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Una niña lloraba escondida, mirando como un hombre grotesco golpeaba a una débil muchacha que apenas podía mantenerse en pie para protegerla.

Ella era su hermana mayor.

La pequeña quería que el hombre se detuviera, que se fuera por donde había venido y que dejara de intentar desnudar a su hermana para abusar de ella. Quería que dejara de derrumbar la puerta y encontrarlas, de gritar tantas groserías y golpear todo a su alrededor.

Quería al hombre muerto.

Y pasó, tuvieron que pasar muchos años para que al final sucediera, pero aún así pasó.

A su vida había llegado un hombre, mucho más hermoso y más disciplinado. Sabía por sus manos rojas que él lo había matado, el cuerpo seguía ahí de todos modos pero no importaba, no cuando tan bello hombre las había salvado.

Lo mejor de todo es que no era humano, podía notarlo por su blanca piel, o sus brillantes ojos celestes, o toda su ropa negra.
Eso era... Mil veces mejor.

Su hermana se había convertido en alguien muy feliz, ya no tenía por qué preocuparse en cerrar todas las puertas y ventanas, en tener que apagar las luces antes de las ocho y tener que esconder la comida en los colchones, ya no tenía que trabajar hasta la noche ni tener que mudarse de departamento tan seguido.

Todo estaba bien.
Estaban a salvo.

— Alaska... Ven, quiero presentarte a alguien.

La pequeña salió de su escondite, mirando con sus grandes y curiosos ojos al bello hombre que les sonreía a ambas, llevando en sus manos dos hermosos ramos de rosas rojas, tan vivas y deslumbrantes.

— H-hola...

Estaba nerviosa, había muchos ojos sobre ella. Ya no tenían por qué vivir en los suburbios, ahora estaban en un lugar seguro, rodeadas de personas iguales al bello hombre que les daba la bienvenida a su mundo. Les extendía la mano con una sonrisa para salvarlas de todo lo malo que las consumía.

Y era un verdadero honor para Alaska ser parte de ello.

— Hola, bella dama.

Sus mejillas se sonrojaron, pareciendo dos jugosas manzanas por su piel extremadamente blanca al no recibir la luz del sol a diario, igual que a esos seres.

Era la primera vez que recibía alagos... viniendo de un hombre.

— Me llamo Ezra, Cervantes Ezra.

— Oh...

Miró a su hermana, notando el brillo de ilusión en sus ojos al ver fijamente a ese bello hombre que le extendía las rosas.

Y que le prometía una vida feliz junto a él.

Eso era... Demasiado bueno para ser verdad.

🌹♥️🌹

Sunset (JJK) #3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora