CAPITULO 19: DESPUÉS DE TODO, SOMOS COMPATIBLES

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Si, se podria decir que la vida de Reiji era muy rutinaria, incluso monótoma. Era como una pintura monocromática de grises, negro y blanco. No habia mucho mas que acotar. Su dia a dia se regia en estrictos horarios que quedaban inamobibles con el pasar de las semanas. No le aburría pasar asi la vida, era una forma de organización que se imponía con el fin de preveer todo, de poder decir "El tiempo es mio y yo decido que hacer con el". Era la definicion misma de control. Y hoy era un dia en el que no dispondia de su horario usual. Hoy era un dia de cambios, cambios refrescantes, de esos que se daba muy de vez en cuando como para variar. Igual, de todas formas, solo iba a bifurcar en algo ya conocido, en uno de sus tantos hobbies. ¿Hace cuanto no tenia el látigo entre sus manos desnudas sintiendo la bella textura del cuero por sus cuidados dedos?. Añoró ese contacto a penas lo pensó. Y así se levantó, mentalizado en lo que haría el resto del día. Hoy se veria un dia en la vida de Reiji, como un diario intimo con relatos detallistas. Asi era relatar como paseaba él entre los minutos.

El cielo razo de su techo le dió la bienvenida, mas bien, el pedazo de tela que era propio techo de su cama. Las maderas, posicionadas en cada extremo de esta, talladas a mano y que sostenian esa tela cayendo a los costados, fueron su segundo vistazo rápido. Su semblante permanecia como si no se hubiese despertado recien, solo la ausencia de sus anteojos y sus finos pelos alborotados lo delataban. Aspiró profundamente, el aire de aquel deshodorante de ambientes que tanto le gustaba e inundaba todos sus sentidos. Dejó las piernas colgar de la alta cama, destapándose. Habia echo mucho calor y su remera no estaba. Buscó con la mirada por el suelo, en busca de calzado para andar por la casa. No estaban a mano, lo cual le hizo fruncir el seño. Odiaba que las cosas se perdieran de su vista. Buscó debajo de la cama, teniendo que tirarse al suelo, una vez encontrado se lo calzó. Miró la hora en su reloj: Siete y cuarto de la mañana. Sonrió con suficiencia al ver que no se habia pasado de sus quince minutos de tardio despertar que se brindaba con libertad. Caminó con pasos inaudibles hasta la puerta, la cual abrió y dió con el pasillo. Y allí, solo allí, se entregó a su primer secreto. Abrió cada puerta, la de Raito, la de Ayato, la de Kanato...Vió a cada uno, ¿Porque?, no lo sabia, nunca lo supo, pero como si necesitaran algo, como para saber si dormian, o por mero aburrimiento, los veia dormir un minuto y se retiraba. A Shuu le ponia siempre un vaso y su respectiva jarra de agua, al de sombrero lo arropaba porque siempre con sus sueños lujuriosos se destapaba, y el resto no tenia mucho inconveniente, solo a Kanato de vez en cuando le levantaba del suelo a Teddy que se caia de la cama. Hoy habia ignorado solo dos habitaciones: La del menor y la del mayor. No estaban, y supo muy bien que el anterior dia se habian escapado del colegio, cuando le preguntó al chofer, este le respondió que se dirigian para la zona del parque. Le deseó suerte a Subaru internamente, pensando en si seguian charlando o..."Charlando". Suspiró y continuó rumbo al cuarto de mayordomo. Una vez allí le dió claras instrucciones de limpiar los pasillos y el living, el se encargó de limpiar el resto hasta las nueve de la mañana. Entonces, llegaba la hora del té, el tan exquisito y preciado té. Puso a hervir el agua a su punto justo, luego la taza y la tetera de porcelana inglesa que le regaló su padre de Inglaterra. Sirvió el agua suavemente, extasiandose con el sonar del liquido delicadamente en su vajilla. Se sentó y comenzó a beber con suficiencia y en compania de unos scones de limón de sabor muy suave. El se tomaba mucho tiempo para ese ritual, exactamente una hora, asi que a las diez lavó su vajilla y continuó por pulir todo el resto de tazas y demas que componian su extensa colección mundial de juegos de té. Para ese entonces ya eran las doce del mediodía. A esa hora ya algunos comenzaban a levantarse, Raito entre ellos, y Subaru, pero este último no estaba asi que cuando escuchó la puerta del ojiverde abrirse, subió hasta su habitación vacia. Porque Raito siempre iba a ducharse, y agradecia que hiciera eso. Levantó las sábanas húmedas y las cambió, dejando a nuevo aquel cuarto. Luego, aprovechó para poner toda la ropa a lavar.

Diabolik Lovers: ¿Me enseñas a amar?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora