VI. LA VOZ DE UN HERMANO.

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Casi todos nosotros tenemos una inspiración una vez en la vida. Puede llegar en forma de una conversación con alguien a quien respetamos, o por medio de alguna experiencia que nos es dado vivencia. Cualquiera sea la forma que tome la inspiración, está nos obliga a ver la vida desde un punto de vista diferente. Mi musa llegó a través de mi hermana Victoria, una chica bondadosa y solícita. A ella no le interesaba el reconocimiento público ni recibir elogios en artículos de prensa. Lo único que le interesaba era compartir su amor con las personas que le eran importantes, su familia y sus amigos.

El verano anterior al comienzo de mi primer año de universidad, recibí una llamada de mi padre, quien me dijo que Vicky había sido llevada de urgencia al hospital. Se había desplomado al suelo y tenía el costado derecho de su cuerpo totalmente paralizado. Los primeros síntomas parecían indicar que había sufrido un derrame cerebral. Sin embargo, los exámenes de laboratorio confirmaron que el problema era mucho más grave. Un tumor maligno era el causante de su parálisis. Los médicos no le dan más de tres meses de vida. ¿Cómo  era posible que algo así pudiera suceder? el día anterior Vicky se encontraba en perfecta salud. Ahora su vida estaba a punto de terminar cuando aún era una niña.

Haciendo de tripas corazón y sobreponiéndome al vacío tan enorme que tenía en el alma, decidí que Vicky necesitaba apoyo y esperanza. Necesitaba que alguien la convenciera de que ella podría superar este obstáculo. Me autoseleccioné como su entrenador. Todos los días visualizábamos que el tumor se desvanecía y nuestras conversaciones siempre tenían un contenido positivo. Hasta elaboraré un letrero que coloqué en la entrada de su habitación, que decía: «Si usted ha llegado con pensamientos negativos, por favor deshágase de ellos antes de entrar». Mi meta era ayudar a mi hermana a derrotar el tumor. Ella y yo hicimos un trato que bautizamos, el 50-50. Yo daría el 50% de pelea y ella al otro.

Llegó agosto, mes en el que yo debía comenzar mi primer año de universidad a 4000 kilómetros de distancia. Todavía no había sido capaz de decidir entre irme o quedarme con mi hermana. Cometí el error de decirle que tal vez no iria a la universidad. Se enfureció y me dijo que no me preocupara, que ella estaría bien. ¡Ahí estaba Vicky pintada, diciéndome a mí que no me preocupara, mientras yacía en su lecho de enferma en un hospital! Entendí que si me quedaba ella podría llegar a pensar que lo hacía porque se estaba muriendo, y no deseaba que eso sucediera. Vicky necesitaba poder creer que ella ganaría su batalla contra el tumor.

Dejarla esa noche para irme a la universidad, sabiendo que podía ser la última vez que la viera es lo más difícil que he hecho en mi vida. Durante mi estadía en la universidad jamás dejé de contribuir con mi 50% a la batalla que ella libraba. Todas las noches, antes de dormir, hablaba con mi hermana a través del tiempo y el espacio, en la esperanza de que ella me escucharía de alguna forma. Le decía: «Sigo luchando por ti, Vicky, y jamás dejaré de hacerlo. Mientras tú sigas luchando ganaremos esta batalla».

Pasaron varios meses y ella seguía aferrado a la vida. Un día, una amiga de edad madura me preguntó por el estado de mi hermana. Le dije que su situación empeoraba pero que no tiraba la toalla. Mi amiga me hizo otra pregunta que me puso a cavilar: «¿No te has preguntado si la razón por la cual no ha tirado la toalla, como tú dices, es porque no quiere defraudarte?».

¿Acaso tendría razón? Tal vez yo estaba siendo egoísta en darle alientos a Vicky para que siguiera luchando contra su mal.

Esa noche antes de dormirme, le dije: «Hermana entiendo que estás padeciendo dolores muy agudos y tal vez hasta hayas pensado en tirar la toalla. Si eso es lo que tú deseas, tienes todo mi apoyo. La batalla no se habrá perdido porque tú jamás has dejado de combatir. Si deseas ir a un lugar mejor, yo te comprendo. Te quiero y siempre estaré contigo donde quiera que te encuentres».

Al día siguiente mi madre llamó para decirme que Vicky había muerto.

James Malinchak.

CHOCOLATE CALIENTE PARA EL ALMA DE LOS ADOLESCENTES | Historias que te guian.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora