12.

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Partir:

1. verbo transitivo

Dividir las partes de una cosa en trozos irregulares, o separar de ella una parte, golpeándola, rasgándola, estirando, etc., con o sin violencia

2. verbo intransitivo

Ponerse en marcha, salir o alejarse de un lugar para ir a otro.

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Romeu siempre recordaría esa tarde como... "querer alargar el verano más de lo necesario". Y eso generalmente le gustaba, pero esta vez había algo que le hacía sentirse angustiado, nervioso, y ni fingiendo que todo estaba bien y que esa era solamente una tarde más de playa, ni así, lograba sentirse mejor.

— ¿Estás bien? —primera vez que el canario se lo preguntó tras aguantarse durante un largo rato.

— ¿Por qué lo dices?

—Porque te noto como... —hizo un aspaviento con la mano— como ido.

—Ah, no, tranquilo, es que no dormí nada —mintió a modo de disculpa.

—Acabas de usar un tiempo simple.

— ¿Cómo?

—Dijiste "No dormí" en lugar de "no he dormido" —Sonrió para después alejarse de él nadando, buscando que lo siguiera—. ¡Se te está pegando mi acento, al fin!

El rubio lo vio nadar, meditando aquellas palabras con una media sonrisa y el agua por los hombros. No podía creerse que el verano les había durado lo mismo que un botellín de cerveza en el escalón del taller de Vicente. Y mira que hace más de un mes perdieron la cuenta de cuantos habían compartido.

Se le había pasado el tiempo demasiado rápido, era como si el sol de aquel día quisiera irse antes para no tener que presenciar ni un minuto más de los nervios que estaban devorando lentamente al catalán. Ya estaban el uno junto al otro, sentados en sus rocas al igual que todas las tardes de playa, aunque hoy faltara Abel de forma totalmente intencionada. Romeu con la mirada puesta en el horizonte, los antebrazos sobre las rodillas, pensando cómo empezar a decir algo. Ambos guardaban un expectante silencio que solo dejaba hablar a las gaviotas, aun cuando quería ser el catalán el que llenara por ellas el silencio, pero es que tenía atada la garganta con la frase. Con la frase, con la maldita frase.

—Me voy a ir —anunció finalmente.

— ¿Ya?

—Mañana.

— ¿Cómo que mañana? —Preguntaba confuso el canario— ¿A dónde?

—A la mili —Lo miró.

— ¿Cómo?

El chico asintió antes de mirar al suelo otra vez.

—Romeu, dime que no es verdad.

—He estado alargando esto lo máximo posible porque sabía que no te iba a gustar saberlo.

— ¿Desde cuándo lo sabes?

—Desde hace un mes, más. Hace más de un mes.

Ni el mar que se abría delante de ellos dos podría acoger las lágrimas que a Aray quería derramar en ese momento. Miraba a su amigo, enfadado porque no se lo había dicho antes, pero más triste porque esa era la última tarde que compartirían en mucho tiempo.

—Oye, oye... —susurró el menor lanzándose a abrazarle.

—Romeu... —lo estrechaba con fuerza.

Cuando llegue la primaveraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora