D i e z

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Podía decir con orgullo que habían sido los mejores meses de su vida.

Entre cuidar de honey mientras Alaska no estaba hasta enseñarle cosas básicas que su hermano mayor hizo también con él. Podía admitir... que sentía en su pecho una calidez extraña al escuchar la suave risa de la vampiresa combinar con la escandalosa del niño.

Podía decir... que algo había cambiado en ese tiempo.

Escapar de su vieja organización había sido difícil, seguía siendo difícil. Enterarse del plan secreto había sido aún peor, considerando que él había aportado muchas cosas para que se volviera realidad.

Había descubierto aquello que se ocultaba tras su jefe de operaciones... y de lo que hubiera pasado si asesinaba a Alaska, y en consecuencia al pequeño Hansol, honey de cariño. ¿Quién diría que el pequeño es el legítimo hijo de Ezra Cervantes, el vampiro más viejo y poderoso de todos los necrofagos? Eso sí que había sido una sorpresa gigante.

— Alaska... ¿Cómo soportaste el cambio?

Se había atrevido a preguntar una noche calurosa en Miami, viendo las estrellas desde un rascacielos en plena construcción junto a su nueva familia. Hansol había quedado rendido cerca de las doce, así que lo sostenía con fuerza entre sus brazos para protegerlo del frío engañoso, viendo de reojo cómo la pelinegra sacaba una pequeña flauta de su bota y tocaba una suave melodía, la cual se vio interrumpida por su pregunta.

Y había sido mucha su curiosidad, después de todo cerca del tercer mes de convivencia comenzaron a soltar cosas personales y a llevarse mejor, sin estar a la defensiva del otro cuando estaban en la misma habitación.

Algo dentro de él picaba por saber. Quería saber más de los vampiros, no tanto para poder matarlos... sino para llevarse bien. No todos eran malos, eso le había enseñado el aquelarre de Alaska.

— Bueno... eso fue hace treinta años... no recuerdo mucho. —rió nervioso, sabía que la chica era mayor que él, todos los vampiros lo eran, pero ver que prácticamente la chica no era un fósil andante era diferente. — Cervantes... me ofreció su mordida cuando cumplí los quince, como uno de sus regalos. Todos en la familia querían que me les uniera, no porque aborrecían mi condición humana sino porque pronto vendrían los novicios que rescataron de Alcatraz.

— No querían ponerte en peligro...

Asintió levemente, suspirando poco después y mirando directo a la luna. — Acepté de inmediato, y frente a todos fui mordida. Recuerdo la sensación... fue... como dejar de respirar. —jugó con la flauta unos segundos, demostrando lo mal que la ponían esos recuerdos. — Tuve que morir para volver a vivir. Dormí casi dos días, asustando a mi hermana en ese entonces igual de humana que yo.

— ¿Humana? Creí que...

— No... mi hermana nunca pidió ser transformada, ella quería tener hijos con Cervantes. —por la mueca confusa del castaño fue que rió un poco, golpeando su cabeza con su flauta con delicadeza. — Los vampiros pueden procrear siempre y cuando su pareja sea humana, sea hombre o mujer.

— Vaya... No lo sabía.

— Lo mantenemos en secreto, queremos que piensen que solo nos reproducimos transformando a otros.

— Por eso proteges a Hansol... porque aún es mitad humano.

— Sí, no se volverá un vampiro en su totalidad hasta que cumpla veintiún años, que es cuando el cuerpo deja de crecer y desarrollarse en su plenitud.

Sus miradas chocaron, sin querer apartarlas para nada.

Habían cambiado muchas cosas en esos seis meses, había olvidado otras tantas.

Jungkook había dejado de matar a todo ser sobrenatural que le diera problemas, se había empeñado en cuidar y mimar al pequeño Hansol. Se había abocado en proteger a Alaska, había decidido darse su tiempo en crecer, en vivir su vida adolescente sin querer contener sus emociones.

Había dejado de buscar a su hermano.

Había comenzado a vivir...

🌹♥️🌹

Sunset (JJK) #3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora