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Nota 1: Ya saben las reglas, ustedes escuchan la canción y leen 7u7

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Un paquete, envuelto en clásico papel de embalar kraft y del tamaño de una cajita de zapatos, estaba colocado encima de las monótonas colchas. Tal como se lo había dicho su compañero japonés. Habían dos notas pegadas encima, una de su madre exigiendo que la próxima vez colocara la dirección de la universidad y no la de su casa; la otra nota era de su padre, quien le explicaba que ese paquete había llegado un día después de su viaje a Estados Unidos, pero Raquel se olvidó de enviarlo y quedó en el sótano hasta que hicieron una limpieza intensa.

Haciendo un pequeño cálculo mental, el paquete debió llegarle hace dos años. Pero conocía lo terriblemente olvidadiza que era Raquel; si incluso en cierta ocasión no pagó la cuenta del agua en año y medio porque se olvidaba de los recibos. Sonrió ante el recuerdo, eran anécdotas divertidas que nunca más podría compartir.

Dejó su bolsa de caramelos, dirigiéndose al pasillo de al lado donde estaba su compañero de cuarto estudiando y comiendo pizza, se acercó sin hacer ruido y sacó unas tijeras. Antes de volver dio un vistazo al pequeño dormitorio donde había estado viviendo casi dos años.

El cuarto, que era de un espacio tan pequeño que apenas cabían dos pequeñas camas y un viejo escritorio, de paredes tapizadas color blanco, un pulcro piso de parquet; dos armarios delgados y largos, pósters de bandas o papeles con horarios estampados contra las paredes, libros gordos y pesados; algunas zapatillas fuera de lugar, ropa amontonada en la silla giratoria del escritorio; una caja de pizza y algunas botellas con agua encima de la cama izquierda. El escritorio tenía una lámpara colgante de color rojo en forma cilíndrica y del techo colgaba un sencillo foco ahorrador, sin adornos o protector. Un clásico dormitorio para dos universitarios.

Al volver a su cama, se sentó encima del colchón y colocó encima de sus piernas el paquete, después pasó uno de los filos de la tijera alrededor de todo el papel. Dentro de la caja había otro papel envoltorio, era un papel de regalo que se le hacía vagamente familiar. Con las tijeras abrió la parte superior y rasgó el papel, levantando la tapa y dejando a un lado las tijeras. Dentro del paquete había un plástico de burbujitas que protegía el contenido, lo desenvolvió y encontró una cantidad de papeles.

Eran cartas, todas apiladas en fila y clasificadas por colores. También había un tubo enrollado de páginas amarillentas, cosidas a mano con un hilo negro. Luego había un trozo de papel doblado, claramente arrancado de algún cuaderno, que citaba dos palabras escalofriantes: "Para ti".

No le tomó importancia, además las letras estaban hechas con recortes de diferentes periódicos, rápidamente abrió el trozo de papel, se sentía áspero y empolvado bajo el tacto de sus dedos. Pero cuando apenas leyó la primera oración, su respiración se entrecortó.

Era una letra redonda, suave y agradable de ver, aunque el pulso de su dueño estaba tembloroso cuando lo escribió, quizás porque tenía prisa, sentía miedo o quizás y solo quizás estaba llorando mientras escribió aquella nota. No podía asegurarlo, las opciones eran muchas; pero ver su nombre grabado en esa impecable caligrafía sobre aquel viejo papel le dio náuseas y temblores.

Era la letra de Arthur.

— ¿Alfred-san ...?

— ¡Kiku! — El muchacho arrugó la nota, sintiendo que el corazón iba a salirse del pecho. En un vago intento de cubrir la cajita de su compañero de cuarto, le puso encima el papel envoltorio y le sonrió nerviosamente. —Me tomaste por sorpresa.

El joven alzó una ceja, mirándolo extrañado. Sus cabellos eran cortos, pulcramente ordenados y de un intenso color oscuro al igual que sus rasgados ojos, su piel era muy pálida y por eso solía quemarse con facilidad. Sus abuelos fueron inmigrantes de Japón, pero su familia estaba "norteamericana" y aunque Kiku disfrutaba del país donde vivía, sentía más aprecio por sus raíces asiáticas y eso lo demostraba en su carrera de Arte y diseño.

Bupropión (CANCELADO) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora