.Estaba hablando despacio; casi susurrando, aunque podría afirmar con seguridad que Arthur tenía la grabadora cerca de sus labios. Lo sabía porque el ritmo de su respiración era lenta, pesada, casi insonora. Sonidos de pisadas firmes y apresuradas retumban en la grabación. Alfred se preguntó si su amigo habría guardado la pequeña grabadora en el bolsillo de su mochila o de alguna de sus anchas prendas de vestir.
Unos golpecitos resuenan; parecía que estaba tocando alguna base dura y hueca. Después de unos minutos de silencio, los circuitos de la grabadora siguieron girando y Alfred cerró los ojos, intentando visualizar lo que estaba haciendo Arthur, casi podía ver su cabello trenzado, la desgastada mochila colgando en sus hombros y algunos rebeldes mechones ocultando su ojeroso rostro. Dos o tres cabellos caían como cascadas doradas hasta el níveo cuello de su amigo y las ropas grises cubrían su delgada figura. Era una imagen tan nítida que Alfred la creyó real hasta que una segunda voz habló detrás de la grabadora; una voz que Alfred reconoció.
— ¡Arthur, qué gusto verte! — Era la voz del señor Rómulo, su antiguo maestro de Literatura de la secundaria Bates. — Vaya, hoy si que has llegado temprano, ¿acaso estás intentando batir un récord como el estudiante más puntual?—Una respuesta bromista, típica del profesor Rómulo, él era un hombre de aura alegre y relajada. Siempre con una sonrisa boba, aunque su curso no era el más preferido. —¿En qué puedo ayudarte?
— Buenos días, profesor. — Siempre tan educado, Alfred recordó con gracia como Arthur solía llamarse a sí mismo un caballero inglés, aunque hubo un tiempo en los que sus apretados pantalones rasgados y los cigarrillos baratos dijeron lo contrario hasta que esas ropas fueron cambiadas por trapos y el cigarrillo desapareció. — Vine a verlo porque...
Alfred sintió como un desagradable cosquilleo bajaba por toda su espalda húmeda. Llevó ambas manos a su rostro y apretó con fuerza sus dientes. Por fin entendía lo que Arthur iba hacer y también porque había escogido al maestro Rómulo.
Arthur siempre fue reservado, incluso con sus profesores y profesoras, pero el señor Rómulo fue una excepción. A veces Alfred lo podía ver conversando con el profesor respecto a alguna obra, un autor o sobre la clase. El maestro de literatura siempre lo animó a continuar escribiendo, a desarrollar el potencial que tuvo Arthur como escritor y ser un buen tutor en el aspecto académico. Quizás hasta Arthur le había enseñado sus cuentos y novelas; pero nunca podría confirmarlo.
Y el recuerdo más reciente de su secundaria; fue quien separó a Arthur del imbécil de Allen.
—Vine aquí porque ... Porque ...
La voz de Arthur titubeó un poco, carraspeó e intentó volver a conversar con la misma fuerza que empezó, pero no puede, le cuesta tanto que se quedó callado. Alfred no podía verlo, mas sabía que dentro de Arthur está creciendo una tormenta conflictiva que le impide hablar sobre lo que le suceda. Lo sabe porque él también empieza a sentir esas afiladas agujas cosiendo sus cuerdas vocales con delgados hilos de metal.
—¿Gustas tomar asiento? Así podemos conversar con más tranquilidad. —La voz del profesor es amigable y usa un acento italiano muy marcado. Alguien jala las patas de un silla y Alfred supuso que Arthur se había sentado. —Dime Arthur, ¿qué ocurre?
Hubo una pausa, una larga pausa. Alfred se preguntó qué estaría pasando por la cabeza de Arthur en esos momentos. Su imaginación le permitía observar la escena de la grabación, el salón iluminado, la pizarra verde, las carpetas color marrón y las tizas blancas a punto de romperse.

ESTÁS LEYENDO
Bupropión (CANCELADO)
FanfictionNo hay nada. Solo la infinita oscuridad y una pistola contra su cabeza. Él mismo se la apunta y jala el gatillo. Disparó. Pero solo es un sueño.