III. LA PÉRDIDA DE UNA BELLA OPORTUNIDAD.

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Jamás pierdes al amor. Siempre pierdes al dejar de hacerlo.

BÁRBARA DE ANGELIS.

Nunca olvidaré el primer día que vi «un sueño ambulante». Su nombre era Alejandra Ravasini (Nombre ficticio para proteger a un ser fantástico). Su sonrisa, que brillaba bajo dos ojos resplandecientes, era eléctrica y hacía que la persona favorecida con ella (especialmente si se trataba de un chico), se sintiera en el séptimo cielo.

Aunque su belleza física era deslumbrante, yo siempre recordaré su belleza invisible. Su aprecio por las personas era genuino y, además, tenía el gran talento de saber escuchar. Su sentido del humor podía iluminarle a uno el día entero, y sus sabias palabras eran exactamente lo que uno necesitaba escuchar. Alejandra no sólo era admirada, sino también sinceramente respetada entres ambos sexos. Tenía todas las características para ser la persona más vanidosa del planeta y, sin embargo, era en extremo humilde.

Sobra decir que ella era el sueño de todos los muchachos. Y en especial el mío. Una vez tuve la oportunidad de acompañarla hasta su clase, y en otra ocasión pude almorzar con ella a solas. Me sentía el dueño del mundo.

Yo me decía «Su llegar a general una novia como Alejandra Ravasini, jamás volvería a mirar a otra mujer».

Pero llegue a la conclusión de que una persona tan sobresaliente ya tenía que estar saliendo con algún tipo mucho mejor que yo. Aunque era el presidente del consejo estudiantil, daba por hecho que no tenía la más leve posibilidad de conquistar a Alejandra.

De modo que el dia del grado le dije adiós a mi primer amor.

Un año después me encontré con su mejor amiga en un centro comercial y almorzamos juntos. Con un nudo en la garganta, le pregunté por Alejandra.

«Pues al fin pudo reponerse de su amor por ti», fue la respuesta.

«¿De qué hablas?», inquirí.

«Tu fuiste demasiado cruel con ella. La ilusionaste, acompañándola a clase a cada rato y haciéndole pensar que te interesaba. ¿Te acuerdas de la vez que almorzaste con ella? Pues la tuviste sentada junto al teléfono todo el fin de la semana. Ella estaba segura de que la ibas a llamar para invitarla a salir».

Temia tanto su rechazo que nunca me atreví a manifestarle mis sentimientos. Supongamos que la hubiera invitado a salir y me hubiera dicho que no. ¿Qué sería lo peor que me habría ocurrido? Pues que no hubiera salido con ella ¿Y adivinen qué? ¡DE TODAS FORMAS NO TENÍA CITA CON ELLA! Lo que me hace sentir peor es que probablemente si hubiera podido concertar una cita, si al menos lo hubiera intentado.

Jack Schlatter.

CHOCOLATE CALIENTE PARA EL ALMA DE LOS ADOLESCENTES | Historias que te guian.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora