Capítulo 1

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Diciembre.

Podía sentir el frío llenando cada rincón de mi cuerpo. La lluvia no paraba de caer, de alguna manera quise pensar que era ella, a través de esas nubes grises, a través de esas gotas cayendo con rapidez, ella a través del frío que me abrazaba.

Miraba el agua, tan concentrada y perdida, mis pensamientos sumergidos en la nada.

El agua comenzó a hervir, por fin. Una vez que el café estuviera preparado llené mi taza colorida con imágenes de libros y me fui a mi rincón.

Aún sentía mis parpados pesados, aún me sentía cansada, y aunque hubieran pasado tres semanas apenas yo aún me sentía dolida como el primer día .

Tomé un sorbo de mi café, tan sabroso y caliente. Hacía que sintiera una pequeña paz en mi interior. Una pequeña luz en toda ésta oscuridad .

No puedes cambiar el pasado, pero puedes cambiar el presente para obtener un mejor futuro.

Una gran parte de mí aún se sentía triste. Cielo se había convertidoen mi segunda madre, pero al parecer todo a mí alrededor muere fácilmente .

¿Tan tóxica soy?

Ella apareció en mi habitación, con sus tacones más altos y su vestimenta exagerada —Cómo siempre— Me miró entrecerrando los ojos y luego fijó su mirada en mis manos. — ¿Otra vez? —Rió— Si no fuera porque es algo común en mucha gente pensaría que te drogas con eso.

Reí. — Lo es. —Susurré— En cierta forma lo es.

— No entiendo cómo puede gustarte eso.

— Eres la única, Tía Gloria, a la que he escuchado que no le gusta el café .

Bufó. — Eso es una droga con diferente nombre y diferente aspecto. Al fin y al cabo, te vuelves adicto a él, adicto a tomarlo.

Si lo poníamos desde ese punto de vista, Cruella De Vil tenía razón.

El café es la mejor droga y la mejor adicción que hay en éste mundo.

— Voy a salir. —Dijo luego de un rato captando mi atención.

— Bien por ti.

— ¿No preguntarás a donde voy un miércoles por la mañana?

Fruncíel ceño y la miré detenidamente. — No. —Respondí— Realmente no me importa. —Me miró ofendida, sin importancia giré y seguí mirando por la ventada.

Cinco.

Cuatro.

Tres.

Dos.

U...

— Voy a una cita.

Aquí vamos de nuevo.

— ¿El Señor Víctor aún sigue de masoquista? Creí que te había dejado.

Rió en seco. Acomodó su postura, elevando sus pechos operados absurdamente. — Oh no, pequeña e inocente Venecita. Voy a tener una cita con Sebastián.

¿Sebastián?

Yo por alguna razón he oído ese nombre. Me tomé la molestia de pensar y buscar en cada rincón de mi mente al dueño de ese nombre.

Mi tía Gloria —Cruella De Vil— Es muy... no lo sé. No puedo definirlo con buenas palabras y tampoco soy de esas que dicen aquello a lo que llamamos "groserías" tan fácilmente.

La tía Gloria me miraba con sus cejas falsas elevadas muy en lo alto. Básicamente lo único real en el cuerpo de mi tía eran sus ojos.

Su jefe Víctor había quedado perdido por ellos, luego descubrió a la fiera que lleva dentro y todo acabó. Su mejor amigo intentó...

·Amor con sabor a café·Donde viven las historias. Descúbrelo ahora