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Sus frívolos ojos color de esmeralda brillaban a pesar de que toda la habitación estaba rodeada por los mantos de la cruel noche. Ese profundo verde lo juzgaba desde las penumbras, burlándose y matando lentamente su paupérrima cordura. Usaba la misma trenza de su visita anterior, aunque sus largos mechones rubios estaban más despeinados y tapándole la mayor parte del rostro. Tan solo vestía un gris camisón que olía a medicinas, de grandes mangas, y estaba sentado encima de su torso, con las piernas abiertas a cada lado de su cintura y sonriéndole con falsa dulzura. La poca luz que traspasaba el cristal de la ventana reflejaba la expuesta piel nívea de aquel espectro; pero aquella cercanía en vez de proporcionarle calidez le traspasaba frío y repulsión. El espectro, sin dejar de sonreír, le acarició la mejilla en un roce frágil; dejando gotear el líquido carmín de sus muñecas sobre el izquierdo pómulo de Allistor.

—Bájate —ordenó con un tono similar a un gruñido. No podía mover los brazos, ni las piernas. Como si lo único vivo de su inmovilizado cuerpo fuera su voz, el tacto y su agitado corazón. Cuanto deseaba que este nuevo sueño terminara pronto, no aguantaba el fuerte aroma de la sangre fresca.

—Oh pobre, pobre, pobre Allistor —El espectro se volvió a burlar, mirando un punto inexacto, consumiéndose de la miseria de su melancólico creador y fingiendo no haberle escuchado. Era tan divertido ver la furia en esos verdes ojos tan iguales a los suyos —Sufriendo por cosas que él mismo provocó. ¿Qué le dolerá más? ¿Qué su hermano lo haya llamado antes de suicidarse y no haberle contestado? Ó tal vez...

—Cállate — Le amenazó, queriendo empujar lo más lejos posible a esa alucinación que fingía ser su hermano menor y a la vez su mente le pedía que abrazara a esa ilusión. Era una sensación enferma, sucia y perturbadora, lo sabía muy bien, pero su manchado deseo por volver a sentir la presencia de Arthur era más letal que su adicción por los cigarrillos. Realmente, estas pesadillas y migrañas lo estaban volviendo un desquiciado-obsesionado con la imagen de su difunto hermano menor.

—Recuerda que solo estás hablando con una alucinación creada por tu mentecita, Allistor— la ilusión soltó unas risitas, dejando de acariciar el pómulo del mayor —No te preocupes, aún eres un hermoso "Rojo-oscuro".


El espectro se inclinó, lamiendo con una espeluznante ternura, su manchada mejilla. Allistor cerró los ojos, pensando que este debía ser el final del sueño, pero se equivocó y mucho.


Con una repentina emoción, el espectro se rió y en un rápido movimiento sus dedos pincharon con fuerza la cuenca izquierda del joven.



Y todo se tiñó de un precioso carmín.










Allistor despertó sobresaltado, retorciéndose como un asqueroso gusano entre sus grises sábanas, empapado en frío sudor; tomando la parte de su ojo izquierdo y calmando su respiración. Unas punzadas, recién emergidas golpeaban el interior de su frente, disparando de arriba, abajo y a los costados hasta subir por toda su afectada cabeza, igual que las uñas clavadas de aquel espectro o el sonido irritante de las agujas del reloj del consultorio de la Doctora Janssens. Golpeaban con fuerza, hasta quitarle el oxígeno, el control, la paciencia y su inestable cordura.

Migraña.

Rápidamente se levantó de la cama, buscando la cajetilla de cigarrillos que le sobraba. Buscó en los cajones, debajo del colchón o la almohada, pero ahí estaba su único encendedor. Tampoco estaban en su vieja mochila, así que hurgó en los bolsillos de sus chaquetas, pantalones y abrigos. Nada.  Los benditos cigarrillos no estaban por ningun lado.

Bupropión (CANCELADO) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora