14. Rivales

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Eos se acarició la frente, acomodó su velo y mandó varios de sus cabellos descoloridos hacia atrás; la cicatriz que allí se mostró fue producto de un hecho que solo pocas personas sabían; hace tan solo un par de meses ella empezó a recordar también.

El abrazo con su marido le dijo algo, aquel hecho le contó sin palabras la verdadera razón del porque ella está allí. Bajo el atardecer de Meteoro.

La reina caminó serenamente sobre el sendero atestado de flores, el delicado aroma le acarició la gélida piel y la brisa congelante le revolvió el pesado velo; la tela bailó con desdén sobre ella y su cabello también se meció; eso hizo que abandonara la tranquilidad en cada uno de sus pasos. Entonces, tomó ambos extremos de la tela y corrió hacia el final del jardín, aproximó sus sandalias de alto tacón hacia la constante irrigación de la gran pileta, dejó de esconderse y alzo la cara para recibir con regocijo el refrescante rocío de las infinitas aguas de su reino. Sonrió con amargura, extendió ambos brazos sin dejar de mirar al cielo.

Sus ojos eran pequeños cristales, similares al matiz de su hijo menor, al único que realmente podía reclamar como suyo.

—Y si el sol está de buen humor les guiará hacia su último destino...

La fuerza con que el agua caía desde lo más alto no sorprendía tanto como la belleza de sus olas, del acompasado bailoteo del chorro, que iban de círculos y no parecían parar jamás y que decir de las perlas cristalinas que brotaban sorpresivamente como si de verdad fueran sólidas y quisieran llegar al cielo solo para brillar a más no poder, jactándose de lo maravillosas que eran, así como toda la naturaleza.

Eso ultimo no sucedió, nada brillaba en Meteoro, ningún habitante conoce lo que es la verdadera belleza de la naturaleza. Porque nadie ha disfrutado de una vista bajo el sol.

Eos lo extraña, ella realmente siente un pesar al contemplar el camino de cada gota de agua sobre aquella superficial construcción. La reina une sus manos y vuelve a hablar; segura y orgullosa.

—Quizá hayan tenido un duro camino y el cambio de ropa que han llevado ya no sea suficiente—se permitió sonreír al recrear la hilarante imagen de sus hijos en apuros—. Pero, lo han hecho fantásticamente, de eso estoy segura y ¿saben de qué más estoy convencida? De que han llegado al final del camino y que habrán conocido a Mirra. Díganme ¿verdad que huele delicioso? Yo misma he intensificado su aroma para ustedes, de otra manera ¿Cómo creen que llegó este último tesoro a tan peligroso destino? ¿Cómo se lo tomarán cuando sepan que he estado atrás de todo esto? Que yo misma he viajado hasta el bosque de Dos Caras para preparar todo, que su padre no ha tenido nada que ver y que, es más, ni siquiera está enterado de lo que encontrarán como ofrenda para el próximo reino. Estoy tranquila de saber que tomaron el camino correcto, sé que allí la vegetación es algo extraña, pero de ninguna manera podrá hacerles daño, tienen mi sangre, la de mi hermana y si el agua les parece cautivadora ¡sabré que los reconoció! Mis chicos, estaré ansiosa de escuchar sus heroicas historias, ambos son fuertes y yo... bueno, tengo que prepararlos, es mi deber y mucho más, mi deuda...

Ella se siente nostálgica, tal vez algo deprimida, pero no tiene de otra. Desde que inició el viaje de los príncipes no se ha permitido ni dormir; la preocupación, la angustia, los rezos por su bienestar le han consumido todo el tiempo y claro, su faceta dura y perfecta se han convertido en una carga más. Es así, como casi a un paso del anochecer decidió caminar en soledad hacia el centro del jardín del castillo, el lugar donde vivió por más de quince años. Todo por aquellos niños y nada más por ellos, aunque en un principio fue por su adorada hermana, por el vivísimo recuerdo que tenía de ella y por qué la herida de su alma al saber de su partida estaba fresca.

La soledad le sentaba increíblemente bien y era así, porque en un pasado la única que le acompañaba era Selene. Nadie podría reemplazarle.

Sus pensamientos son difusos y encontrar las palabras para esclarecer su verdadero objetivo al contraer matrimonio con el rey de Meteoro no llegan, no tiene aún esa capacidad, la cicatriz de en su frente se llevó aquella facultad y ahora, observando con paciencia el camino del agua por la pileta intenta recuperar las palabras que alguna vez pronunció siendo más joven; quizá en el momento en que se percató que la primera esposa de Astreo tenía el cabello rojo, o la vez en que se enteró de su padecimiento en el parto, de la apariencia de su hijo (que legalmente llegaría a ser su sobrino), cada una de sus características: el reflejo de un habitante de Meteoro, sin ningún rastro de ser extranjero.

PRAGMA (KuroKura)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora