13. Escondite

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A Kurapika nunca le dijeron que podía ser rey.

Sí, su madre elogiaba con ahínco sus talentos. Su padre no dejaba de jactarse con todos como su pequeño empezó a entrenar desde muy temprana edad, la servidumbre le respetaba y una que otra con más confianza le felicitaba por el excelente desempeño que demostraba en sus lecciones diarias. Él era el segundo hijo de una familia bendecida por Philia, así que no era sorpresa saber que poseía grandes facultades y es más, todos ya suponían que su gran talento debía ser innato, sin importar lo mucho que se esforzara en sus estudios todos lo tomaban como una característica más de su personalidad. ¡Vaya, tuviste una nota sobresaliente! ¡Te sabes a la perfección los párrafos que debes recitar! ¡Tu manejo del arco es sorprendente! Bueno, es obvio ¿no? naciste ante la presencia de una luna grande y blanca, las estrellas guían cada uno de tus pasos. Aquellas eran unas pocas de las infinitas frases que escuchaba por los prolongados pasillos o extensos jardines del reino y aunque siempre las personas que lo decían llevaban sonrisas amplias y él lo receptaba con gusto, algo le incomodaba.

El involuntario desprecio en cada palabra.

Pues nadie sabía del gran esfuerzo que ponía en cada actividad que se le encomendaba; era complicado llevar desventaja y no es que haya sentido alguna clase de envidia por su hermano, pero, la inevitable jerarquía intangible fue un tema que le preocupó durante sus primeros años de vida.

El noventa por ciento de las veces era Astreo el que se encargaba de entrenar a sus hijos; con las actividades diarias y el prolongado protocolo sobre el pueblo apenas y podía fijar horarios separados para cada uno de sus hijos. Por un lado estaba Kuroro quien siempre pedía su espacio después del almuerzo (un momento perfecto porque no le obligaba a madrugar y no tan tarde que era cuando se dedicaba a salir) y por el otro—y sorprendentemente— estaba Kurapika, quien exigía ser educado apenas el amanecer se asentaba, su gran voluntad se divisaba cuando Senritsu se adentraba a su habitación para la limpieza y ya podía verlo en el patio junto a la gran pileta central portando su inseparable arco y flecha. El pequeño príncipe era vivaz, enérgico, sumamente valeroso, quizá el único defecto que tenía se encontraba sobre aquella brillante cabeza. Aquel dorado y esplendoroso cabello.

Tal vez, este último detalle era el que empujaba a los adultos a felicitar al príncipe, pero jamás a alentarlo a ser rey. Oh, claro que no ¡ese aspecto lo tenían las brujas de Aurora! ¿¡Cómo un ser podía siquiera aspirar a pisar el castillo de Meteoro!?... bueno, esos eran otros tiempos y como no, hubo alguien que jamás perdió la esperanza.

—Debes sostenerla derecha, agudiza tu objetivo, estabiliza tu respiración... entrecierra tus ojos —dijo Endimión sereno y con la cabeza en alto (un gesto que rara vez hacía) —. Una vez que te hayas concentrado completamente, todo lo que hay alrededor se hará borroso. Cuando suceda, sabrás que es momento de soltar la saeta...

El pequeño príncipe recibió cada palabra como mil agujas, filudas y delgadas que no tardaron en penetrar en su estricto subconsciente, varillas imaginarias entraron en su pensamiento casi como una furiosa reprimenda y a la vez, un regaño que agradeció. Los adultos hablaban con experiencia y no había nadie igual al primer elegido, al hombre más sabio en todo el reino.

Sea como sea. Sus pequeñas manos sostenían el arco de manera tensa, la cuerda se encontraba estirada hasta el límite de sus propias extremidades y, por último, la flecha; vacilante, determinada.

Las palabras de su mentor las encontraba muy lógicas así que no dudó en fijar la vista en aquel círculo rojo que yacía pintado sobre un pedazo de madera, repasó una y otra vez su forma casi amorfa, intento buscarle el punto medio y una vez allí, imaginó un circulo de color negro mucho más pequeño. Obvió los cientos de salpicaduras que le mojaban los tobillos y hasta olvidó el cosquilleo que le brindaba su propio cabello por la brisa mañanera. Kurapika tragó saliva y contó hasta tres en su mente.

PRAGMA (KuroKura)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora