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Locus amoenus: (n.)

1. (m.) En latín, "lugar idílico" o, más cercano al original, "lugar ameno". Es un tópico literario que generalmente refiere a un lugar idealizado de seguridad o de tranquilidad. Un locus amoenus es usualmente un terreno bello, sombreado, de bosque abierto, a veces con connotaciones de Edén.

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Romeu saltó de la cama en cuanto abrió los ojos, al recordar que era domingo y había llegado el día, por fin. Agarró una bota, y buscó debajo de la cama la otra. "Te tengo"; celebró al cogerla, antes de hacerse con la ropa que preparó la noche anterior y bajar las escaleras más feliz que nunca. Salió al patio para asearse, y según el agua mojaba un centímetro más de su cara, sus brazos, su espalda; iba sintiéndose más emocionado de que ya fuera domingo. Avanzó hasta la cocina, donde enciendió el fuego para calentar una taza de hojalata con algo de leche.

— Buenos días. —Sonrió a Joan, quien estaba sentado en la puerta de casa, en su silla de color azul con la vista clavada en el cercano mar— ¿No tiene frío?

— No hace frío. —Lo miró— ¿Te vas?

— Me voy a las nueve y media.

— Tened cuidado, por favor.

— No se preocupe. ¿Ha desayunado? —Joan solo asiente.

— Hoy hace, Romeu; sesenta y dos años que tengo la barca.

— ¿El Oriol? —se interesó el nieto.

— Sí, hijo. Mi Oriol, la tengo ya sesenta y dos años. —Contaba con nostalgia.

— Pues qué pena que no la vayamos a usar hoy. —Comentó echándose a la boca lo que le quedaba de magdalena—. Pero bueno, igualmente hace frío para bajar a la playa.

Joan se quedó pensativo, sin despegar la vista del horizonte que el sol ya empezaba a coronar el cielo para pedirle con una sonrisa:

— Cuando llegue la primavera, ¿me das una vuelta en mi Oriol, vale?

Hacía demasiado tiempo que Romeu no escuchaba eso.

— Yo a usted le doy todas las que quiera —sonrió— si quiere bajamos todos los días de primavera y nos pasamos la tarde en el mar.

— Qué más quisiera yo, hijo, que volver al mar...

— No se me ponga nostálgico, que hace un día maravilloso. —Lo animó Romeu, dándole una palmadita en hombro—. A ver si se despierta Rocío y se viene aquí con usted.

El joven preguntó a su abuelo si necesitaba algo una última vez, antes de entrar a coger la comida que va a llevarse para su salida de domingo. Agarró su cesta, y después de peinarse el tupé, salió pitando de allí.

***

Aray esperaba fuera de su casa, con la cesta en la mano y los ojos aún algo hinchados de sueño. Tercer bostezo de la mañana, y eso que apenas llevaba media hora levantando.

— ¡Buenos días! —saludó el enérgico Romeu al canario, que sintió que se despertaba completamente al verlo aparecer por la cuesta.

— Sí que lo son. ¿Vamos?

— Vamos.

El camino a la casa de Abel era corto. A unas tres o cuatro calles ya les esperaba su amigo, y un coche flamante de color granate, brillante, como recién fabricado.

— ¡Ey! —exclamó el otro catalán abriendo el maletero de su coche.

— Vaya cochazo, chaval... —Exclamó el rubio al ver aquel Ford del '34.

Cuando llegue la primaveraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora