Salió de la casa directamente hacia el garaje, que aunque no era una zona muy conocida para él, sabía perfectamente que allí había un auto, pues lo había descubierto el primer día que llegó a la casa.
Y al quitar la tela que lo cubría, noto que no era cualquier auto, era precisamente el auto de Shownu, que había llegado hasta allí de alguna manera que desconocía.
Al principio vaciló un poco en su decisión de sacarlo de allí, pues su lado racional le decía en el oído que probablemente, al igual que el resto de las cosas, tendría los papeles vencidos por las obvias razones del desuso durante dos años enteros.
Pero tenía una buena razón para romper las reglas un poco, así que decidió continuar con su plan, revisó el auto superficialmente y notó que estaba sin seguro y las llaves estaban dentro.
Se sorprendió muchísimo porque Shownu nunca había sido de las personas que tenían un olvido de esa categoría, pero al recordar las circunstancias de cuando dejó el auto supuso que algo así pudo pasar, pues nadie planeaba que pasara todo tal como pasó, menos él.
Suspiró, abrió el maletero, metió las bolsas que contenían la enorme cantidad de armas y finalmente lo cerró, sintiéndose nervioso de repente por pensar racionalmente acerca de lo que iba a hacer.
Pero aún así decidió aventurarse en su locura, subió al coche y rezó desde lo profundo de su corazón que el auto tuviera suficiente combustible para hacer lo que quería hacer, sin quedarse a medio camino.
Pues sabía que avanzar por las calles de la ciudad con el maletero lleno de armas y municiones, en un auto con los papeles fuera de regla, no era una cosa muy inteligente de su parte.
Pero decidió que la vida entera se trataba de tomar riesgos, sabía que a veces es todo o nada y eso lo aprendió del mejor.
Suspiró una vez más y encendió el motor del auto, notando al instante que el tanque de gasolina estaba casi totalmente lleno y que el motor rugía fuerte, en perfectas condiciones.
Apretó sus manos contra el volante, sintiendo la adrenalina recorrerlo entero debido a los nervios, mientras hacía avanzar el auto hacia afuera del garaje y miraba hacia todos los sitios posibles, en busca de alguna señal que le avisara un posible peligro.
Sin embargo, cuando estaba a punto de salir a las tranquilas calles de su residencial para iniciar el camino a una ruta que tenía más que conocida, algo más llamó su atención por completo.
Por pura inercia dirigió su vista al frente de la casa que ahora consideraba como suya y lo que vio, hizo que se estremeciera como si lo hubiera tocado la electricidad.
Frenó el auto aparatosamente y se pasó ambas manos por el rostro mientras hiperventilaba, frotándose los ojos con efusividad, para asegurarse de que lo que tenía delante no eran visiones o espejismos creados por su imaginativa mente.
Pero no, no lo eran.
Era real.
Una figura masculina estaba de pie a la orilla de la calle, viendo la casa casi con asombro o nostalgia, no podía descifrar esa expresión.
Y aunque estaba un poco lejos y casi dándole la espalda, podría jurar que esa persona era Shownu, su Shownu.
Los latidos fuertes de su desbocado corazón le decían que era así.
Sin apagar el motor del auto se bajó, sin molestarse siquiera en cerrar la puerta.
Sus piernas comenzaron a temblar al igual que sus labios y apenas podía mantenerse de pie ante aquella imagen.
Las odiosas lágrimas comenzaron a hacer aparición en sus pequeños ojos, nublandole la visión de inmediato.
Tapó su boca con ambas manos e intentó caminar hacia él en silencio, quería correr hacia él y asegurarse de que fuera la persona que creía que era, pero sus piernas estaban fallando y el nudo de su garganta casi estaba asfixiandolo.
Avanzó apenas unos tres pasos hacia él y no lo soportó más, entonces se rompió.
Y lloró, lloró como aquella vez que fue arrancado de sus brazos y de su protección, la misma vez donde los separaron por tanto tiempo y una caricia se convirtió en un sueño lejano.
Lloró dejando salir aquel dolor que había acumulado durante dos años enteros de soledad.
Soltó un grito desgarrador que instantáneamente llamó la atención de aquella distraída persona que estaba parada frente a su casa.
Y efectivamente era él.
Era su Shownu y al parecer también se encontraba en la misma situación o quizá en una posición más dolorosa, donde no sabía si era correcto estar allí, si era bienvenido o simplemente si angel lloraba porque no quería verlo.
Así que no podía reaccionar a nada.
Por mucho que su corazón se estuviera rompiendo a pedazos al ver al amor de su vida tan desconsolado por su mínima presencia, no quería acercarse y ser rechazado porque no lo soportaría.
Así que se quedó parado en el mismo lugar, sintiendo sus propias lágrimas y su cuerpo estremecerse al ver a Kihyun llorando de esa manera.
Kihyun se agachó agarrándose el pecho, le dolía, no sabía porque pero le dolía.
Quizá le dolía la ida de su ausencia, quizá le dolía la espera, quizá le dolía por el agolpamiento de la sorpresa y la felicidad queriendo entrar a su pecho al mismo tiempo.
No lo sabía.
Lo único que sabía era que ya no quería sentir dolor, quería que el desierto que había en su corazón, fuera regado con tanto amor que doliera, pero de felicidad.
Y entonces corrió.
Corrió con toda la velocidad que sus piernas se lo permitieron y aunque su vista estaba nublada por las odiosas lágrimas, observó claramente como aquellos brazos protectores se abrían para recibirlo con todo el amor que había esperado recibir, sin fronteras.
- ¡Shownu! - llegó hacia él y fue recibido con el abrazo más reconfortante que había recibido en su vida.
Shownu lo levantó del suelo en un abrazo tan emotivo que sin darse cuenta, ambos habían acabado en el suelo.
- Mi ángel... - Shownu acarició su suave cabello mientras le dejaba un beso en la frente y lloraba desconsolado por la sensación irreal de sentir la piel de Kihyun una vez más.
Sus rostros se buscaron entre sí con desespero y aún en medio de las lágrimas, las sonrisas y el dolor en el pecho, sus temblorosos labios se unieron reiteradas ocasiones en pequeños y cortos besos, que aunque fueran casi erráticos y muy poco elegantes, significaban mucho más que cualquier beso casual.
Y sin importar lo que cualquier persona pudiera decir, lloraron abrazados durante muchos minutos más.
No hicieron falta las palabras para demostrar la sobrecarga de sentimientos que ambos estaban teniendo.
La espera había llegado a su fin.
Esta vez no habían cristales de por medio.
Esta vez eran únicamente dos personas sintiendo fuertemente el dolor y el placer que daba tener una segunda oportunidad de comenzar de nuevo con la persona que más amas.