Notas de autora: Si quieren llorar con fuerza (sé que sí 7u7), lean el capítulo con esta canción.
Caía, casi igual que la mecánica lluvia; encima de los rojos tejados, de los helados caminos, de las ramas de los árboles y en los verdes jardines, pero era arrastrada a un mortífero baile de salvajes ventiscas frías. Ella se desplomaba, como una grácil bailarina de ballet escarchada, protegiendo a todos bajo su infinito manto blanco. A veces sus húmedos roces congelaban los pies, hombros y narices de la gente; algunas se derretían en el interior de las palmas infantiles y otras, en forma de diminutos copos de hielo, empaparon sus rebeldes hebras rojizas.
—La nieve es como "rojo-anaranjado"—Aquel familiar susurro se oía adormilado, sosegado y ajeno a la realidad —Pero también es "azul-negro".
La voz quedó callada, esperando una respuesta afirmativa o negativa ante lo que estaba diciendo. Sus rotas uñas acariciaban sus delgados brazos, sus hombros temblaban y la nieve caía sobre su largo pelo descolorido. Unas rojas marcas sobresalían en ambas muñecas y tobillos. Marcas de resistencia.
— Creo que la vista se te ha malogrado, conejo.
Allistor le siguió la cuerda. Sabía que los doctores solían apuntar calmantes a sus pacientes antes de la hora de las visitas, así que era común que estos hablaran puras fantasías. Y ellos, los 'cuerdos', debían escoger entre seguirles la corriente o ignorarlos. Algunos intentaban lo primero, sin éxito, y otros escapaban despavoridos para nunca más volver a ese melancólico sitio. Él y su madre eran una rara combinación de ambos grupos, y su padre huía a veces. De igual forma, ninguno entendía el comportamiento o los pensamientos de Arthur.
—Quizás estoy demasiado drogado. —Arthur meció sus pies, entreteniéndose con la nieve acumulada en el suelo, estaba sentado sobre la barandilla, dándole la espalda al paisaje de edificios grises. En cambio, su hermano mayor, sí miraba las feas construcciones, hasta parecía que las analizaba de forma meticulosa, como si quisiera transformarlas de inmediato. ¿Quién no? Todo era un "verde-naranja" espantoso y horrible.
Odiaba este lugar, a las personas que le colocaban los electrodos sobre su cuero cabelludo, los usuales pinchazos de inyecciones; las amargas medicinas que le metían a la fuerza, el "morado" predominante de sus doctores y el "gris" de los mismos pacientes.
—¿Has estado durmiendo bien?
La pregunta repentina de Allistor cambió el tranquilo ambiente. Todos los músculos de Arthur se tensaron, mientras mordía su labio inferior, frustrado por tener que responder la verdad y dejó de balancear los pies.
—Sí.
Mintió. Y ambos lo sabían.
Dos meses. Sólo bastaron dos meses para que desapareciera todo lo que conocía de Arthur y su figura se viera miserablemente lúgubre. Sus rubios cabellos se derramaban por todo su rostro, como opacas cascadas, y llegaba hasta sus hombros. Usaba un pijama de conjunto blanco, abrigado con una manta tejida a crochet y botas de invierno. Regalo y cortesía de su padre. Bajo la piel de Arthur, los huesos traslucían horriblemente, sus brazos tenían un sinfín de púrpuras cardenales. Producto de las tantas agujas que los doctores le imponían y debajo de sus ojos crecían grandes pigmentos oscuros; el verde brillo de su mirar estaba opaco, infeliz, muerto.
—Hay que volver—Allistor se alejó de la baranda y le dio la espalda al panorama, avanzando tres pasos hacia la puerta de la azotea. No soportaba la incomodidad de su hermano, ni la pesadez del ambiente—. Los doctores enloquecerán si descubren que te escapaste de la sala de visitas.
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Bupropión (CANCELADO)
أدب الهواةNo hay nada. Solo la infinita oscuridad y una pistola contra su cabeza. Él mismo se la apunta y jala el gatillo. Disparó. Pero solo es un sueño.