II. CAMINO LUMINOSO.

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El obsequio más grandioso es una parte de mismo.

RALPH WALDO EMERSON.

El año pasado, por la época de Halloween, me enviaron una invitación para que asistiera a un carnaval auspiciado por la organización «Tuesday's Child», dedicada a ayudar a niños infectados con el virus del SIDA. Me invitaron porque soy actriz, fui porque me importa. Estoy segura de que la mayoría de niños no me identificaron como estrella de la televisión. Creo que me vieron como una chica mayor que había venido a pasar un rato con ellos. Me sentí mucho más a gusto así.

Había múltiples carpas para entretenimiento de los asistentes. Una en particular me trajo, por la cantidad de niños que se congregaban ahí. Esta carpa, el que quisiera podía pintar un cuadrado. Más adelante cada uno de estos cuadrados formaría parte de un cubrelecho. El cubrelecho se estaba elaborando para obsequiarselo a un señor que habia dedicado buena parte de su vida a la organización y estaba a punto de retirarse. A cada niño le daban un juego bellísimo de colores fuertes, y le pedían que pintara lo que quisiera para que el cubrelecho se viera lindo. Al mirar alrededor puede observar que todos los cuadrados de tela estaban adornados con corazones rosados y nubes azules luminosas, amaneceres color naranja y bellas flores verdes y moradas. Todos los cuadrados eran luminosos, positivos y edificantes a excepción de uno.

El niño junto a mi estaba pintando un corazón pero era oscuro, vacío y sin vida. Le hacía falta los colores brillantes y encendidos que habían usado sus compañero.

Al principio pensé que a este artista le había tocado en suerte colores opacos. Sin embargo, al preguntarle, me dijo que el corazón oscuro que había pintado era el reflejo del suyo propio. Le pregunté a qué se debia eso y me contestó que estaba muy enfermo y que su madre también lo estaba. Me comentó que el jamás se mejoraría y que su madre tampoco. Me miró directamente a los ojos y me dijo: «Nadie puede hacer nada para ayudarnos»

Le dije que lo lamentaba que estuviera enfermo y que en verdad podía comprender por que estaba tan triste. Que inclusive podía entender por qué había pintado su corazón de un color oscuro... pero también le dije que no era cierto que no haya nada que alguien pueda hacer para ayudarlo. Es posible que los demás no puedan curarlo a él o a su mamá... pero si podemos darle un abrazo cariñoso, por ejemplo, y eso en mi experiencia es una gran ayuda cuando uno está triste. Le dije que yo gustosa le daría uno si él quería, para que se diera cuenta de que no le estaba echando cuentos. De inmediato se sentó sobre mis rodillas y yo me sentí llena de amor por este hermoso niño.

Se quedó sentado en mi regazo un buen rato y cuando se cansó, se bajo y se puso a pintar. Le pregunté si se sentía mejor y me respondió que sí, pero que seguía enfermo y que nada alteraría eso. Le respondí que comprendía. Me aleje con tristeza, pero con mi fe renovada en esta causa. Haría lo que fuese necesario para ayudar.

Al final del día, cuando me preparaba para irme a casa, sentí un tirón en la manga de mi chaqueta. Al voltear me tope con una gran sonrisa de mi pequeño amigo. Me dijo: «Mi corazón esta cambiando de colores. Se está volviendo más luminoso... me parece que esos abrazos tuyos si funcionan de verdad».

De camino a casa me palpe el corazón y me di cuenta de que también había tomando un color luminoso.

Jennifer Love Hewin.
Actriz, Party of Five.

CHOCOLATE CALIENTE PARA EL ALMA DE LOS ADOLESCENTES | Historias que te guian.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora