30. Prejuicio.

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-Si, estaba estudiando medicina.- dije a la vez que pensaba en todo lo que había perdido.- Creo que ya me dan por muerta.- sonreí tristemente.

Alejandra y yo habíamos despertado como ya hace una hora, al principio, se me olvidó que la morena había aparecido la noche anterior y casi caigo de la cama por la sorpresa. A la muy descarada le hizo gracia mi cara de perrito asustado y se echó a reír en mis narices, pero sin apenas darnos cuenta empezamos a hablar de nuestras cosas.

-Vaya, tienes que ser una empollona.-exclamó ocultando su curiosidad.- He oído que no es para nada fácil esa carrera.

-Ni te imaginas.-solté un suspiro.- Pero a eso uno se acostumbra y empieza a ver lo hermoso de la medicina. Estaba en mi tercer año.

-Debía gustarte, por como hablas.- se acomodó mirando el techo.- Siento que hayas tenido que renunciar a tu vida corriente.

-Cuando todo esto acabe pienso volver.-mi prima hizo un ruido desaprobador.-¿Qué?

-Va a ser difícil.-me miró comprensiva.-Además...no creo que el principito de vaya a dejar.

-¿Por qué lo dices?.-fruncí el ceño sin llegar a entender sus palabras.- Él no puede decidir sobre mi vida.

-No me refería eso.-hizo un baile con las cejas lo que me causó gracia.- Le gustas, se le nota a kilómetros, y a ti también aunque no te des cuenta.

-No,no,no.-negué varias veces con los ojos bien abiertos.-No.-terminé de decir después de una larga pausa.

-Venga ya.-tomó la almohada en la que estaba apoyada y comenzó a golpearme sin previo aviso.

Intenté levantarme, pero la muy imbécil no paraba de golpearme y entonces algo aturdida caí al suelo riéndome como una foca.

-Esta me las vas a pagar.-cogí mi almohada y se la tiré en la cara.

La chica la pilló con una sonrisa triunfante.

-Dime...¿te ha besado?.-sentí como me ponía roja.- Tu silencio lo confirma.-me miró confidencialmente.- Y no lo niegues, que se os nota, no para de mirarte los labios y tú lo haces inconscientemente. Qué par.-rodó los ojos graciosa.

-No.-borré mi sonrisa al notar a mi corazón martillearme el pecho.- Él no puede gustarme.- varias lágrimas rodaron por mis mejillas. Mi prima me miró confusa y luego pasó a abrazarme.- No se quién es, solo lo puedo ver como mi secuestrador y estoy empezando a pensar que tengo la enfermedad del Estocolmo.Y aunque esté intentando negarlo, cada vez que lo veo siento...siento que lo necesito para vivir. Estoy tan perdida...

-Tranquila.-acarició mi cabello. Agradecí tener alguien en quien apoyarme.- Las cosas irán a mejor. Solo te recomiendo que no escondas tus sentimientos por que se te va a hacer imposible y acabarán contigo. Debes comprender que es tu alma gemela y que al fin y al cabo habéis nacido para estar juntos.

-Gracias.-sonreí limpiando las lágrimas de mis pómulos.-Nunca pensé que acabaría confiando en ti.

-Ni yo que acabaría abrazándote.- rió.- La verdad, me pareciste una chica mimada, acostumbrada a la vida fácil, pero juzgué antes de tiempo.- Ahora, me voy a ducharme y a desayunar algo que me muero de hambre.- gruñó para dar exageración.- Nos vemos.- salió por la puerta despidiéndose con un gesto de mano.

Una vez que se había marchado me levanté dispuesta a hacer lo mismo. Me di una ducha rápida y me vestí con unas vaqueros negros de tiro alto y una sudadera color vino tinto. Por último tomé unas botas con un poco de tacón grueso.

Justo al terminar de hacerme una coleta alta alguien llamó a la puerta.

-Hola.-sonreí sofocada por la belleza que desprendía la pelirroja.

Secuestrada por un vampiroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora