Esclavo Inocente | Capítulo doce

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Narra T/N...

Habían transcurrido siete días desde el incidente con Jimin, justamente ese mismo día tuve un sueño tan... ¿cómo podría decirlo? ¿excitante? Me dejó con el Jesús en la boca, y en definitiva no pude evitar que una parte de mí quedara mojada al despertar. Pero más allá de todo esto, lo que verdaderamente me está carcomiendo más que nada, es la incertidumbre del saber sobre cómo se pudo haber estado sintiendo el protagonista de mis sueños húmedos. Desde el suceso solo pronuncia un hola y nada más, no a dado declaraciones formales de algún tipo, ni tampoco se a referido al tema en sí, situación que hace que mi conciencia esté intranquila. Me hallo comprometida a apasiguar mis emociones de algún modo bizarro o descomunal.

Mientras tanto me encontraba sumida en la interesante vista que me proporcionaba la ventana de mi habitación hacia mi jardín, esperando con ansias la llegada de mi padre y la muy no agradable llegada de mi hermanastra. Minutos más tarde me encontraba enfrascada en una situación incómoda con respecto a la adquisición de la mansión.

—Como te iba diciendo T/N, tu hermanastra quiere la mansión y está dispuesta a llegar a un acuerdo contigo –decía mi padre mientras acomodaba en la repisa de madera fina las estatuillas de colección de los diferentes países a los que ha viajado, encontrandonos en el gran despacho.

—No pienso cambiar de opinión, ni usted ni nadie harán que me desprenda de mi desición –no lograba entender a mi progenitor, cuando se trataba de la hija de su querida mujer actual la defendía de una manera muy extraña.

—Por lo menos dialóga con ella T/N –después de todo no me parece una idea tan errada el conversar con mi hermanastra para enterarme de sus intenciones. Así fue como posterior a un largo suspiro acepté sin más preámbulos.

—Lo haré padre, y que conste que solo lo hago por complacerlo.

—Lo sé hija, espero puedan resolver esto y llegar a un acuerdo formidable para todos.

—Eso espero... –descendía de las escaleras con calma, meditando lo que de mi boca saldría y prediciendo lo que muy seguramente mi hermanastra diría o haría. Al llegar a la sala no la encontré, por lo que me vi en la obligación de buscarla y vaya manera en la que me la encontré; en el patio trasero acostada en una de las tantas sillas blancas que rondaban la alberca, al lado de una pequeña mesa veraniega, como si de la reina de Inglaterra tratase, mientras las empleadas la atienden a su antojo.

—¿¡Qué acaso no me oíste!? Quiero que lo hagas de esta forma, y no acepto un no como respuesta –otra vez volvemos con el mismo márgen de error, el ciclo que nunca acaba, de nuevo tratando mal a las empleadas. Su forma tan inepta de tratar a las personas hace que ni siquiera el elegante sombrero de verano que trae puesto la haga ver de la alta alcurnia, desde luego... ¿a quién no lo haría lucir así los malos modales?

—Señorita, no existe otro modo de hacer este platillo para que quede de la forma en la que usted quiere, sino perdería el sabor original –la pobre Sra.Yun estaba intimidada.

—Que insuficiencia por parte de los empleados de esta mansión, ¡estoy harta! Da lo mismo un sirviente más a un sirviente menos, así que quedas despedida.

—Pero señorita yo... –realmente me enfadaba la actitud tan arrogante e hiriente por parte de esa arpía para con la Sra.Yun, quien no hacía más que sollozar y tener la mirada fija en el suelo.

—¿Que está pasando aquí? –para cuando llegué las demás empleadas se largaron dejándonos a nosotras tres a solas.

—Hola hermanita, como podrás ver tu sirvienta de cuarta no sabe cocinar –mofándose la muy mustia con ese tonito que odiaba inmensamente.

Esclavo Inocente | Park JiminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora