𝑐𝑖𝑛𝑐𝑜

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—la cursiva se utiliza para narrar la llamada telefónica.

—¿y jaemin?, ¿cómo estaba? —pregunta, cuando ya no es capaz de retener por más tiempo las palabras

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—¿y jaemin?, ¿cómo estaba? —pregunta, cuando ya no es capaz de retener por más tiempo las palabras. su entonación, pobre. mantiene el tenedor entre sus dedos con fuerza, mientras le tiemblan las manos. 

su amigo levanta la vista del plato de ensalada, y aunque trata de ocultarlo, renjun lo ve, el desconcierto en sus ojos. 

—bien, creo que estaba bien —dice, segundos después —. estuvimos hablando sobre muchas cosas diferentes ayer. me contó cómo os conocisteis, ¿sabes?

él retiene el aire dentro de sus pulmones, las costillas se ensanchan, el pecho comienza a presionar. 

—¿te ha contado... lo de la nieve? 

chenle bebe un poco de su agua, la garganta seca como si estuviese harto de gritar. 

—sí. no sabía que esquiabas. nunca he visto ninguno de tus trofeos. 

renjun baja la mirada, avergonzado. ese oro negro es parte del pasado, así que no tendría sentido lamentarse por ello. durante aquellos meses, siquiera podía mirarlos. 

—se los quedó jaemin, le dije que los tirara todos. 

—¿qué? —zhong lo analiza, el rostro caído, las ojeras profundas, los hombros en constante alerta, los temblores, la palidez, el nerviosismo. si renjun quiere no hacer obvio su problema, entonces lo está intentando mal, porque incluso el menor es capaz de reconocer la miseria cuando la tiene delante —oye, renjun. sabes que estoy siempre ahí cuando me necesitas, eres mi mejor amigo. haría lo que fuera por ti. pero no puedo ayudarte si no me cuentas qué pasa, o por qué jaemin no es nadie ya. o por qué dejaste de esquiar, o por qué te dan tanto miedo las personas. necesito —mueve ambas manos, en un inútil intento de que entienda —que me hables. 

renjun suelta de una vez el tenedor, mientras su estómago se revuelve. por algunos momentos, algo en su interior quema. a él no le cuesta decirlo en alto, pero entiende que muchas veces lo mejor es lo más doloroso, así que se obliga, se obliga siempre a callar. 

—ya se resolvió hace mucho tiempo, chenle. no hace falta que te preocupes por ello. 

—me preocuparé mientras siga afectándote. ¿no lo entiendes? lo que menos debes hacer es callarte y evitar las cosas. 

la silla rechina contra la madera del suelo, ruido que eriza sus cabellos, las pupilas dilatadas, el movimiento sordo no hace oídos bruscos contra la persona que tiene frente a él. 

—no digas que estoy evitando decirlo. no lo digas. ni se te ocurra.

zhong es incapaz de comprender, tal vez sea simplemente por eso, porque los humanos necesitan ver para creer y creer para entender, tal vez el proceso sea más sencillo, más simple. tal vez se trate solo de que las personas son difíciles de reparar por completo, y nunca vuelven a su estado inicial. 

—¿qué quieres que diga entonces?

renjun pestañea varias veces, tratando de retener el agua tibia. 

—está solucionado. no digas nada, ya no lo necesito. 

así que chenle no dice nada, ¿cómo podría?

—¿estás bien?

asiente lentamente, volviendo a recomponer la postura, como si no se hubiera roto por un momento, como si nunca hubiese estado al borde. 

—claro que sí. solo quería saber qué era de jaemin. nada más. 

y renjun en realidad no está mintiendo. le retuerce el pecho la angustia, saber que podría haberlo visto y no lo hizo, porque a pesar de todo, no hay tiempo o espacio que haga que él deje de estar enamorado, ni siquiera el dolor, ni siquiera la decepción. 

algunos minutos más tarde, mientras chenle se ausenta para ir al baño, el filtro de su cerebro se apaga. cuando la sala está en silencio y nadie salvo el espíritu de las navidades pasadas vigila, las manos se cuelan en terreno peligroso y arrebatan el número de jaemin de la agenda del móvil del menor. sabe que no es lo correcto, demonios, que siquiera es bonito, pero se siente necesario, escuchar su voz tan solo una vez más, aunque sea, aunque sea por última vez. 

renjun lo necesita, incluso después de tantos años, incluso después de tantas oportunidades de haberlo olvidado. él sigue ahí, parado, sin saber hacia dónde dirigirse. 

ese mismo día, cuando la soledad se instala de nuevo, revisa el recién agregado contacto, una, otra, y otra vez, como si no creyera que jaemin sigue usando el mismo número de los últimos seis años. ¿seguirá siendo también la misma persona? quizá existiera una realidad en la que no quisiera comprobarlo, pero renjun no vive alejado de la suya propia. tiene sentido si de golpe se arrepiente de haberse dado esa última oportunidad a sí mismo. 

en cambio, en vez de borrarlo, lo marca, de nuevo, hasta que el pitido deja de sonar. 

¿chenle? hola de nuevo. ¿necesitas algo?

soy renjun. tenemos que hablar.

los segundos pasan, sin contestación alguna.

¿ren —tartamudea —jun?, ¿eres tú?

el mencionado respira hondo un par de veces, hiperventila, antes de lanzarse a decir la frase que tanto ha estado picando. las palabras se escapan libres y directas, como si no tuviera miedo de pronunciarlas.

veámonos en el parque haneul, mañana por la noche, a las diez. te esperaré quince minutos, y si no vienes, —decirlo, realmente cuesta, duele como si estuvieran quemándole la piel e impidiéndole gritar. duele más que cualquier otra cosa; renjun se siente culpable por pensar en ello —me marcharé. no devuelvas la llamada, por favor —lo suelta finalmente, todo el aire —. adiós.

y luego, corta. 

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Tengo mucho sueño, duh. ♥

𝖇𝖔𝖔

𝑘𝑒𝑛𝑜𝑝𝑠𝑖𝑎 🌰 [𝓳𝓪𝓮𝓳𝓾𝓷]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora