en la parte de abajo tenía un grabado láser con una hermosa "K" en letra cursiva.
Entonces suspiró, sabía que eso era nada más y nada menos que para él.
La depositó en el suelo y se agarró la cabeza con frustración, casi apoyando la frente contra sus rodillas, totalmente en posición fetal.
No sabía como sentirse ante el descubrimiento.
El susto de segundos atrás, se convirtió inevitablemente, en tristeza, en enojo y en dolor.
Un dolor que no podía disiparse con cualquier cosa, un dolor que quemaba por la ausencia.
Y sus lágrimas comenzaron a recorrer sus mejillas con desesperación.
Entonces se puso de pie con molestia, se limpió las traviesas lágrimas que se le escaparon y miró nuevamente hacia el pequeño armario.
Entonces metió la Glock 26 en su bolsillo y trajo una enorme bolsa de la cocina para poder echar dentro todo lo que había en ese lugar.
Y cuando el pequeño armario quedó vacío, entonces tomó sus llaves, dirigiéndose a la salida.
Pues tenía una mejor idea para esas armas.