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Margarita (n.)

1. f. Del latín "perla", es una flor que simboliza la inocencia y el comienzo de algo, así como la alegría y el amor leal.

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El verano llegó con la primera limonada que Romeu se pudo tomar con su abuelo y su hermana en la terraza de aquella pequeña cafetería que solían frecuentar. Llegó con Aray tumbándose en el césped de su casa cada domingo a leerse un libro entero, de principio a fin, y sin darse cuenta. Llegó el verano con la primera escapada en coche que Abel hizo con su chica hacia el río, y el primer baño que se dieron juntos entre abrazos, risas y besos calados.

El verano llegaba con una comida familiar que celebraba el santo de Joan. Y para todos, llegaba oficialmente el verano con la verbena en la plaza de Montgat. Era noche, y banderines, y música, y luces. Casi parecía que la dictadura se había desvanecido por completo. Los niños estaban jugando en sus ropas nuevas, vaporosas, corriendo incansables entre las parejas que bailaban un pasodoble tras otro en la plaza.

—¡Aray, ven a bailar conmigo! —Lo animó Amaia tirando de la mano del canario.

Él miró a Abel un momento, pidiéndole permiso, y él solo hizo un gesto con la mano mientras daba un trago a su vaso de vino.

—No la pises. —Advirtió en una pequeña risa.

—No soy tú. —Bromeó el canario, yéndose con ella a bailar de buena gana el pasodoble que tocaba la banda de música.

Apoyados en un banco, se quedaron Romeu y Abel un segundo en silencio, observando absortos cómo los dos bailaban a unos metros de ellos, entre la gente.

El canario tenía la delicadeza de agarrar la cintura de Amaia como si toda ella estuviera hecha de la más cara porcelana holandesa. Guiaba, grácil, sus pasos al son de la música, y ella, completamente despreocupada del "qué pensarán al verla bailando con un amigo de Abel"; disfrutaba el dar vueltas de la mano del chico. A mitad de la pieza, la joven apoyó la cabeza en su hombro para cerrar los ojos sin cesar sus movimientos, sonriente, feliz.

—¿Y tu novia? —Habló Abel.

—¿Yolanda? —Tosió—. Me ha dicho que ahora volvería, que... Iba a saludar a mis padres, —Bebió de su vaso de vino antes de concluir—, con suerte se quedará con ellos hasta que acabe la verbena.

—Parece que nunca quisieras estar con ella.

—Me da asco. —Respondió con honestidad y sin mirarle.

El otro catalán no supo qué decir, "es algo complicado", ya, eso Romeu ya lo sabía, no tenía que recordárselo, y solamente fue capaz de dedicarle una mirada de compasión.

—No sabía que Aray bailaba tan bien. —Comentó el rubio consiguiendo cambiar de tema.

—Aray sabe hacer muchas cosas bien. —Respondió.

—Ah, ¿sí? —Habló en tono sugerente esbozando una media sonrisa.

—Ya lo creo... —Rió, con las mejillas ardiendo y notando como su amigo se acercaba un poco más a él.

—¿Cómo qué?

—Pues, no sé, cosas... —Susurró, notando como los dedos del rubio le quitaban las gafas para limpiarlas con su camisa.

Abel se quedó embobado mirándole. Tragó saliva cuando los labios del rubio se abrieron para llenar los lentes de vaho antes de, con el bajo de su camisa, limpiarlos bien. El moreno dejó que se las volviera a colocar en el rostro con cuidado.

Cuando llegue la primaveraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora