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Sus ojos, conmocionados, miraron otra vez aquel cuarto. Tan cercano y lejano al mismo tiempo. Oculto, detrás de su firme muro de madera blanca. A veces se escuchaban las redondas gotas salir de sus grifos, caer hacia el rígido suelo. Por curiosidad, dio tres pasos hacia delante, pegando su oído a la puerta. El único ritmo violento que opacaba al silencio eran las pizcas de agua derramándose. Rápidamente trató girar la perilla, pero no lo logró. Después, aporreó la entrada y algo turbio estrujó su cuerpo. Desesperado y nervioso, gritó frases sin sentido durante lo que parecían horas. Sus nudillos golpearon la madera de la puerta, intentando lastimarla, perforarla, destruirla, hasta que no quedaran más que diminutos restos de astillas.

Entonces la puerta se abrió, dejando a la vista un cuarto de baño sin olor. Paredes llenas de capas de pintura fresca, un piso hecho de mayólica sólida, la tina acogedora, el lavadero seco. Todo estaba impregnado con un sencillo color azul marino y algunas partes estaban pintadas de negro. Nunca había visto una habitación tan deprimente y solitaria. Confundido por su entorno, parpadeó y, antes de darse la vuelta, comprobó que los grifos se encontrasen cerrados. ¿Entonces, de dónde había venido ese constante goteo?




Dio la vuelta.


—¿Qué estás haciendo?

Allistor creyó que había perdido la cordura, que estaba sumergido en otro profundo sueño, o que alguien quizá lo había drogado para robarle. Cualquier excusa era más creíble a lo que estaba viendo. Sólo era una vil mentira creada por su mente.

No tenía...

No tenía lógica...

No tenía lógica que Arthur estuviera ahí, justo frente a él...

No tenía lógica que Arthur estuviera frente a él, usando ese jean desgastado, la chompa ancha de siempre. Llevando aquella mochila anticuada que tanto adoró. Incluso tenía el cabello amarrado en una trenza, con las mismas ligas que usó aquel fatídico día. Sus verdes ojos, iluminados de vida y confusión, lo perseguían como un mal recuerdo. Era simplemente maquiavélico. Allistor no pudo moverse, estaba asustado de sí mismo y lo trastornada que se encontraba su mente al enseñarle la figura de su hermano menor. Porque eso era, una falacia inventada a base del remordimiento y la culpa.

—Ugh, y así dices que yo soy el raro de la casa —Arthur rodó los ojos. Su larga trencita pasó al otro hombro, provocando un raro sentimiento nostálgico en el ambiente. —Deja de poner esa cara, que parece que estoy hablando con un fantasma. Ah, y si no te apuras, perderemos el autobús... Otra vez.

Tan vivo.

Arthur se veía tan vivo, sus gestos, la ropa, su peinado, las muecas... hasta su característica voz grave y sarcástica. Era tan igual a la última vez que habló con Arthur. Una vocecita le preguntó si olería a esos medicamentos mezclados con rosas, a té de canela, o a un podrido cadáver bañado en sangre. Entonces rió desganadamente, odiando los minutos y lo que estaba a punto de revelar, pero quería que este sueño terminara ya. Seguramente despertaría, de nuevo, con una migraña.

—Siento no haber contestado esa llamada.

Habló de forma mecánica, sin romper el contacto visual con su hermano, y no se atrevió a hacer un solo movimiento. Sus brazos y piernas estaban muy rígidos como para desplazarse y tenía los dientes apretados.

Arthur parpadeó, desconcertado por la inusual actitud del mayor. Dejó caer la mochila y con timidez se le fue acercando, se paró de puntitas y acercó sus labios al oído de Allistor.

—Es demasiado tarde para arrepentirse.

El goteo regresó. Más furioso, más rápido. Allistor sintió que algo húmedo empapó su pulgar. Era sangre.








Sangre que salía de las muñecas de Arthur.














Nota 1: Vivan las huevas fumadas. Y los capítulos de este fic son cortos xD






 Y los capítulos de este fic son cortos xD

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Bupropión (CANCELADO) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora