IX. DE VUELTA EN CASA.

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La paz, al igual que la caridad, empieza en casa.

FUENTE DESCONOCIDA.

La gente suele decir que nunca se dio cuenta de lo mucho que disfruto la niñez hasta que llegó a ser adulto. Pero yo, por lo menos, siempre supe que estaba teniendo una niñez estupenda mientras la vivía. No fue sino hasta mucho después, cuando las cosas no andan muy bien, que me aferre a esos recuerdos felices para encontrar un camino de regreso a casa.

Crecí en una finca con una familia enorme. Había mucho amor, mucho espacio y muchas cosas que hacer. Me fascinaban todos los oficios de la finca: Jardinear, segar el heno, adiestrar los caballos y hasta las tareas domésticas, de manera que nada me parecía trabajo. Así, jamás conocí el significado de de la palabra aburrimiento. Nunca sufrí las presiones de mis compañeros pues nunca anduve en «manada», porque en la finca sólo había una manada: la de los animales. Nuestra familia era muy unida y por estar viviendo en el campo las salidas nocturnas eran poco frecuentes. Mis hermanos y yo nos dedicábamos a jugar o a contar cuentos después de las comidas, en medio de risas y bromas, hasta la hora de acostarnos. Yo siempre conciliaba el sueño con facilidad escuchando el canto de los grillos, mientras pensaba en las actividades del día siguiente. Así transcurría mi vida, y yo sabía que era una persona afortunada.

Al cumplir los doce años, un acontecimiento trágico cambió mi vida para siempre. Mi padre sufrió un severo ataque al corazón y tuvo que someterse a una bypass triple. Cuando le diagnosticaron una enfermedad coronaria hereditaria, vivimos una época de tremenda angustia. Los médicos le dijeron que tendría que cambiar radicalmente de forma de vida, pues ya no podría montar a caballo, ni conducir tractor... o seguir trabajando en la finca. Al darnos cuenta de que sin él era imposible mantener la finca, nos vimos obligados a vender nuestro hogar y a mudarnos al occidente, dejando atrás a nuestra familia y nuestros amigos, y también a la única forma de vida que yo había conocido.

El aire seco de Arizona actuó como una cicatrizante para mi padre, y yo comencé adaptarme a un nuevo colegio, a nuevos amigos y a un nuevo estilo de vida.

De repente me encontré saliendo con chicos, recorriendo centros comerciales y sorteando las presiones de ser una quinceañera. Aunque de repente todo era diferente y extraño, también era divertido y emocionante. Comprendí que todo cambió, aún cuando sea inesperado, puede ser benéfico. Jamás me imaginé que mi vida cambiaría de nuevo, y en forma tan radical.

Un empresario de Los Ángeles me pregunto si alguna vez había considerado una carrera artística. La idea jamás me había pasado por la cabeza, pero al pensar en esa posibilidad se me despertó el interés. después de meditar un poco y darle vueltas al tema con mis padres, decidimos que mi madre y yo nos iríamos a Los Ángeles por un tiempo, para ver cómo me iba. ¡No tenía ni idea de en qué me estaba metiendo!

Gracias a Dios mi madre estuvo a mi lado desde el principio. Juntas enfrentamos esta vivencia como si fuera una aventura, y a medida de que mi carrera creció, yo también evolucioné. Cuando la serie Beverly Hills 90210 se tornó en un éxito mi madre y yo decidimos que había llegado la hora de que ella regresará junto al resto de la familia. La jovencita campesina había comenzado a desaparecer para dar paso a la mujer citadina.

Estaba enamorada de mi profesión y el éxito obtenido era mayor de lo que yo había soñado jamás. Y sin embargo... algo me hacía falta. Poco a poco se me formó un gran vacío en mi corazón, que comenzó a socavar mi felicidad.

Procure identificar que era lo que me hacía falta. Traté de trabajar con mayor ahínco, y después de mermar el ritmo. Entablé nuevas amistades y perdí contacto con las antiguas. Nada parecía llenar ese vacío. Me di cuenta de que yendo a sitios nocturnos, asistiendo a una ronda interminable de fiesta y dándome la buena vida, jamás encontraría la solución a mi problema. Traté de recordar cuándo había estado más feliz y qué cosas en mi vida eran las que verdaderamente me importaban. Después de un tiempo, por fin encontré la respuesta. Identifiqué lo que tenía que hacer para ser feliz. Mi vida estaba a punto de cambiar una vez más.

Llame a mis padres les dije: «Me hacen demasiada falta. Voy a comprar una finca y deseo que ustedes vengan a vivir a California». A mi padre no lo emocionó demasiado la idea de verse involucrado otra vez en una carrera desenfrenada por la vida, pero le aseguré que ahora las cosas iban a ser diferentes. De modo que nos dedicamos a buscar un lugar en las afueras de la ciudad, donde pudiéramos tener animales sueltos por doquier y una huerta llena de legumbres frescas para satisfacer nuestras necesidades familiares. Un lugar que fuera la casa paterna donde todos podíamos llegar, y un sitio de encuentro para las vacaciones. Una ensenada segura, protegida del mundo exterior. Un lugar parecido al sitio donde yo había pasado mi infancia.

Un buen día lo encontramos; la hacienda perfecta, enclavada en un valle cálido y soleado. Mi sueño se había vuelto realidad. El oscuro vacío que invadía mis entrañas comenzó a disiparse, cuando a mi alma retornó un sentimiento de equilibrio y serenidad. Había vuelto a casa.

Jennie Garth
Actriz Beverly Hills 90210

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