Mientras pensaba seriamente sobre todas las posibilidades, Yuma y Azusa -que habían desaparecido casualmente-, volvían a reaparecer aún tomados de la mano. Probablemente la pareja más dulce que podría ver hasta ahora.
—¿Nos hemos perdido de algo?— Inclinó la cabeza con duda el más alto de los Mukami.
—Se los ve...algo...pensativos.
—Amm, nada importante chicos,— Me rasqué la nuca con incomodidad, aunque el florero aún roto delataba acontecimientos recientes. —¿ustedes, todo bien?
—¡Si!— Exclamó Yuma con un cubo de azúcar en la mano que le dió de comer a su amante en la boca.
—Hay que probar eso.— Señaló Shu y yo me sonrojé.
—Tch, deja de decir estupideces y levántate de una buena vez.
—Oh...me ha...dicho Ruki que...vayamos a la mesa.
Asentí mientras la parejita volvía a retirarse entre pequeñas risas y me acerqué al rubio, quien parecía no querer levantarse ni con una grúa. Me senté a su costado y comencé a tirarle del pelo, él hacía señas de molestia mientras yo disfrutaba de molestarlo un poco. Hoy era navidad, una celebración bastante cristiana como para que unos vampiros la festejaran, aún así, era parte de conservar modales y cierto carácter humano, como cuando en viejos tiempos fingíamos compartir eventos humanitarios con nuestro padre. Aparte, no se nos ocurría mejor excusa para vernos de vez en cuando más que las fiestas, y algún otro momento ocasional que planificaba insistente Kou o Raito con sus típicas personalidades conciliadoras. Tiré de su nariz mientras me planteaba el concepto de navidad. La verdad mucho no importaba, lo único que tenía validez era el hecho de sentarnos todos en la misma mesa a relatarnos lo que había sucedido en el último año y que no contamos vía Whatsapp. Sonreí, y entonces tiré de Shu y lo coloqué sobre mis hombros. Él me miró sorprendido, luego se quedó colgando como un costal de papas que no tenía vida alguna y quería dormir. Corrí con él a cuestas y abrí la puerta con fuerza. Allí estaban todos, sin excepción alguna. Reunidos, en relativa paz -de no ser por las miradas odiosas que se lanzaban de una punta a la otra Kanato y Raito-. Me senté, había un espacio para mí y para Shu al lado. Laito en la punta derecha, Kanato en la izquierda y las parejas sentadas juntas. Se me hacía un poco mal por ellos dos, quienes parecían alejados hacia el sector solitario.
—Bueno, ¿No van a pasar toda la navidad así de enfurruñados, o sí?— Preguntó Kou, mientras yo observaba que tan perfecta estaba puesta la mesa. Definitivamente era obra de ese dúo impecable de detallistas perfectos. Sabiendo cómo eran aquellos dos, tan demostrativos en sus defectos pero tan cautelosos en mostrar que pensaban en realidad, sabía que no dirían nada relevante que nos ayudara a los ignorantes de su problema a saber un mínimo de lo que sucedía.
—Ya no lo estoy,— Comentó el de ojos lila, como supuse, omitiendo todo. —Mientras me prometan una buena mesa dulce no tengo porque pensar en el otro asiento de la punta.
Raito pareció hacerse el desentendido, omitiendo cualquier respuesta, solo se centraba en su celular. Sabía que tenía diversas redes sociales, y se dedicaba a escribir a través de ellas como un loco. Quizá un perfil en internet sabía mas lo que pensaba que nosotros, sus propios hermanos. Comencé a comer, hubieron diversas charlas, entre ellas algunas vergonzosas sobre nuestros hermanos descubiertos en plenos actos impúdicos. Para mi suerte, nunca me encontraron de forma explícita con Shu, aunque si se me escuchó. Maldita sea yo y mi voz.
Todo estaba de una forma armónica, para la disfuncionalidad que poseíamos al interactuar como familias. Estaba bastante tranquilo, y me hacía pensar en todo lo que tuvimos que pasar para llegar a donde estamos hoy. Sonreí, realmente era una larga historia la cual me alegro de haber transitado. Reiji estaba intentando enseñarle a hablar rápido a Azusa, a medida que se notaba tras sus lentes la desesperación que le estaba dando aquel pequeño -ahora sin vendas-. Shu hablaba amenamente con Yuma, su descubierto hace tiempo, amigo de la infancia. Me causaba algo de celos, si bien él tenía pareja y sabía que yo era la pareja del rubio y solo eso importaba, no quitaba el hecho de mis inseguridades. Pero pude mantenerme solemne, mientras observaba a Kanato pinchar con un extraño desgano los amados dulces sobre la mesa. Kou hablaba con Raito, como intentando sonsacar información, más no parecía surtir efecto pues el idol se agarraba de la coleta con fastidio a medida que Raito sonreía con picardía. Ayato conversaba con Ruki, sobre el castigo impuesto a su pareja por subirse a los sillones, al parecer no podría salir durante dos semanas. El pelirrojo alegaba a que ya eran grandes como para controlarse unos a otros, pero el pelinegro refutaba con que si eran tan grandes no deberían de subirse a los malditos sillones. Punto para el Mukami, mientras Ore-sama se sentía derrotado en un juego que creía que ganaría. Pero nunca se le podría ganar de forma argumental a gente inteligente como Ruki o Reiji.
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Diabolik Lovers: ¿Me enseñas a amar?
RomanceEn un día molesto Subaru Sakamaki, deberá recurrir a la ayuda de un vago hermano mayor que le enseñará Matemática. ¿Es lo único que aprenderá?, quizá sea un buen dia para aprender sobre sus sentimientos, ¿Que siente? aunque hayan prejuicios y obstác...