28. Alejandra

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La noche ya caía sobre nosotros cuando decidimos acampar en medio del bosque y de esa manera poder descansar un rato. Canelio y Alejandra se encargaron de crear una fogata mientras que los tres que quedábamos fuimos a por ramas que pudieran mantener viva la llama.

Claramente, buscamos un sitio que estuviese despejado de la nieve, lo que costó un poco.

Sobre el suelo situamos unas cuantas mantas que habíamos cogido antes de marcharnos apurados de la mansión y sobre las cuales nos tocaba dormir. O eso intentaríamos.

-¿Queda mucho para llegar al valle?.-preguntó Alejandra sin apartar la mirada de la llama. Todos nos encontrábamos a su alrededor en busca de calor.

-No, mañana sobre el mediodía estaremos ahí.- contestó Canelio a su pregunta a la vez que le ofrecía un poco de agua que había recogido de un río cercano. Esta lo miró desconfiada, pero acabó por aceptar.

-¿Qué haremos?.- llevé mis rodillas al pecho pensando en la pregunta que había formulado Graciela. Y por más que intentaba encontrar una respuesta no la tenía.- Tarde o temprano vamos a tener que volver a enfrentarnos a ellos y son más.

-¿Por qué no pedís ayuda al consejo vampírico?- miré a Leonard quien estaba hipnotizado por el baile del fuego.

-No podemos fiarnos.- sus ojos se veían mucho más peligrosos que de costumbre.- Quién dice que no te quieren para el mismo propósito. En esto estamos nosotros solos.

-Pues entonces deja que me entregue.- empecé a alterarme.- No tenéis por que sufrir las consecuencias por mi culpa. No quiero traeros problemas.

-Ya es demasiado tarde.-contestó mi prima con aire de superioridad.- Además qué diferencia habría. Si ellos te cogen adiós a todo. Si no, lo mismo. Comenzará una guerra por tu culpa...

-Nada es su culpa.- habló después de mucho tiempo callada Graciela.- Tu padre es el causante de todo, que no quiere dejar las cosas como están.

-En eso estamos de acuerdo.- la señaló con una sonrisa apagada al mismo tiempo que negaba de la cabeza. Parecía una borracha.

Alejandra era de esas morenas que tenían una carismática especial. Era guapa, de ojos verdes. Su rostro triangular daba un toque fino a sus facciones, sus labios medio gruesos poseían un color natural y su pelo suave y ondulado bailoteaba a su alrededor.

-Lo mejor es que me muera.- susurré con la intención de que me escucharan. Al levantar la vista todos se me quedaron observando como si hubiera perdido el juicio.- De esa manera nadie poseerá mi sangre.

-Es una buena idea.- se encogió de hombros la morena.- Era broma.- se puso a la defensiva al ver tres pares de ojos sobre ella mirándola fríamente.

-Si...-tragué saliva nerviosa por tanta atención.- Si mi sangre es tan destructiva, no merece la pena que por...lo que soy, mueran personas.

-Bueno, personas a media.- rió Alejandra acomodándose sobre sus manos. Al parecer para ella todo era un chiste. No se tomaba nada en serio.

-Encontraremos una solución.- prometió mi secuestrador con voz apagada, sin apartar sus ojos del fuego que se reflejaba irrealmente en todo su rostro.-Ahora es mejor que descansemos, mañana será un día largo.

(...)

Desperté sobre un manto blanco y hermoso, pero frío y mortal a la vez. La nieve caía en copos de diferentes tamaños sobre el suelo, pero cuando chocaban sobre este, se fundían hasta desparecer convirtiéndose en la misma cosa.

Cuando expiraba vahos blanquecinos salían de mi boca y sentía que tenía toda la cara congelada. Miré a mi alrededor confusa, el lugar no me sonaba de nada, y no por que no había nada más que árboles por todos lados. A duras penas, con los pies entumecidos, me levanté para explorar el lugar.

Secuestrada por un vampiroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora