8. Philia

266 34 14
                                    

—Tres... cuatro ¡no! cinco metros...—Kurapika balbuceaba con gran concentración mientras se mantenía atrás de uno de los prominentes floreros del jardín (el mismo que lucía hermosas flores de loto recién traídas del mercado) sus ojos azules no dejaban de ver al frondoso árbol alado de la pileta, pues este no hacías más que jactarse descaradamente de sus rojísimas manzanas, desde las primeras ramas hasta la copa, donde las hojas se aglomeraron formando una especie de escudo. Él llevaba más de diez minutos calculando la distancia exacta de la fruta que deseaba obtener, sus pequeñas manitas guardaban tres piedrecillas en cada una y el bolsillo posterior de su pantalón corto dejaba al descubierto una resortera con labrados muy meticulosos. Cada pieza adornada con varias hojas muy verdes se veía apetitosa y jugosa después de una mañana de juegos, pero, la que él quería no era precisamente sencilla de conseguir.

Desde el momento en que su hermano lo dejó por hacer algo que no entendió, decidió que debía obtenerla sin pedir ayuda de nadie. Era su forma de probarse a sí mismo que el entrenamiento empezaba a dar sus resultados y aunque por ahora era un secreto, él a sus seis años ya se sentía tan fuerte como su padre. Kurapika volvió a susurrar palabras inentendibles a la vez que preparaba la primera piedra dentro de la cuerda de cuero de su resortera y justo en el instante que fijó su objetivo, un estruendo resonó estridente a sus espaldas, lo que le hizo saltar pero, todavía así...

—Cinco metros con aproximadamente treinta centímetros...— dijo a una velocidad atroz y soltó el disparo, hubo un segundo en que sintió como perdía la firmeza de sus acciones pero al terminar de parpadear reparó en la piedra golpeando la rama donde descansada la manzana que tanto deseaba. Su mirada se le iluminó así como su rostro se ruborizó y estuvo a punto de salir corriendo sino fuera porque advirtió la presencia de Kuroro aproximándose a toda velocidad. Ambos hermanos cruzaron una mirada fugaz y para cuando el más pequeño lo llamó supo que los problemas empezarían.

— ¡Hey niño, ven aquí!

Esa era la voz de Senritsu.

Kuroro llegó hasta el árbol y recogió la manzana con sorpresa, a leguas se notaba se estaba huyendo y todavía así se detuvo para examinar su alrededor. Fue entonces que notó a Kurapika y como no, él reparó en el par de paquetes que su hermano mayor tenía entre brazos.

Ahora todo pintaba muy claro.

—Vaya ¡gracias!— gritó Kuroro efusivo y realmente contento. Al parecer no entendía absolutamente nada y sin reparo en la cara de sorpresa de su hermano le dio una grande mordida a la manzana—. ¡Está deliciosa!— se relamió los labios y sin más, le lanzó uno de sus paquetes. Kurapika lo recibió aun estupefacto, para cuando regresó la mirada, Kuroro ya no estaba.

Quiso ir tras él, pero una mano se posó en su hombro.

— ¡Lo dejaste escapar! ¿A dónde fue?

La cansada voz de Endimión le petrificó en su sitio, apenas su mirada alcanzó a ver como Senritsu corría sin dirección y con una escoba entre las manos, además de continuar acariciando la envoltura de yute de aquel paquete. Kurapika contempló la escena divertido, mas, el agarre que ejercía en su hombro en algún punto empezó a incomodarle. Antes de que pudiera responder, el anciano le arrebató el paquete.

—Estos dulces son parte del banquete que se servirá esta noche, los niños no deben probarlos a menos que el rey o la reina lo aprueben. — Exclamó con dureza Endimión—. Tu hermanito se escabulló en la cocina y consiguió hurtar algunos, cuando nos percatamos corrimos atrás de él, pero al parecer solo supo detenerse para hablar contigo— hizo una pausa para tomar algo de aire, en verdad que estaba enfadado y su mano apretujando la delicada piel del príncipe lo evidenciaba—. Ahora, por favor dime ¿A dónde fue? Estoy seguro de que te ha dicho algo ¡que fue!

PRAGMA (KuroKura)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora