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Filántropo (n)

1. m: Persona que se caracteriza por su amor a las personas en general y que se dedica a trabajar por ellas y procurar su progreso y su bien de manera desinteresada.

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Una absoluta paz había conquistado la pequeña habitación. Únicamente la perturbaba una respiración rítmica, tranquila. La luz del ya entrado amanecer teñía el dormitorio de un tenue color anaranjado que dejaba ver el polvo suspendido en el aire, flotando de una esquina a otra, entrando y saliendo por la ventana abierta en una solapa de cristal sobre el cabecero de la cama.

Aquel ángel que Romeu parecía tener lo despertó a la hora siempre, descubriéndose a sí mismo con la ropa del día anterior, sucia, puesta y el vinilo al son del cual se había quedado dormido; aún sobre el tocadiscos. No dudó en que su madre había entrado a medianoche cuando se percató de que la aguja estaba retirada, y junto al aparato había un vaso de agua intacto. Dio una vuelta sobre sí mismo, poniendo un esfuerzo en no volver a dormirse. Apoyó perezosamente la mejilla en el dorso de su mano derecha sobre la mullida almohada, dejando que los primeros rayos de sol le molestasen en los ojos; haciendo resaltar el suave color acaramelado de estos y los pequeños trazos verdosos que a duras penas se apreciaban en su iris. Querría levantarse, o al menos incorporarse de rodillas para ver el sol, el vuelo bajo de las gaviotas, a los hombres que escuchaba saludarse a gritos en la calle de camino al trabajo. Querría, pero su cuerpo aún le rogaba un par de minutos más.

Hizo un esquema mental de lo que tenía que hacer: lavarse, vestirse, desayunar y coger el tranvía hasta Tiana. Lo que le hizo tomar impulso para levantarse, fue una vocecita que le recordó que, si hacía todo eso rápido, podría irse de casa antes de que su padre saliera a trabajar y así no tendría que intercambiar una sola palabra con él.

Contó hasta tres un par de veces, levantándose de un salto en el segundo intento, tomando sus botas en una mano y sacando de su armario una ropa limpia que dejó colgada de su antebrazo. Abrió la puerta de su cuarto con cuidado de no hacerla chirriar. Observó, mejor dicho; admiró durante un par de segundos como el tragaluz en el techo proyectaba un foco limpio que se deshacía escaleras abajo y que apenas tocaba la puerta del dormitorio de Rocío, a su derecha. Sentía el frío del suelo tocando la planta de sus pies descalzos a medida que bajaba con tanto sigilo como podía hacia el amplio baño de su casa. Quitándose la camiseta sucia, entró en el baño, únicamente para coger su toalla blanca. Dejó caer la mirada osbre la bañera, pensando que ojalá pudiera darse un baño a diario, con un montón de jabón y espuma como la gente con dinero. Sin embargo, no se quejaba, se encargaba a diario de recordarse a sí mismo que había quienes estaban en peor situación. Realmente y bajo su criterio, él ni siquiera vivía mal.

Atravesó el salón y la cocina para llegar al patio, donde abrió el grifo colocó debajo un balde de plástico de color azul oscuro, lleno de arañazos del suelo. Lo dejó llenar mientras se cambiaba los pantalones. El patio estaba cubierto a la mitad por un porche que sostenía una vid enredada entre sus hierros, dejando pasar los rayos de luz entre las hojas. Sin ninguna duda eso era su elemento favorito de la casa.

Cerrando el grifo, introdujo sus manos en el agua para llevárselas a la cara y sentirse algo más despierto. Con su mano, se deshizo del sudor de la noche, aliviando la pegajosa sensación de humedad que impregnaba su piel por la cercanía del mar. Mojó sus brazos, su pecho y como pudo, su espalda. Apretó los dientes aguantándose un gruñido al deslizar su palma sobre la herida que aún sentía en su hombro por una quemadura que le dejó el trabajo hacía ya un par de semanas. Recordaba perfectamente el momento en el que arreglaba el radiador de un BMW 328, y soltó un grito desde el fondo de su garganta y empezó a maldecir, lo que hizo correr a su jefe preocupadísimo, quien gracias a Dios llamó al doctor con rapidez. Ya tenía asumido que posiblemente le quedaría una bonita cicatriz, pero tener ese tipo de marcas no era algo que le molestara.

Cuando llegue la primaveraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora